El susto

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Llegó a Ecomoda y a toda prisa se dirigió al ascensor, sabía que llegaba tarde y que probablemente la reunión ya había empezado.

—Buenas tardes, doña Marcela. —Sandra y Mariana la saludaron cuando la vieron salir del ascensor.

—Buenas tardes. -dijo sonriendo brevemente a las secretarias.

—Ay Marce, llegas tarde. Hugo, Armando, Mario y Catalina ya están en la sala de reuniones.

—Lo sé, Patricia, se me pasó la hora. Estaba con mis suegros.

—Marce, ni siquiera sabes lo que me pasó... —La rubia iba a decirle algo, cuando Marcela la cortó.

—Después hablaremos, ¿vale? Tengo que entrar ahora.  —dijo consciente de que no podía perder más tiempo, sobre todo con las quejas de su amiga.

—Key, Marce, key. —dijo un poco disgustada.

Entró en la sala de reuniones y, de hecho, la comisión acababa de empezar, así que, tras saludarles, se sentó y volvieron a hablar de la colección. Armando parecía estar de mal humor, lo que no era nada nuevo para ella. Desde que asumió la presidencia, se mostró nervioso y grosero la mayor parte del tiempo.

La pequeña reunión duró algo menos de una hora y sólo sirvió para arreglar los gastos y la planificación de la próxima colecta que volvía a estar bajo la supervisión de Marcela. Arreglaron todos los detalles y luego pasaron a los costes, la pesadilla de Armando.

—Así que este es el valor de las bebidas, el whisky, el vino, el vodka, los licores, y también el menú. —dijo Catalina mostrándole una tabla de valores.

—¿Necesitas todo esto? —preguntó, pensando que era absurdo.

—Por supuesto, será el 50% por adelantado y el 50% al final del espectáculo.

—¿Qué? -Pero si te he dicho que no tenemos dinero para adelantos, Catalina. —Armando levantó la voz, asustando un poco a los presentes.

—Pero así es como funcionan, Armando. De lo contrario, no habrá bebidas ni comida. —argumentó Cata.

—¡Bien, bien! Betty, calcula eso, por favor.

—Por supuesto, doctor. -dijo y empezó a hacer cuentas, tratando de encajar todos los gastos en lo que la empresa disponía, un dinero que ya empezaba a escasear.

—Parece que estoy teniendo un deja vu, porque exactamente eso ocurrió en la última reunión que tuvimos sobre la última colección. —dijo Hugo con sarcasmo.

—Oh, Hugo, tú sabes que Armando no puede hacer nada, autorizar nada sin la aprobación de Beatriz. —Marcela se rió, compartiendo el tono de Hugo. -Ya suma los gastos del local que alquilamos, el sonido y las luces también, Beatriz.

—¿PERO QUÉ ES ESTO? ¿QUIERES QUEBRAR A ECOMODA? —gritó Armando, levantándose de la silla.

Sabía que Ecomoda no tendría dinero para todo esto y ya se estaba desesperando sólo de pensar de dónde sacaría tanto, porque ya contaba con el dinero que ganaría para pagar las deudas de la empresa y no conseguir más.

—No, Armando, al contrario. Queremos hacer una gran colección, para que Ecomoda gane mucho más dinero. —respondió con calma, aunque odiaba sus gritos.

—¡PERO YA TE DIJE QUE NO TENEMOS MÁS DINERO PARA ESO!

—Y YA HABÍA ADVERTIDO SOBRE LOS AVANCES. —le gritó ella, harta de él.

—¡NO ME GRITES, MARCELA!

-¡NO ME GRITES, TÚ! 

—No quiero involucrarme, pero por favor, calmémonos. —interrumpió Mario, tratando de calmar los ánimos.

Un cambio inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora