— Tienes razón. Creo que compartir mi vida con alguien de un coeficiente intelectual mucho menor al mío podría ser increíblemente divertido... — aceptó Sherlock de forma irónica, por lo que sus amigas, conociéndole de sobra y tras escuchar aquellas palabras, no hicieron más que rodar los ojos. — En serio, chicas... ¿de verdad tengo cara de querer pasar más de quince minutos con alguien a quien no estoy ni remotamente interesado en conocer?
— Sólo era una sugerencia, cara de nutria. No es necesaria tanta ironía. Molly y yo sólo creímos que te gustaría conocer a alguien con quien puedas divertirte o invitar a tu casa a hacer lo que sea que haces — respondió Irene, hundiendo su tenedor en una hoja de lechuga en su ensalada. — Tampoco es que nos importe si prefieres pasar el resto de tu vida a solas.
Molly dejó escapar un suspiro. A veces se preguntaba cómo es que había terminado siendo novia de uno de aquellos dos locos y mejor amiga del otro.
— Lo que intentamos decirte, Sherlock, es que puede que de verdad haya alguien allá afuera con quien puedas congeniar... No todo el mundo tiene un coeficiente intelectual tan alto como el tuyo, pero créeme que hay personas excepcionalmente inteligentes que pueden tener gustos muy similares a los tuyo. Nunca sabes si saliendo de aquí te encontrarás con un chico o una chica a quien le encanten las abejas y quieras compartir con ella o él tus conocimientos sobre ellas — contribuyó Molly, al parecer sin querer sonar de una forma que a Sherlock le resultase chocante.
Sherlock resopló con exasperación, llevándose las manos al cabello para revolverlo. Dejó caer los hombros de forma cansada, como si de verdad estuviese harto de escuchar aquellas insistencias por parte de sus amigas. Lo cierto era que, a pesar de todo lo que decía y su falta de empatía e interés por otros seres, había ocasiones en las que se encontraba pensando en cómo sería su vida si pudiese conocer a alguien con los mismos intereses que él, o que por lo menos fuese capaz de entablar una conversación con él sin terminar aburriéndolo tras haber dicho cuatro palabras. Sus verdaderas amistades, siendo contadas hasta ese momento con 17 años, se limitaban a sólo cuatro, y no estaba seguro de si es que su hermano Mycroft podía contar como un verdadero amigo. La única persona con la que realmente había sentido que tenía una buena amistad había sido Víctor Trevor, pero tras el cambio de institutos del que tuvo que ser parte por la mudanza de su familia a las afueras de Londres, habían terminado perdiendo todo contacto. Ahora, sin embargo, tenía a Irene y Molly, que también las consideraba ya buenas amigas, pero como observador de cada mínimo detalle, se había dado cuenta de que él salía sobrando en ese dúo amoroso. Irene y Molly le habían asegurado hasta el cansancio que ellas no tenían problema con invitarle a salir con ellas, fuese una cita a no, pero lo cierto era que a Sherlock, lejos de incomodarle ser un tercero, le causaba cierto pesar no tener alguien a quien susurrarle algo al oído y reír como un par de críos tras ello, o a quien tomar de la mano cuando caminaban por el centro comercial. Era cursi, todo aquello lo era, por supuesto, pero muy en el fondo, al igual que todo el mundo, Sherlock se había encontrado deseando saber cómo se sentiría tener a ese alguien con quien compartir.
— Igual... en caso de que estuviese interesado en hacerlo... ¿cómo se supone que llegaría a encontrarme con una persona que pueda llamar mi atención? No me veo andando por la calle y mirando a las personas que pasan con la esperanza de ver si es que su ropa me dice algo que pueda ser interesante — murmuró Sherlock, no muy seguro de querer dar ese paso.
Ambas chicas, que habían estado esperando otro comentario mordaz, se quedaron con la boca abierta, incrédulas. Sherlock alzó la mirada de sobre la patata frita solitaria en su plato y observó la expresión de ambas chicas, frunciendo el ceño al no tener respuesta de ninguna de las dos. "Bien, al demonio", pensó al llegar a la conclusión de que en verdad aquello era una auténtica tontería.
— Olvídenlo, es una estupidez — dijo, desestimando sus palabras con un gesto de su mano, tomando del asiento de al lado su mochila para salir disparado del lugar antes de comenzar a recibir burla alguna de sus amigas. No estaba de humor para ello.
— Sherlock, espera — le interrumpió Molly al tomarlo de una de las correas en su mochila. — No es una estupidez... Nos hemos sorprendido porque de verdad no esperábamos que te pudiese interesar. De verdad queremos ayudar si es que quieres intentarlo.
Sherlock frunció el ceño mirándola fijamente a los ojos. No había en ellos pizca alguna de mofa, por lo que resignado terminó por sentarse de nuevo en su lugar en aquella cafetería. Molly le sonrió genuinamente y continuó diciendo:
— Quieres saber cómo podrías llegar a hablar directamente con alguien, ¿cierto? — le preguntó. Sherlock asintió, prestando más atención de la que nunca antes les había prestado a ambas mujeres. — Bien, eso es lo más fácil. Hay un lugar cerca de Regent's Park, es un restaurante que se llama Angelo's. Es conocido por ser uno de los pocos lugares especializados también en organizar citas a ciegas. Llegas al lugar y preguntas por el test para citas a ciegas, sé que suena raro, pero es así como lo hacen y parecen tener muy buenos resultados. Yo jamás lo he hecho, pero he escuchando que cuenta con varias preguntas para que brindes un poco más de información sobre ti y con quién podrías terminar teniendo algo en común.
Sherlock hizo una mueca, no estando del todo seguro de si es que siquiera quería tomarse la molestia de llenar un tonto formulario, pero no perdía nada con intentarlo. Molly le dedicó una suave sonrisa y continuó:
— Ellos van a ponerse en contacto contigo cuando tengan un resultado compatible al tuyo. Te ofrecerán una reservación y un día en que puedas asistir a esa cita; junto con el horario, por supuesto. Tú te presentas, buscas la mesa que te han indicado y te encuentras con esta persona o le esperas.
Sherlock resopló largamente, como si de sólo escuchar todas aquellas indicaciones su interés por tal cosa se hubiese ido por completo a la basura. Miró a Adler, que había continuado comiendo su ensalada mientras escuchaba atenta a Molly al explicar los pasos a seguir.
— No pierdes nada con intentarlo, ¿sabes? — comentó Irene tras percatarse de la mirada de Sherlock en ella. — Yo no confío mucho en esas cosas, pero para ti puede resultar siendo bueno. Nunca se sabe — agregó, encogiéndose de hombros mientras veía la hora en su teléfono. Faltaba poco para que tuviesen que retomar sus clases.
Sherlock lo meditó un momento considerando las palabras de ambas chicas. Al final, con una suave mueca, terminó por decir: — Está bien... Iré al terminar las clases. ¿Irían conmigo? — preguntó mirando a ambas. Tanto Irene como Molly asintieron, delatando a Sherlock que tras aquella suave sonrisa en ambas había un gran entusiasmo y curiosidad, misma que sin duda comenzaron a contagiarle.
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Sherl
Teen FictionSherlock está perfectamente bien estando solo, pero tras la insistencia de Irene y Molly de que tener una pareja lo hará más "feliz", Sherlock termina por ceder, sin saber lo que lo espera en aquella cita a ciegas.