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Penas de un demonio:

"Y si así el miedo no fuera más que un mito ¿Qué sería de nosotros?"

La cabeza le palpitaba, a la sincronía de su gastado corazón, órgano existente, pero completamente disfuncional de manera sentimental, su pelo húmedo por el rocío se le pegaba a la frente, incómodo, completamente empapado y con frío. Bill detestaba su existencia en esos momentos, más, si tomaba en cuenta que ha estado dentro de un saco de carne humano, durante al menos siete años diría, no es como que lo pensara mucho, no con un psicópata genocida detrás de él, que mató a su familia, y se apoderó del infierno, había aprendido la lección la primera vez que bajó por curiosidad, cegado por el llamado de algo más allá de los lamentos, los sollozos, la desesperación y pena humana y el pútrido olor a huevo podrido del azufre.

Suspiró cansinamente optando por quedarse ahí tirado un rato más, como un completo patán tarado que disfruta de enfermarse y enfriarse como el demonio, no muy lejos, porque lo seguía siendo... en menor medida.

No sabía a ciencia cierta lo que sucedió cuando trató de escapar de la furia de David, lo habían perforado con la mirada, solo por cargar un bebé, ¡Un jodido bebé de siete años!, no era un bebé, pero para sus miles de años de existencia, parecía una cosita insignificante de grandotes ojos cafés llenos de curiosidad, encantado de estar en su presencia, absorbiendo sus burlas y cuentos como nanas de noche, dentro de una cuna, que se convirtió en una cama, donde los niños lloraban y gritaban blasfemias.

No muy devoto, pero paciente, lo arrullaba, metido en la oscuridad, le daba de comer y lo entretenía, como una copia barata de lo que debía ser un cuidador ejemplar, Bill era de todo menos ejemplar, era como era y hacía lo que quería, ¿Qué si se había encaprichado con un alma joven y perfecta para el matadero?, no tenía idea de que sería su perdición, lo hacía vivir en su propio mundo, amando pero odiando todo al mismo tiempo, un poco patético, pero en la oscuridad le llamaba, cuando caía la noche y la luna se tapaba con nubarrones, cuando las tormentas caían, y el peluche, que desaparecía cada mañana al despertar, volvía al pecho de su dueño.

Bill pensaba que su cervatillo no podía vivir sin su cazador, una absurda historia de ir y venir, correr a los brazos del peligro, porque su peligro asechaba en la luz, esperando, con la mejor máscara de simpatía, con sus mejores trucos, inintencionadamente, creyendo que estaban haciendo lo correcto... a su manera claro, a la brillante luz blanca y cegadora.

Su brazo rascó la hierba debajo y alrededor de él, superficialmente, dejando caer su palma en su rostro, tallándolo exasperadamente, odiaba pensar en el pasado, no era agradable, no cuando fue ejecutado y juzgado por querer una presa tierna y abandonada, el más débil de la camada.

Y era así, porque los recuerdos llegaban como susurros.

Esa noche no llegó a la cabaña, perdida en una replicaba exacta de lo que era dentro del mind-space, estaba tratando de correr por su jodida vida, jodida existencia mortal que lo hacía vulnerable, y Bill Cipher odiaba ser vulnerable, pero se sentía curioso, porque los susurros de los recuerdos, las risitas como campanillas dulces de las hadas llegaban a sus oídos, memorias olvidadas, casi removidas, abiertas para dar paso a la ignorancia, para 'seguridad', listos para manipular.

¿Lo habría esperado como cada vez que llegaba después de que cerrara los ojos?, ¿Se habrá sentado en el porche, con los pies jugando el hierba?, ¿Pateando el pasto para luego mirarle a los ojos y preguntarle por su día?, ¿Creyendo que no es más que su propia imaginación? Atrapado por completo en una red de ilusiones donde la realidad de dispersaba y la existencia continua fallaba.

Tal vez... debería... no, no podía seguir ese hilo de pensamientos, las amenazas de David estaban ahí, flotando a su rededor, floreciendo como dudas, flores simbólicas que no hacían más que sacarle de quicio, así que decidió que sería buena idea levantarse y salir del bosque donde había terminado tras la persecución de Lucio.

Era un maldito infierno, demasiado irónico, demasiado trillado.

Tenía que aprender a luchar conta el eco en el espejo, y encontrar en sus ojos, un destello de ellos...

Así que se paró, y caminó con un rumbo fijo, porque a la distancia, la cabaña abandonada de lo sueños, le esperaba para un reencuentro dentro del pueblo durmiente y perdido de Gravity Falls.

𝐃𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐋𝐚 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐁𝐢𝐥𝐥𝐝𝐢𝐩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora