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—Buenos días, señor Kwon.

Jaeyun se apoyó en el mostrador, saludando al guardia.

—Verá, hace dos días me llegó un paquete que no era para mí pero mi dirección estaba en él. Estoy confundido.

—¿Tiene nombre el paquete?

—Claro —el chico replicó e intentó recordar el nombre—. Eh... Sunghoon... ¡Park Sunghoon!

El guardia frunció el ceño y abrió una libreta que contenía muchos nombres y fechas.

—No estoy muy seguro de un Park Sunghoon —agregó—. Recuerde que muchas personas se han mudado en los últimos meses. ¿Y si le tendieron una broma, señor Sim?

Jaeyun se encogió de hombros.

—De igual forma revisaré la libreta, usted puede pasar por cada puerta de su piso —aconsejó el hombre—. ¡Ah! Aprovechando que está aquí, llegó otro paquete con su número de apartamento.

—¿No será para Park Sunghoon? —bromeó y lo aceptó; en efecto, estaba el nombre de Sunghoon pero el número de apartamento de Jaeyun.

Finalmente, el castaño subió a su hogar y cerró la puerta, deslizándose por ella hasta caer sentado en el suelo. Suspiró y abrió la caja despegando las cintas.

—Aquí vamos de nuevo —resopló frustrado al ver el pedido—. Sunghoon es la persona más rara que he conocido en mi vida. ¡Y ni siquiera lo conozco!

Dentro de la caja se encontraba una bolsa llena de huesos humanos. ¡Eran lápices en forma de huesos! Allí es donde Jaeyun se empezó a preocupar por su vida, o su estabilidad mental... y la de Sunghoon. Reuniendo toda la información, Jaeyun pudo extraer que: 1) Park Sunghoon vive en su edificio; 2) está obsesionado con hy-Express; 3) es un loco por las compras; y 4) está demente.

Al cabo de unos segundos, la puerta de Jaeyun sonó y éste gritó alejándose. El ruido repentino de la puerta y sus ideas no eran la mejor combinación. Al final se levantó del suelo, dejó la caja en la mesa y abrió la puerta.

—¡Hola, vecino!

Jaeyun miró de pies a cabeza al chico frente a él. Alto, pelinegro, sonrisa agradable, cabello lacio, piel radiante, uñas bien cuidadas, estilo único... ¿por qué Jaeyun se sentía tan envidioso de su físico?

—Hola —respondió con una tímida sonrisa—. ¿Puedo ayudarle en algo?

El chico fuera del apartamento sonrió ampliamente y le extendió su brazo:

—Soy Park Sunghoon.

« Oh. Mierda. »

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