Epílogo I

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Los rayos de sol invaden toda la habitación, siendo acompañados por una leve brisa que da a entender que el otoño había llegado, y vaya que Harry lo sabía.

Sus alergias estaban tan potentes como nunca antes, su nariz picaba maliciosamente y su garganta dolía; maldito otoño.

Cómo todos los días y durante dos años, aquel ojiverde se despierta, esperando sentir unos brazos aferrados a su cultura, pero esta vez se sorprende al no sentir a nadie, por lo que estira su mano para palpar toda la cama en busca de aquel cuerpo cálido, aunque termina frunciendo el ceño al no encontrar ni un alma.

— ¿Louis? — interroga con una increíblemente confusión, la cual lleva a que abra los ojos de una vez por todas.

Definitivamente estaba solo, no había nadie en su cama o por ninguna parte de la amplia habitación, algo que le preocupó.

No tardó en levantarse por completo, poniéndose una remera de su amo y unos simples boxers para asearse en el baño y luego dirigirse a la cocina, donde un aroma a chocolate envuelve todos sus sentidos.

— ¿Se ha levantado la bella durmiente?

Sonríe ni bien ve a su novio, sin tardar en correr hacia él para dejarle un pequeño beso en los labios.

— Buenos días, amo — se aferra a su cuello, sonriendo cuando el contrario agarra su cintura.

Le dejó otro beso antes de comenzar a examinar en lugar. Había masa por todas partes, chocolate derramado hasta en la camisa de Louis, y confites de colores tirados en el suelo.

Frunce el ceño al no entender por qué Louis le preparaba el desayuno, cuando normalmente lo hace él, por lo que no tardó en alarmarse.

— No me digas que es nuestro aniversario y me he olvidado otra vez — habla con rapidez antes de cerrar sus ojos con fuerza al no querer oír una respuesta.

Escucha una carcajada y abre sus orbes esmeraldas, mirando a Louis con aún más confusión.

— No, cariño, no te has olvidado de nada — ríe nuevamente —. Solo quería complacer a mi sumiso, ¿acaso no puedo hacerlo?

Se derrite de pies a cabeza debido al tono coqueto del ojiazul, algo que siempre lo enloquecerá.

— Eso ni sé pregunta — lo suelta para dejar que siga con lo suyo, sentándose en la mesada —... sólo que me sorprendió un poco, amo, solo eso.

Observa como el mayor retoma con sus actividades y vuelve a fruncir el ceño cuando nota un leve nerviosismo en cada uno de sus movimientos, ¿qué estaba ocurriendo?

No era algo de todos los días ver a Louis nervioso, pero decide dejarlo pasar al tampoco querer ser muy invasivo.

— Ve a sentarte, esto ya está.

La voz del contrario logra sacarlo de su tilde, asintiendo con rapidez antes de sentarse en la mesa, sin dejar de estar confundido.

Por otra parte, Louis se encontraba sirviendo el desayuno en dos platos a la vez que no dejaba de maldecirse, ¿sus nervios serán muy notorios? Espera que no.

Hoy será el día en el que por fin le propondrá matrimonio a Harry, ¿cómo no estar jodidamente nervioso? Su garganta se seca, su cuerpo es atacado por escalofríos y su corazón se acelera con tan solo pensarlo.

Nunca había sido romántico o siquiera cariñoso, pero cuando Harry llegó se derribó aquella pared de hielo que tenía encerrado a su corazón, llevando a que sea tan estúpidamente cursi que a veces ni él puede creerlo.

— ¿Qué me has hecho? — pregunta mirándolo con fijación antes de sacudir su cabeza y llevarle el desayuno.

— ¡Pancakes de chocolate! — gritó Harry con una increíble emoción — ¡Lo recordaste!

Tomlinson Company  •[[Larry Stylinson]]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora