2 |✨🎨🎵Jungkook🎵🎨✨|

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Nunca había sido bueno adaptándome a cosas nuevas, me gustaba el orden, me gustaba seguir la línea recta sin voltear a los lados. Cuando mamá me dijo que volveríamos a Corea a mitad de junio no sabía cómo sentirme, tampoco era muy bueno mostrando emociones. Y no porque no las sintiera, sino porque no sabía de qué forma actuar.

Pasé las dos semanas previas al viajar horneando pancakes como un loco maniático.

Mi madre decía que mi forma de lidiar con la ansiedad era un tanto peculiar, pero nunca tuvo inconveniente en comprarme kilos y kilos de harina.

No dijo nada, pero ella sabía que estaba aterrado. La doctora Johnson dijo que era normal, después de todo salimos de Corea lastimados, era obvio que al regresar los recuerdos eventualmente también lo harían.

No lo hicieron. Al menos no del todo.

Mamá y yo no éramos ricos, pero vivíamos bien, y juntos habíamos logrado ahorrar para compararnos una casita cerca del campo. No era una mansión ostentosa ni nada, era pequeña, cómoda y, sobre todo, era nuestra.

—Ahora no tendrás que ir a quejarte del ruido —me sonrió mi madre cuando el taxi nos dejó en la entrada de nuestro nuevo hogar.

Habíamos llegado por la tarde, y el sol, que ya se estaba ocultando tras las montañas, bañaba de amarillo la única vivienda en kilómetros.

Sonreí, y abracé a mamá.

Sí, no teníamos vecinos, todo lo que rodeaba la casa eran árboles y caminos de tierra. Quizás por eso le rebajaron el precio, la gente prefería la vida acelerada de la ciudad, ahí había trabajo, tiendas y centros comerciales. Pero teníamos algo que nadie allá tenía: calma.

—Tengo que conseguirte una bicicleta. La estación de tren queda a dos kilómetros caminando —bromeó.

—Vamos mamá, ¿No dijiste que me comprarías una motocicleta cuando cumpliera dieciocho? —contrataqué, tanteando el terreno. Mamá me dio una mirada severa.

—Dije que lo consideraría cuando fueras mayor.

Me alejé y me señalé a mi mismo.

—Soy mayor.

Ella me regaló una sonrisa torcida y arrastró un par de maletas hacia la entrada.

—Aun tienes dieciocho, y hasta donde tengo entendido la mayoría de edad es a los 21.

Tomé otro par de maletas y la seguí.

—Te equivocas, te recuerdo que ya no estamos en Arizona, esto es territorio coreano mamá, aquí ya tengo 19, en septiembre cumpliré 20 —me puse delante de ella y sonreí— en corea te haces mayor a los 20.

Mamá viró los ojos y me pellizcó la oreja antes de pasarme de largo.

—Igual quería hacer ejercicio. —me encogí de hombros a los árboles y entré detrás de ella.

Mamá soltó una risa.

(...)

Tardamos días en desempacar. Las clases comenzarían en agosto y dos semanas antes mamá y yo tuvimos que ir a hablar con el rector de la preparatoria de la ciudad más cercana. No hubo mayor problema, mi promedio era bueno y a pesar de ser un año mayor, a diferencia de lo que se pensaba, era bastante listo.

El señor Choi Gong (rector de la escuela) tenía un lunar gracioso justo en medio de sus cejas. Y yo me distraje tanto viéndolo que no preste atención en ninguna de sus explicaciones.

Mamá me pellizcó disimuladamente.

El señor Choi rio. Yo también.

(...)

¿Puedo llamarte ésta noche?- KOOKMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora