Tres🧡

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Cuando dan las 6:00 de la tarde Edna y yo nos disponemos a acomodar un poco el lugar de forma sencilla para que no pierda su toque característico. Joe en la cocina organiza los licores disponibles de la noche y todos los deliciosos aperitivos, sin que se de cuenta me robo un panecillo de jamón y queso que sabe como el cielo.

—Ya no hay más que hacer cariño, cámbiate, tienes que impresionar a ese galán tuyo—me dice Edna guiñándome un ojo haciéndome sonrojar. Miro un momento el reloj de la pared y ya pasan de las nueve.

Me cambio en el baño con un vestido color blanco de tirantes, se ajusta a mi figura y desde mi cintura cae suelto hasta mis rodillas. Lo acompaño con unas sandalias de tacón blanco también y suelto mi cabello decorándolo con unos broches del mismo color. Ciertamente estoy usando mucho blanco hoy. Desde donde estoy empieza a sonar la música y se oyen voces, lo que me indica que seguramente Sophie y sus amigos ya llegaron.

Cuando salgo ya se encuentran tenues las luces sin que estén apagadas por completo, brindando un poco de misterio a las pocas personas que ya están bailando en el sitio donde arrimamos las mesas para dejar espacio, otros están pidiendo bebidas a Joe o simplemente comiendo aperitivos; extendiendo la mirada me encuentro a Sophie y sus amigos en una esquina riendo y tomando, cuando ella me ve me sonríe pidiéndome que me acerque.

—¡Lisa, que gusto verte!—exclama dándome un fuerte abrazo que le devuelvo, entre nosotras solo hay una pequeña diferencia de dos años, aunque a su edad mi situación no era tan feliz.

—Lo mismo digo, ¡Estás preciosa!—usa un sencillo pero hermoso vestido gris ajustado con unas cómodas deportivas blancas, muy a su estilo; pestañea con coquetería.

—Gracias, tu también estás hermosa.

—Hey, ¿Los halagos son solo para las chicas?—interrumpe un rubio de ojos azules de sonrisa encantadora, mejor conocido como Steve el novio de Sophie, hace un puchero mientras rodea con un brazo los hombros de la rubia—. A los chicos también nos gusta que nos llamen lindos.

—Tu ya sabes lo guapo que te ves, cariño—dice ella dándole un beso en la comisura de los labios de forma cariñosa, haciendo que el sonría con los ojos brillosos.

—Lisa, siempre es bueno verte.

—Lo mismo digo Steve. Bueno yo los dejo, tengo que ver si tu mamá necesita algo.

—¡Bu! Que aburrido que estés trabajando, ¡Pero al menos consigue un poco de diversión, eh!—me grita cuando me he alejado un poco.

—Seguro—digo en medio de una risa.

La verdad no me molesta estar trabajando, puede parecer extraño pero realmente me gusta lo que hago, seguro es porque tengo un agradable ambiente de trabajo y clientes amables, claro que me ha tocado uno que otro energúmeno pero ello no opaca a las demás personas que son muy cordiales.

Por un par de horas me encuentro yendo de allá para acá conforme Joe y Edna me van pidiendo ayuda y no voy a negar que de tanto en tanto doy miradas a la puerta o a mi alrededor para ver si cierto chico atractivo ya está aquí, sin embargo no tengo suerte. No entiendo muy bien porqué pero me encuentro algo emocionada de averiguar si ocurre algo esta noche con el porque no soy tonta, el me atrae mucho y por la forma en que el me miraba no es difícil descubrir que se siente igual respecto a mi, ahora hay que ver si coincidimos más allá de unas simples miraditas.

Porque si, antes me fue de la mierda, pero mi curiosidad por los muchachos nunca muere. Joder.

En un momento dado cuando no tengo nada más que hacer me pongo a bailar con Sophie y sus amigos, sintiendo la vibra de la música apoderarse de mi cuerpo y me entrego a bailar moviendo las caderas de lado a lado sin inhibiciones; no ingiero alcohol pues la mala presencia de papá está en mi mente, no necesito de licor para pasarla bien, solo seguirme moviendo al ritmo de la música.

Me río de un chiste de una de las amigas de Sophie cuándo siento una caricia suave en mi cintura que se mueve por mi brazo hasta llegar a mi mano haciéndome girar, contemplo con sorpresa al chico de esta mañana sonriendo con picardía para mi.

Ninguno de los dos dice nada, simplemente conectamos nuestras miradas hasta que en un acuerdo no verbal decidimos bailar, juntos. El tira de mis manos para acercarme a el, no me resisto y justo como estaba haciendo antes me dejo llevar por la suave melodía, con diferencia de que esta vez me muevo en sincronía con el chico quién tiene sus manos en un sutil agarre en mis caderas, ocasionando que un cosquilleo se extienda por esa parte de mi cuerpo. En todo momento no dejamos de vernos a los ojos y me resulta abrumador la calidez que me muestran.

La manera en que bailamos en una sincronía perfecta es casi hipnótica, en cierto punto tira de mi mano para hacerme girar dos veces por lo que suelto una risa floja y el también; termino pegando mi espalda a su pecho, esta vez sus manos mantienen un firme agarre sobre las mías en tanto nuestras caderas se rozan. Poco a poco el ambiente se torna caluroso y empiezo a transpirar.

Lo siento bajar su rostro lo suficiente para que quede a un lado del mío, tengo un escalofrío cuando su aliento acaricia mi cuello, luego para mi sorpresa deja un beso suave ahí que me hace jadear ante lo increíble que se sienten sus labios en mi piel, ocasionando que una culebrilla placentera se instale en mi columna. Siento su olor cerca de mi y es exquisito.

—Está preciosa, señorita desconocida, ¿Ya se lo habían dicho?—habla bajito en mi oído y otro escalofrío me recorre. Niego con la cabeza.

En un cambio de canción vuelvo a girar, quedando frente a frente con mis manos en su nuca, sus brazos fuertes rodean mi cintura dejándome aún más cerca mientras seguimos bailando. Cuando nuestras miradas vuelven a chocar sus lindos ojos café me transmiten tantas cosas que me confunde, lo que si está muy claro es el deseo en ellos.

Nuestros alientos se mezclan, una sensación nueva e irresistible nubla todo mi cuerpo y las ganas de besarlo se hacen presentes; su mirada desciende por todo mi rostro hasta mis labios, los mira con ansias y se muerde el labio inferior.

Poco a poco nuestros rostros se acercan, me lamo los labios con hambre de un beso de este atractivo desconocido que me está haciendo sentir de una manera muy extraña, pero que me encanta.

Se acerca tanto que nuestras narices se rozan, doy un último vistazo a sus ojos chispeantes, antes de cerrar los míos cuando nuestros labios se juntan.

El contacto es húmedo, sus labios son suaves y una chispa electrizante viaja por todo mi cuerpo; en primer momento el beso es lento, pero luego lo tengo devorando mis labios con intensidad, muerdo su labio inferior y él da un apretón en mis caderas que me hace jadear contra sus boca.

Me besa como si el mundo estuviese a punto de acabarse y yo fuese lo único que necesitara para respirar. Yo siento lo mismo porque no quiero separarme de la boca que colisiona con la mía revolucionado cada parte de mi ser.

Este es el mejor maldito beso de toda mi vida y el chico sexy de la motocicleta es quien me lo da.

Este último pensamiento me hace alejarme un poco, dudando. Demonios, este chico puede ser muy atractivo pero sigue siendo un desconocido, ni siquiera se su nombre y ya estoy derritiéndome por el a tal punto que... Ni siquiera entiendo hasta que punto, pero todas estas emociones me abruman así que me alejo por completo con la respiración agitada y los labios palpitantes.

La confusión se lee en sus ojos y por un momento me distraigo con la vista de sus boca roja e hinchada, sacudo la cabeza y antes que diga algo más me alejo de él, dejándolo en la pista de baile improvisada.

Un cielo para los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora