Los jadeos se escapaban miserablemente entre sus labios al mismo tiempo que sus piernas no dejaban de moverse, el cansancio estaba marcado en su rostro y hacía que su carrera se volviera errática en algún punto dado a ese mismo agotamiento, pero no podía permitirse tomar un descanso. Al menos no si no quería salir herido, porque ya habían pasado casi cuarenta minutos del toque de queda y debería estar en su hogar, su familia debía estar extremadamente preocupada y lo peor de todo es que ni siquiera tenía el teléfono con la batería suficiente para poder avisarlos aunque fuera mientras seguía corriendo. Su cuerpo dolía producto de respirar el aire frío, giró los ojos hacia una casa perfectamente conocida y sus pasos temblaron, vacilaron y se volvieron erráticos ante el pensamiento de que definitivamente no era buena idea, pero era lo mejor que tenía. Giró sobre sus talones y picó con los nudillos desesperadamente a la puerta, sus ojos afilados y temerosos miraban a su espalda constantemente, vigilando a los ojos que como si fueran tímidos muchachos con fobia social no se movían mientras él esperaba a que lo atendieran.
- ¿Qué diablos estás haciendo en la calle a esta hora y en celo?- suplicó con la mirada que lo dejara pasar, porque si le cerrara la puerta, en este instante ya estaría muerto, más que nada porque al olfatear ligeramente el aire era capaz de notar las presencias tan fuertes que lo rodeaban.
- Ayuda, por favor...- rogó.
- Maldita sea...- susurró y rodó los ojos.- Pasa.- sus ojos brillaron.- Avisa a tus padres.
- No tengo batería.- pasó a la casa con las manos temblorosas y un dolor de garganta que lo estaba matando, el aire frío le conllevaría un resfriado grave, además de la carrera que había hecho.
- ¿Hay algo que sí tengas?
- Celo...- respondió sin vacilar haciendo el intento de mostrar una sonrisa, aunque fuera de forma tímida, y eso tatuó el sarcasmo en el rostro contrario al alzar una ceja.- Pero no pastillas.
La expresión sarcástica del contrario pasó de la ironía a la irritación en poco más de dos décimas de segundo. Se frotó el rostro, especialmente el puente de la nariz. No alcanzó a cerrar la puerta, simplemente agarró un abrigo del perchero y lo pasó rápidamente por sus brazos.
- Quédate aquí.- ordenó agarrando una bufanda y salió de la casa cerrando a su espalda.
Asintió con la cabeza lentamente, aun cuando no fue visto, tomó aire profundamente y giró la vista para mirar la casa vacía, la televisión estaba encendida, la playstation 4 con el mando sobre la mesa y un juego estilo RPG de caballeros y mazmorras con la pantalla de pausa; al menos tres bolsas de patatas fritas acabadas, dos de chessy pots, una terminada y la otra a medias, una coca cola de litro medio acabar y una pizza con tres rebanadas acabadas era lo que pudo interpretar como la cena idílica del castaño. A juzgar por el estropicio y por la ausencia del olor a galletas horneadas de Liane, lo más probable es que el castaño estuviera solo aquella noche y hubiera aprovechado para tener una de las mejores y más relajantes noches de toda su vida.
Hasta que él decidió llegar, interrumpirlo y encima obligarlo a salir después del toque de queda (que era para omegas, en realidad, pero seguía siendo una advertencia de cuidado porque los alfas podían ser atacados por otros alfas en un intento de eliminar competencia) para comprarle pastillas porque estaba en celo.
Ah, y sí, Cartman era un Alfa, extraño que no se le hubiera lanzado al cuello al verlo rogarle en la puerta de casa, en celo y siendo perseguido por un montón de hijos de perra que le iban a dejar el trasero como un bebedero de pájaros.
Sea como fuere, sin moverse del sitio para evitar volver loco al castaño cuando este llegara al esparcir excesivamente su olor, simplemente esperó a su llegada. Este no tardó más de diez minutos y llegó refunfuñando y echándole en cara que le debía un favor de los gordos porque la zorra de la farmacia le hizo casi doscientas preguntas para venderle las pastillas.
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182.- Tres y medio (Todos x Kenny) (Omegaverse)
FanfictionLos jadeos se escapaban miserablemente entre sus labios al mismo tiempo que sus piernas no dejaban de moverse, el cansancio estaba marcado en su rostro y hacía que su carrera se volviera errática en algún punto dado a ese mismo agotamiento, pero no...