Epílogo

509 39 6
                                    

Una alocada fiesta se estaba dando en la casa de México, el amargo aroma a alcohol y cigarrillos inundaba el ambiente junto a la música. Era raro, pero esta ocasión también los acompañaba USA en el desmadre.

Solo que había algo que no le cuadraba al mexicano y no se trataba de su vecino, mucho menos sus hermanos. Había alguien melancólico en la fiesta.

– Con que aquí estabas –Le habló México, tomando un largo trago de su tequila.

– Hey chaval, ¿porqué no vas a divertirte? –Preguntó nervioso el español.

– Ya lo hice, pero me siento apagado si alguien se me pone depre en la peda.

España no respondió. A pesar de todo el ruido, el ambiente se sintió silencioso.

– ¿Porqué no intentaste hacer una conexión?

– No me apetecía.

– Mentiroso.

Tomando de la mano a su padre, México se lo llevo a un lugar apartado para hablar con más tranquilidad. No quería que ningún chismoso oyera.

– ¿Te sientes culpable?

– Sí, no merezco tener ese poder.

– Eso fue hace ya mucho tiempo, no me molestaría que-

– ¿¡Cómo podéis decir algo como eso a la ligera!? ¡Yo maté a Azteca!

Entristecido, México abrazó con cariño a España, quién terminó llorando por el dolor que le ocasionaba recordar su mayor arrepentimiento.

– Sí, se que mataste a mi padre, pero eso no quita el hecho de que me abriste los ojos.

Ante esas palabras dulces, el español se quedó sorprendido. Jamás le escuchó decir esa parte de la historia.

– Gracias a ti, soy lo que soy ahora. Mi cultura se mezcló con la tuya, me quitaste todos esos sacrificios humanos y me enseñaste a ser alguien civilizado.

Separándose del abrazo, México le limpió las mejillas con suavidad.

– Incluso si fuiste duro conmigo. Gracias.

Inmersos en el momento, solo se sonrieron alegres disfrutando de la compañía mutua. El pasado quedó atrás, pero se llevaron las cosas buenas.

– Nomás agarra un papel pa' esos mocos, porque ni creas que te los voy a limpiar con la mano.

España se puso rojo de la vergüenza y al instante le gritó sobre lo irrespetuoso que era, mientras que su hijo se reía divertido regresando desvergonzado a la fiesta.

Quizás España nunca sea capaz de eliminar la culpa de su corazón por Azteca, pero al menos consiguió el perdón que necesitaba.

Fin.

AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora