[Sour Boy] ෂ Five & Tú

CAPÍTULO 2

—Estas son para el dolor de cabeza, estás otras para la infección y...

—Si, si, si, Amm...Grace, creo que con la del dolor de cabeza bastará—traté de contestarle lo menos tosca posible—.

Estaba ahí escuchando sobre dos mil pastillas milagrosas de no sé qué porque alguien tiene un maldito dolor de cabeza y que, al parecer, el quinto Hargreeves no puede soportar.

—Ah, si, está bien cariño—tomó una bandeja con un vaso de agua y unas pastillas y me la entregó—llevásela a tu hermano.

Y con una sonrisa se dió la vuelta para seguir sacudiendo. Negué con la cabeza y me dirigí en dirección a la habitación de Cinco.

—¿Por qué en una bendita bandeja? No puedo llevar el vaso y las pastillas en la mano acaso—solté entre dientes—.

No tenía nadie con quién apostar pero se que al final terminaré tirando la bandeja al suelo.

Cuando se trata de apostar mis estupideces siempre gano.

—Hola—saludé mientras abría la puerta con el pie ya que tenía las manos ocupadas— Te traje tus pas...

—No te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar, por lo visto.

Ay Dios, aquí vamos otra vez.

Diría que es el dolor de cabeza pero deduzco que es así de agrio desde que nació.

Cinco tenía cara de pocos amigos—siempre la tiene pero hoy la tiene más—.

Le dediqué una sonrisa amarga y volví a salir del cuarto, cerrando la puerta otra vez con el maldito pie.

—¡Toc-toc-toc!—dije mientras golpeaba la puerta para volver a entrar—.

Me quedé ahí parada con una ceja enarcada y sonrisa irritante mientras él sólo tenía esa mirada de tengo ganas de matar a alguien y tú eres buena opción.

—¿Qué?¿ Quieres que te diga quién es ?

—Nop—le sonreí ya con pocas ganas—.

—Y tampoco te dije que pasaras—mencionó refiriéndose a la puerta—.

—Y yo no te dije que me estás contagiando el dolor de cabeza con sólo hablar. Toma las pastillas y ya—le respondí igual de irritada—.

Puso los ojos en blanco al mismo tiempo en que yo dejaba la bandeja en la mesita.

—¿Me lo podrías pasar?

Cogí el vaso con agua y estaba a punto de entregárselo cuando tropecé y todo pasó muy rápido como para analizar.

Solté un gritito de asombro al ver cómo quedó el agua y el vaso.

Cinco no entendía nada pero se quedó viendo el agua completamente curioso y confundido.

Giró su cabeza hacia la derecha como un cachorro para observar mejor la situación del líquido flotante.

Yo hize lo mismo la verdad, para qué negarlo.

Y ahí estábamos los dos.

Y ahí estaba el agua flotando a una distancia del piso, igual que el vaso.

—¡¿Qué hago ahora?!—le digo al no entender nada—.

—¿Cómo lo haces?.

Es lo único que va a decir, hay agua flotante y es lo único que me responde.

—¡No lo sé!

Arrugó su frente y frunció sus cejas al escucharme.

—Deja de gritar, maldición. ¿No puedes hablar como alguien normal?