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Hoy era un nuevo día; a pesar de que estaba nublado, se sentía agradable ya que las vacaciones apenas comenzaban. Desde ahora, iniciaban los dos meses de descanso. Y era seguro que los chicos, Sunghoon y Jaeyun, se estaban tomando ese descanso en serio - ambos se encontraban durmiendo en el sofá del estudiante de física.

De repente, una fuerte alarma los despertó, interrumpiendo cualquier cosa con la que estaban soñando.

—Mierda —Sunghoon gruñó y tanteó el otro lado del sofá, intentando desactivar el despertador—. ¡Apágate ya! —murmuró enojado, no quería que Jaeyun se despertara, pero falló.

—¿Qué hora es?

El chico a su lado frotó sus ojos y se levantó de golpe del sofá. Sus mejillas estaban rojas y sus labios secos.

—Tengo que ir al baño.

Dicho eso, fue corriendo al servicio y cerró tras un portazo. Sunghoon supuso que la resaca le estaba empezando a afectar.

—Supongo que tendré que cuidarlo —susurró y se levantó para organizar un poco el salón, acomodó los cojines en el sofá, dobló unas mantas, barrió el suelo y sacó la basura. Abrió las ventanas para dejar entrar aire fresco y lavó la única copa sucia de anoche, la de Jaeyun. Por lo menos aún quedaba vino, podían terminarlo otro día.

Guardó el vino en su respectiva caja y la ubicó en la isla de la cocina.

—¿A qué hora vino Blancanieves y por qué no me despedí?

Un nuevo Jaeyun entró al salón: su rostro se veía radiante, ropa nueva, cabello lavado y olía a perfume.

—Serás imbécil —Sunghoon lo empujó y los dos terminaron riendo—. Te demorarse siglos en el baño, feliz año nuevo, por cierto.

Jaeyun rodó sus ojos y golpeó el brazo del pelinegro.

—No quieres saber que hice allí dentro, créeme —hizo una mueca—. Entonces, decidí darme una ducha y ya me siento mejor. ¿Quieres darte un baño también?

—Por supuesto.

—Vale, puedes usar mi ropa. El baño queda en la segunda puerta a la derecha —Jaeyun le señaló el pasillo a Sunghoon—. Mientras, yo haré el desayuno.

Jaeyun caminó hacia la cocina y encendió la estufa, puso a calentar un poco de leche y tomó cuatro huevos, los batió en un plato hondo y le echó tomate, espinaca y champiñones, al final, una pizca de sal. Aquello terminó siendo una especie de omelet.

Cuando estuvo listo, sacó cuatro panes que habían salido de la tostadora y los puso en los platos, terminó de decorar el plato con aguacate y unas hojas de orégano.

Pero Jaeyun no era así. En lo absoluto.

Él, apenas se levantaba, lo primero que encontraba era lo que comía, ya sea cereal o una fruta.

—¿Por qué huele tan delicioso?

—Acércate y descubre —Jaeyun le guiñó un ojo al vertir café en dos tazas iguales. Parecían de pareja—. Adelante, espero que mis dotes culinarios sean de tu agrado, de lo contrario, mis sentimientos serán heridos.

—La última vez que alguien cocinó para mi fue en último año de colegio, mi madre solía preparar mi desayuno antes de irme —Sunghoon confesó y cogio un cubierto. Se llevó a la boca un poco de omelet—. Por Dios, Jaeyun.

Cerró sus ojos y se dejó llevar por el sabor.

—Esto es... es... —terminó de masticar y bebió un poco de café—. Delicioso. Muy bueno.

Jaeyun se sonrojo, pero, al notarlo, se giró y pellizcó su brazo.

—¿Puedo contratarte como chef personal?

—¿Qué? —abrió sus ojos—. No exageres, ya... sigamos desayunando. Hoy te quiero llevar a una convención de Star Wars, así, le podrás dar uso a tus palillos chinos de sables de luz.

—¿Es una cita? —los ojos de Sunghoon se iluminaron, a lo que el otro chico volvió a sonrojarse pero lo ignoró por completo.

—No.

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