Pero, por supuesto antes de que tuvieramos un sueldo estable, una casa, amigos nuevos o dinero suficiente para sobreexistir medianamente bien, tendríamos que pasar mucho sufrimiento y mucho trabajo agotador, porque ya se sabe que todo en esta vida cuesta un esfuerzo y si ese era el precio de nuestro sueño, estabamos dispuestas a hacerlo.
Al llegar tuvimos que alojarnos en un motel pequeño pero económico, que era lo que mas nos convenía, pero no fuimos al motel hasta no haber explorado un poco más la ciudad de San Francisco.
Llegamos por la mañana así que fuimos a un bar y expresamos como pudímos que queríamos dos cafés y dos napolitanas pequeñas, pues nos habíamos ido de España con los conocimientos básicos de inglés. A duras penas el camarero consiguío descifrar lo que queríamos.Estuvimos un buen rato charlando sobre el huracán de emociones que sentíamos. Pudímos observar con detención y curiosidad el amanecer de San Francisco : el tráfico se hacía más denso a medida que pasaban los minutos, la actividad de peatones iba augmentando cada vez más y se iba oyendo algún que otro diálogo en inglés entre corredores madrugadores.
Se respiraba un ambiente tranquilo, con clima temperado y suave. La sudadera que mi madre me había obligado a llevar por precaución (aunque era mayor) me sobraba y me la até en la cintura. Al atarmela vi que una nota se cayó de uno de los bolsillos y ponía:
"Estamos muy orgullosos de ti, cuídate, y como sabemos que eres despistada, te recordamos que tienes que llamarnos en cuanto llegues.
Te queremos y lo haremos siempre,
Tu orgullosa familia."Enseguida se me saltaron las lágrimas y no pude evitar echalos de menos. Marina se dió cuenta de eso e intentó hacerme reír por todos los medios:
- ¿Qué hace un hombre con un bote de ketchup en la oreja?
- No lo sé- dije preparandome para un chiste sin gracia-
-Escuchar salsa!!!
Las dos caímos en una risa tonta y despreocupada y por supuesto escandalosa. Todos los viandantes de la calle se habían percatado de nuestras risas y intentamos disimular como pudimos. Aquello nos hizo sacar los coloretes.
Pasada la verguenza pagamos con dólares estadounidenses que habíamos cambiado antes de partir. Sólo nos costó 2$.
Llegamos al motel y decidimos inspeccionar las habitaciones. No era muy grande por lo cual no nos llevó mucho tiempo. Decidí soltar el equipaje y ducharme, necesitaba verdaderamente una ducha.
Mientras me enjabonaba con un gel que olía a frutos del bosque, tarareando una melodía de piano que estaba practicando desde hacía tiempo, y submergida en una niebla de vapor que me introducia en mi mundo, Marina me explicó que teníamos que encontrar un apartamento para alquilar lo antes posible e instalarnos rápidamente y que ella ya había organizado una cita con alguien que nos enseñaria un apartamento pequeño, amueblado y acojedor. La noticia me pilló por sorpresa pero Marina es así, una chica que hace los planes en el momento, y sus ojos color castaño están siempre ansiosos de ver más.Ella siempre va a la moda, y mi estilo es más simple, solo unos tejanos y una sudadera son suficientes. A ella le gusta el mismo estilo de música que yo así que eso no es para nada un problema. Desde pequeñas nos habíamos llevado muy bien, pasabamos los veranos juntas con mi tia abuela, Matilde, y ella me hacía reír como nadie y me cuidaba un montón. En vez de una prima la veo como una hermana, solo dos años mayor que yo. De pequeñas hacíamos planes sobre fugarnos a vivir lejos de España sin nuestros padres y ahora era real.