Un biberón lleno de culpa

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—¿Papi?

  Harry sintió como la pequeña y aún demasiado débil mano de su hijo apretaba la suya.

—Wyatt, bebé, aquí estoy.

Llevaba casi dos horas dormido en una silla junto a su cama, pero se incorporó inmediatamente al escuchar su voz, sentándose junto al pequeño y acariciando suavemente su rostro.

El castaño lo miró con sus enormes ojos verdes; parpadeó en su dirección, disipando el sueño que amenazaba con tumbarlo de nuevo al colchón.

—¿Estamos de nuevo en el hospital? —Preguntó, más abatido de lo que debería sonar alguna vez un niño de su edad.

—No, campeón. Estamos en casa ¿Recuerdas? —Harry deslizó sus dedos por los finos mechones de su hijo, apartándolos de su frente.

—¿Y por qué dormías en la silla?

—Quería estar aquí cuando despertaras —Susurró, antes de dejar un beso en su coronilla.

La verdad era que, cuando había vuelto de la casa de Malfoy, Lorna, la niñera temporal de Wyatt, le dejó saber que el chico había decidido tomar una siesta de media tarde.

Harry sabía que Wyatt solo tomaba
siestas si se sentía mal, pues de no ser el caso, el niño era todo un terremoto andante.

Y lo cierto era, que prefería mil veces tenerlo destruyendo la casa y dejando juguetes por todas partes que verlo languidecer en su cama.

—¿Te sientes bien, Wyatt? ¿Cómo ha estado el día?

En los últimos meses, desde que su tratamiento inició, los ataques de dolor constantes disminuyeron considerablemente; el medimago le informó, con una gran sonrisa, que se debía a que su cuerpo lo estaba aceptando como era debido.

Así que era perfectamente entendible que Harry entrara en pánico ante la mínima posibilidad de que volvieran a hacerle daño a su bebé.

—Solo estoy cansado —Su voz fue apenas un murmullo quedo antes de acurrucarse en el pecho de Harry —¿Papá?

—¿Si?

También estaba un poco somnoliento, la noche anterior no había podido dormir bien por la ansiedad de llevarle el bebé a Malfoy. Ahora, con ese peso menos en sus hombros, se creía capaz de descansar al menos un poco.

—¿Qué pasó con Will? —Y a la basura sus planes de un buen sueño.

—Lo llevé con su papá —Respondió, rogando internamente que fuera suficiente esa vaga respuesta.

Obviamente, no fue así.

—¿Lo volveremos a ver?

—Ya hemos hablado de esto, Wyatt.

Recordó la cara de su hijo esa misma mañana, al despedirse de la criatura que en cinco días se había adueñado de su corazón. Como lloró y pataleó, suplicándole para que se quedara con ellos.

Harry había hecho lo que tenía que hacer por la vida de su hijo, jamás se arrepentiría por eso. Pero, por un segundo, mientras veía a Wyatt llorar, por un instante solamente, consideró la idea de quedárselo.

Después de todo, Astoria le dijo que Malfoy no sabía nada. Podía quedárselo y jamás decirle a nadie quien era el padre.

Pero no. Hizo un trato con la bruja. Y por más que esta estuviera muerta, no rompería su palabra. No después de que gracias a ella su hijo estaba con vida y más sano que nunca.

Con el alma rota, lo entregó.

Y por Merlín, solo él sabía lo que sintió cuando vio el pánico en los ojos de Draco. Dos sentimientos dividieron su corazón; por un lado, el miedo a que lo rechazara, y por el otro, la esperanza de que lo hiciera.

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