Capítulo 7 Perdón

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Los cálidos rayos del sol acariciaban la piel del mexicano, como si quisieran darle consuelo, pero nada podía hacerle dejar de llorar. Su quebrada voz susurraba palabras llevadas por el viento hacia un destino inexistente, suplicando perdón a quien nunca le respondería.

Pronto, esos susurros se convirtieron en gritos exigentes por una respuesta, aunque México sabía que eso jamás iba a ocurrir.

Deseaba con todas sus fuerzas volver a esos días donde su padre lo protegía, volver a verlo otra vez. Pero todo eso fue inútil, no había nada que pudiera aliviar a su solitario y malherido corazón, o al menos eso creía.

– ¡México!

Alguien le llamó a la distancia, no se dió cuenta cuando se había hecho de noche. Levantándose del suelo, se asomó viendo como su familia corría hacia él.

Inmediatamente ocultó sus alas y secó sus lágrimas esperándolos con una sonrisa falsa.

– ¡Hola! –Les saludó–. ¿Qué están haciendo aquí? Ya es muy tarde compas.

Sin esperarlo en lo más mínimo, recibió un gran abrazo por todos; uno cálido y acogedor. Rompiendo a llorar otra vez, sollozó sobre el hombro de quienes no le habían abandonado.

– Boludo, nos tenés preocupados.

– Pe, no vuelvas a hacer eso.

– No tienes que ocultar lo que eres, yo también soy furro weón.

Escuchar esas palabras dulces lo calmaron, dándose cuenta de que les tenía a ellos. Quizás ya era el momento de dejar todo en el pasado, sin embargo, no todo iba a ser tan fácil pues alguien más había llegado a la cima.

– Hey, beaner.

Justo iban los latinos a gritarle mil cosas, pero México les detuvo. Quería enfrentar ese problema por su cuenta.

– ¿Qué quieres gringo?

– I... I'm sorry –Se disculpó, aún cuando USA es alguien muy orgulloso para hacer eso.

– Me es difícil perdonarte ahora güerito.

– I know, I know but I... te envidio –Confesó–. Envidio eso que te hace especial.

Las palabras de Estados Unidos sorprendieron a México, quién se separó de sus hermanos para acercarse despacio, curioso por saber más sobre quien ocultaba sus ojos del mundo.

– Quería ser como tú –Prosiguió–. Yo... no recuerdo como era mi padre, no tengo nada de él.

En ese momento México lo entendió todo, la razón por la que USA lo molestaba tanto cada vez que se veían. Él se sentía celoso porque le habían arrebatado todas sus raíces.

– Entiendo como te sientes –Le consoló el mexicano–. Pero por más que lo intentes ocultar, mi legado no es el mismo que el que tú tenías.

– Lo sé, pero me engañaba pensando que eso me haría recordar quién era.

México miró atento a su vecino y tratando de descifrar sus pensamientos se acercó más para quitarle los lentes con cuidado.

Nunca se lo diría, pero amaba la heterocromía de USA.

– Si eso te hace sentir mejor, puedo compartir mi cultura contigo.

USA no tenía palabras, sin saber que responder se quedó mirando al mexicano, quién le sonreía alegre como en aquellos tiempos donde eran colonias.

Justo iba Brasil a poner mil razones sobre el porqué no se merecía tal cosa el gringo, pero México le detuvo.

– No estés celoso primo, a todos les puedo enseñar.

Dicho eso, México empezó a explicarles cómo lo harían, siendo paciente con todos. Sentir el aire, la tierra, la vida dentro de sus territorios, sentir el espíritu de su animal representativo.

– Pe, ¿cómo vamos a saber cuál es?

– Solo lo sabrán, pero no pueden forzar la conexión, tanto ustedes cómo el espíritu deben volverse uno en sus corazones.

USA cerró sus ojos con fuerza, nervioso por lo que podría ocurrir. A pesar de estar lejos de su territorio, podía sentirlo. Osos, lobos, castores y cientos de especies más, pero ninguno le veía.

Entonces lo sintió, su corazón palpitaba emocionado por el encuentro hasta que se unieron. El ardor en su pecho le quemaba, pues mucha energía se había liberado. Fue así como un par de alas se extendieron, las de un águila calva.

– ¡Eso mi güero!

USA lloró también, quizás ese no era el legado de su padre. Pero al menos era lo más cercano que tenía. Mirando a su viejo amigo, se levantó para darle un fuerte abrazo.

Mientras tanto, el resto de los latinos consiguió con éxito esa nueva forma. Argentina como un hornero, Brasil como un jaguar, Perú con una vicuña y Chile siendo aún más Chile.

– Y eso no es todo compadres, si tienen un animal endémico es mayor la probabilidad de unirse a él.

Les sonrió cambiando su apariencia feroz por la ternura de un ajolote, sin embargo, las risas no se hicieron esperar. Una apariencia dulce en un cuerpo musculoso no quedaba del todo bien.

Al final, México no pudo obtener el perdón de su padre, pero al menos podría perdonarse a sí mismo y disfrutar de la vida con sus hermanos y amigos. Todo se había solucionado.

¿Verdad?

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Esta vez los diálogos de USA no los traduciré porque son fáciles de entender.

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