Capítulo 3 Días oscuros

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8 de noviembre de 1519

Las armaduras de los españoles eran una muestra de poder para los aztecas, como si la mismísima Metztli⁰ les hubiera otorgado su protección divina reflejada en un brillo plateado.

El pequeño sucesor de Azteca solo se asomó admirando la escena, le encantaba la idea de recibirlos, pues su propio nombre llevaba la bendición de la misma diosa que los envió. México, «en el ombligo de la Luna». No podía esperar a preguntarles cuál era el secreto para convertirse en el mejor guerrero.

10 de noviembre de 1519

"Senior Espania" —Le llamó el pequeño indio, dirigiéndose a él como se lo habían pedido.

¿Necesitáis algo niño? —Cuestionó serio, mirando con superioridad al inquieto joven frente a él e ignorando el hecho de que dijera mal su nombre.

"Yo querer saber secreto para ser mejor guerrero" —Pronunció con dificultad, al menos era entendible lo que decía.

No necesitáis ser un buen guerrero —Expresó confundiendo al menor—. Todo lo que te hace falta es seguir los mandamientos de Dios.

El pequeño de sangre azteca entendió lo que le dijo, pero no alcanzaba a comprender el porqué de ello. ¿Es qué acaso su vida no dependía de su propia fuerza para honrar a los dioses y al pueblo? ¿Entonces para qué entrenó?

Sin un propósito claro se sintió perdido, ¿A quién hacerle caso? ¿A su propio padre? ¿O a los dioses que vinieron de tan lejos a iluminarlos?

Mayo de 1520

Hacía meses que los españoles los habían traicionado. Con Moctezuma capturado y una nueva enfermedad mortal, era difícil mantener la esperanza.

Es una cruda realidad saber que a quién veías como dios, se volvió en tu contra. Aún siendo recibido con los más grandes honores, solo obtuvieron un agradecimiento armado.

Mientras tanto, el pequeño azteca se sentía más que perdido en la desesperación, su gente estaba muriendo. Si tan solo tuviera el poder de un verdadero guerrero sería capaz de vencer a España, pero le había fallado al pueblo.

29 y 30 de junio de 1520

Después la muerte de Moctezuma, Cuitláhuac se proclamó en el nuevo Tlatoani¹ del imperio, recibiendo total apoyo de Azteca. Aún cuando los tlaxcaltecas² se unieron con el enemigo, lograron la victoria tras una gran batalla.

Esa noche del 30, España lloró de la impotencia por la derrota, mientras que el pequeño México hizo lo mismo por no haber sido llamado a luchar. Pensaba que su padre ya no lo veía como un guerrero.

25 de noviembre de 1520

Cuitláhuac murió de Viruela, la noticia estremeció a todos en la gran ciudad. Pero eso no fue lo que le preocupó a México, era que su padre se había contagiado también.

Hijo mío, antes de morir quiero que me prometas una cosa.

No, tajtsin³. No me dejes —Suplicó entre lágrimas, sabía que un guerrero no debía llorar, pero ya no podía verse como uno.

Recuerda bien mis palabras, mi tlasemololo⁴. A tus enemigos muestrales el coraje de un guerrero, pero a tus aliados no les dejes saber del legado que corre en nuestras venas.

Dicho eso, imperio Azteca tomó su penacho⁵ y macuahuitl⁶ para partir al campo de batalla, estirando sus alas en un último vuelo hacia su fin, ignorando los gritos de suplica de su hijo.

Azteca amaba tanto a su pequeño, que luchó en su lecho de muerte para protegerlo.

13 de agosto de 1521

Con Cuauhtémoc como el último líder de los aztecas, lucho incontables batallas por casi un año, hasta que los españoles le capturaron dando por terminada la guerra.

México no lo podía creer, su pueblo había sucumbido ante las garras de España. Encadenado, grito de dolor cuando su cuerpo se volvió de un blanco pálido, con una enorme cruz roja atravesando su rostro. Aquel cambio le dolía.

Era doloroso saber que le había fallado a todos. A su gente, a su padre y, sobretodo, a él mismo.

Te ves bien Nueva España.

Asustado, alzó la vista para mirar a su conquistador. Temeroso por lo que le podría hacer, se encogió hacia atrás sin dejar de verlo, las lágrimas amenazaban con desbordarse.

Ay, esos ojos —Suspiró tomando del mentón a su nuevo trofeo—. Sin duda sois lo opuesto a tu padre, él siempre me miró con coraje hasta su muerte, pero tú te ves muy sumiso.

Las lágrimas cayeron sin parar, desamparado frente a su nueva vida, lamentándose cada día por ser tan débil. Así mantuvo en silencio cada golpe, maltrato y castigo. Todo hasta que ya no pudo soportarlo más.

Hasta que tuvo el valor de levantarse.

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Metztli: Diosa de la luna.
Tlatoani¹: Es el nombre con el que se referían a un gobernante. (Náhuatl).
Tlaxcaltecas²: Nombre con el que se identifica a una civilización de aquella época.
Tajtsin³: Amado padre. (Náhuatl).
Tlasemololo: Heredero. (Náhuatl).
Penacho⁵: Tocado de plumas de quetzal engarzadas en oro.
Macuahuitl: Arma parecida a una espada, hecha de madera con varios filos de obsidiana incrustados a cada lado.

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