¿Esperanza? ¿Qué es eso?

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—Te quedarás con el tío George mientras papá arregla unos asuntos ¿Si?

Harry abotonó el abrigo rojo y ajustó la bufanda al rededor del cuello de Wyatt.

—¿Más asuntos? —Un puchero se asomó en sus en sus labios e infló las mejillas infantilmente.

—Tu papá es un caballero muy solicitado ¿No es así, Harry? —Bromeó George, para sacarlo del apuro —No tienes que preocuparte, pequeño león. Estará de vuelta antes de que puedas decir "el hipogrifo incendió mi cocina".

  Lo levantó por debajo de los brazos y lo hizo rebotar en el aire, sacándole gritos de júbilo y diversión. Guiñó un ojo en dirección del pelinegro, quien suspiró con alivio.

—¿Me contarás la historia de tu oreja otra vez, tío George?

—Ummm, no lo sé, déjame pensarlo —Fingió por un momento que, en efecto, lo estaba pensando. Solo para después atacar el estómago del niño a cosquillas —¡Las veces que quieras, diablillo!

—Pórtate bien ¿Si? —Se agachó nuevamente ante él, una vez George lo devolvió al suelo. Se alegró de encontrar que todo el humor funebre de antes había sido remplazado por diversión —¿Me lo prometes?

—Lo prometo —Wyatt enganchó su meñique con el suyo y luego lo cruzó sobre su pecho solemnemente.

—Gracias de nuevo por cuidar de él —Habló, dirigiéndose esta vez al pelirrojo.

—No hay de que, Hars. Amo a este pequeñín —Revolvió su cabello —Es bueno tener con quien hacer bromas... al menos por un rato.

  No pudo evitar la mirada melancólica que dirigió al Weasley luego de eso, sabiendo perfectamente lo que había pensado.

—Estoy seguro de que no encontraré mejor compañero de fechorías que él —Continuó George —¿Cierto, diablillo?

  Wyatt, en respuesta, solo sonrió traviesamente, antes de correr como alma que lleva al diablo al interior de la tienda.

—Espero te vaya bien con eso que tienes que hacer —Deseó —Tengo que entrar antes de que consiga algo que pueda hacer explotar.

  Harry rio y se alejó por el ahora nevado Callejón Diagon, caminando desde Sortilegios Weasley hasta el punto de aparición más cercano.

  Una vez allí, utilizó la desagradable técnica de viaje para transportarse hasta las afueras de la imponente Mansión Malfoy, la cual no se veía para nada diferente al día anterior; quizás solo un poco más tenebrosa e intimidante ahora que no traía al bebé en brazos para distraerlo.

—Bueno, esto será interesante —Balbuceó para sí mismo.

  Se sorprendió al no sentir las protecciones de la casa interponerse en su camino, permitiéndole desplazarse con facilidad por los conocidos jardines e ignorar el bululú de los pavos que corrían por un lado a otro del mismo.

  Una vez frente a la puerta, no tuvo ni que tocar, cuando Malfoy, con ojeras enormes y ojos hinchados, se presentó ante él.

—¿Estás bien? ¿Ocurrió algo con Alioth? —Harry se alarmó tan solo ver el semblante desaliñado del rubio, imaginado los peores escenarios habidos y por haber incluso antes de que abriera la boca.

—¿Dónde mierda estabas? —Susurró muy bajo, como si temiera ser escuchado —Debiste llegar hace horas.

—Te dije que tengo cosas que hacer —Rebatió con indignación, cruzándose de brazos.

—¡Como sea! —Exclamó, viéndose arrepentido inmediatamente por su sobresalto —No puedes volver a irte, Potter.

—¿Disculpa?

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