CAPÍTULO 6

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Selina le entregó la foto a Barbara.

Desde un principio eso era lo que Barbara quería – la foto-. En realidad, no exactamente la foto, o al menos no lo había expresado ella así, sino que había dicho "quiero que me traigas lo más valioso para el pingüino, pienso hacerlo pagar por lo que le ha hecho a Tabi".

A Selina no le caía bien el Pingüino, era un manipulador experto y siempre buscaba tajada. Pero sabía que era inteligente y que con él trabajaba demasiada gente, tenía ojos y oídos en todos lados. Las posibilidades de que descubriera que ella estaba detrás de aquel robo eran elevadas pero, por suerte, podría echarle el muerto a Edward Nygma. Después de todo si le hacía algo a él, le traía sin cuidado.

Barbara rió en cuanto vio la foto.

- Así que esto es lo más importante para Ozzi. Creo que tengo una idea.

Selina miró a Barbara, esperando que le contase sus planes.

- Sigue enamorado de Ed, eso nos dará una oportunidad. Necesito hacerle creer que le haremos daño y vendrá corriendo. Entonces, mis asesinas y yo, lo haremos sufrir.

Selina emitió un sonido de repulsión cuando Barbara confesó que Oswald estaba enamorado de Ed.

- No pensé que fuera capaz de sentir amor por nadie.

- Cariño, los villanos también sentimos amor, si no ¿por qué crees que ayudo tanto a Jim?

- ¿Quieres decir que estás enamorada de Jim?

- No, pero...algo de cariño le tengo.

- Bueno, vale, pongamos que es cierto ¿cómo piensas hacer que se lo crea? Pedirá pruebas.

- No te preocupes, lleva desaparecido meses, será nuestra oportunidad.

- Bueeeno...

Barbara fulminó con la mirada a la más pequeña.

- Digamos que he visto a Ed y que, él precisamente, buscaba al Pingüino y me ayudó a poder robar esto.

- Es agradable saber que, al menos, Ed no siente lo mismo por él. Está bien, pensaré en algo.

Barbara sabía que debía ser cuidadosa con su próximo movimiento. Si Ed estaba cerca la técnica de los rumores no iba a servir, porque tan pronto Ed la oyera iría corriendo a hablar con Oswald o, simplemente, podían encontrarse por cualquier otro motivo. Tenía que asegurarse de actuar rápido, antes de perder su oportunidad.

Y, finalmente, aunque no parecía ser la estrategia más inteligente, optó por recurrir a la vía rápida. Descolgó el teléfono y marcó el teléfono de Oswald.

- El gran señor Pingüino ¿qué desea?- era la voz del inútil de Penn.

- Quiero hablar con tu jefe, soy Barbara. Dile que si no responde a esta llamada Ed morirá.

- ¡Oh, si, si!

Tras unos minutos de espera larguísimos (ese Pingüino era un lento) por fin Oswald respondió.

- Barbara ¿qué quieres?

- Hola Ozzi, solo quería comentarte que a Ed le sienta genial el color rojo ¿no crees?

- Él es más de verdes, la verdad. Pero supongo que tampoco le quedaría mal.

Ella enarcó una ceja. No esperaba esa respuesta.

- Creo que no me has entendido bien, Ozzi.

- Te he entendido perfectamente, y de mi parte puedes decirle que estoy cansado de sus jueguecitos.

- ¿Perdona? No es que esté aquí muy a gusto.

- Pues que le aproveche.

Tras esto, Oswald colgó el teléfono.

Vale, esa no era la reacción que esperaba.

Oswald gritó furioso tras colgar el teléfono.

- ¿A qué demonios estás jugando, Ed?

No pudo seguir quejándose, pues ante sí apareció una de esas personas cansinas que aparecen siempre que no quieres verlas: James Gordon.

Tuvieron una conversación sobre cómo podía la ciudad seguir adelante, parecía que Gordon trataba de transmitir un mensaje a todos los líderes de las bandas para que colaborasen, al menos hasta que la situación de la ciudad fuera mejor. En su opinión aquello era un movimiento arriesgado, pero él no iba a juzgar, se limitaría a hacerle el favor a Gordon, por supuesto, todo a cambio de su inmunidad absoluta.

Al poco de irse James Gordon, recibió a Penn que le entregó una foto que parece que había recibido hace unos minutos por parte de un completo desconocido, supuestamente venía de parte de Barbara.

Nada de lo que viniera de parte de esa mujer podía ser bueno, pero no por ello no lo iba a abrir. Siempre podía negociar algo.

Al abrir el sobre y ver lo que contenía dentro reculó hacia atrás y, tras perder el equilibrio, cayó al suelo.

- ¡Ed!

Arrastrándose por el suelo cogió aquella foto entre sus manos.

En la foto podía verse el cuerpo del alto, lleno de sangre, con las gafas rotas y muy mal aspecto.

- ¿Pero cómo te has dejado atrapar por esa loca?

Furioso, arrugó la foto entre sus dedos y la tiró con desprecio.

Se levantó como pudo y sin demorarse, decidió ir al club de las Sirenas. Barbara se las iba a ver con él.

Al llegar al club de Las Sirenas, las luces parecían apagadas. Todo parecía apuntar a que aquello era una trampa, pero no podía arriesgarse a que le pasara algo a Ed, al menos debía comprobar que estaba bien.

Entró con varios de sus hombres.

En el escenario había una luz que enfocaba el cuerpo inerte de alguien.

- ¡Ed!

Caminó apresuradamente hacia su amigo. Cuando lo alcanzó se agachó a su lado y se fijó bien el cuerpo. Ese no era el cuerpo de Edward. Luego miró el rostro y, definitivamente, aquel no era Ed.

Entonces escuchó a sus hombres gritar, probablemente siendo atacados por las asesinas de Barbara.

Las luces se encendieron y se pudo ver claramente la masacre a sus hombres, había sangre y cadáveres por toda la habitación. También pudo ver a Barbara, que lo miraba con una sonrisa de satisfacción mientras lo apuntaba con una pistola.

- Ay, el amor, nos hace tan tontos ¿no crees? Aquí te tengo, a mi merced.- Se mofó Barbara.

- Decir que estoy a tu merced es mucho decir.

Ella empezó a acercarse, sin soltar el arma.

- Mataste a Tabi y eso nunca te lo voy a perdonar.

- ¿Dónde está Ed?

Barbara frunció el ceño. Nada era más molesto que sentirse ignorada, de hecho, sentía que el Pingüino no se estaba sintiendo, para nada, amenazado.

- Probablemente matando a alguien o buscando acertijos raros.

- Bien, gracias por confesarlo.

- ¿qué?

Él se levantó y apuntó a Barbara con una pistola.

- Si me disparas apretaré este gatillo y morirás conmigo.

Ella no dejó de apuntar.

Se dirigieron una mirada amenazante, pero ninguno de los dos se movió.

Entonces Oswald sintió un golpe seco en la cabeza y lo último que escuchó fueron las escandalosas risas de Barbara. 

El enigma del amor al pingüinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora