INTRODUCCIÓN - OSWALD CABBLEPOT

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Cuando tenía 15 años...

Sobrevivir en uno de los peores barrios de Gotham – si es que había alguno bueno – nunca fue fácil. Pero la cosa era todavía peor si eras un niño esmirriado, escasa fuerza física y, para empeorar la situación, encima tenías un problema en un pie de nacimiento que te impedía caminar correctamente.

Quizá si hubiera tenido la posibilidad de acudir a un médico cuando era más pequeño, podrían haber conseguido lidiar con aquel "pequeño" problema, pero sobra decir que su madre, su encantadora y adorada madre, estaba sola y apenas tenían dinero para comer.

Claro que el pequeño Oswald había aprendido varias cosas, como por ejemplo, si juegas bien tus cartas, algunas personas podrían ser propensas a darte cosas. Sin ir más lejos, hacía años que el casero no le reclamaba a su madre la renta ¿por qué? Sencillo, Oswald solamente tuvo que llorar durante semanas y semanas delante de la casa de aquel hombre y hacerle ver las desgracias por las que pasaba su familia; aunque en Gotham nada es gratis. Así que el pequeño Oswald limpiaba la casa de aquel señor a cambio de que no exigiera a su madre nada por el alquiler (claro que no faltaba alguna que otra burla a su forma de caminar en aquella casa). Por otro lado, frecuentaba los comedores sociales y siempre sabía convencer a las personas que allí repartían para que sus platos fueran "considerablemente" más sustanciosos que los de los demás.

Pero entonces llegaba el peor momento: el instituto.

El pequeño Oswald se había ganado a los profesores, eso fue pan comido, pero ¿los compañeros? Aquello era un suplicio. Tenía que soportar sus burlas día sí y día también, a parte de aquellos abusones más altos y más musculosos que medían su fuerza con él.

Pero lo peor llegó cuando uno de sus estúpidos compañeros comenzó a decir: "mira cómo camina, parece un pingüino estúpido". No tardó en ser conocido por todo el instituto como "el pingüino".

Cuando pensó que no podría pasar la cosa a peor, algo sucedió...

¡El maldito juego de "cazar al pingüino"!

No sabía quién había inventado semejante juego, pero lo que sí sabía es que se trataba de un juego en el que debían "cazarlo", los métodos eran muchos y todo parecía valer. Cada niño se las ingeniaba para hacerle la vida imposible.

Cada día sonaba, al menos una vez, en voz alta "caza al pingüino" y su castigo volvía a empezar.

No obstante, tal día como hoy, fue el peor para él. Y es que el pequeño Oswald había encontrado un pequeño refugio, un amigo, en aquel instituto, un joven llamado Luke. Había aguantado muchas cosas, pero sabía que al final del día, aunque fuera durante un momento podría hablar con él y todo se pasaría.

Cuando salía del instituto, cojeando, se encontró con que alguno de sus compañeros había considerado muy divertido meter uno de sus libros de texto en un contenedor de basura en llamas.

- ¡No, mis libros no!- Gritó Oswald.

Corriendo lo más rápido que le permitió su pierna, alcanzó el contenedor y, aún a riesgo de quemarse, trató de salvar el libro. Su madre le había comprado aquellos libros con todo su cariño, esperando que su hijo llegase a ser alguien en Gotham, y es que siempre le decía que él era brillante, aunque muchos no supieran apreciarlo; simplemente no había llegado su momento.

Al sacar el primer libro, habiendo recibido una pequeña quemadura, pudo ver que dentro de ese contenedor no solo se encontraba ese libro, sino que estaban los que había llevado aquel día al instituto.

- ¡No!

Desesperado trató de buscar ayuda en su amigo Luke, que había salido a la misma vez que él.

El enigma del amor al pingüinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora