— Mphf... — profirió Sherlock contra aquellos labios demandantes y experimentados que le robaban el aliento en suaves y tímidos gemidos. Las manos de John se había deslizado hasta su cintura, atrayéndolo más contra él, contra el calor de su cuerpo; tan intenso como el que nunca antes había sentido. Aquellos labios que antes sólo había podido describir como finos, ahora tenían en su listado de descripción la palabra gloriosos. Sherlock era inteligente en todo tipo de materia y ámbito, pero en el del contacto cuerpo con cuerpo era un auténtico desastre. Movió sus labios con torpeza sobre los de John, mordiendo sin querer en ocasiones los labios ajenos. Sus manos habían dejado de estar en sus costados y habían emprendido su viaje hacia el pecho de John: en su camisa, en su cuello, en su rostro, no tenía idea de dónde es que debía posarlas, o es que era su propio cuerpo el que demandaba tocar todo a la vez porque se sentía tan bien.
Entre aquel morreo, Sherlock sintió una de las manos de John abandonar su cintura y aferrarla a su muñeca izquierda, guiando su mano de nuevo hacia la entrepierna de John en una silenciosa indicación de que usase esos largos y finos dedos para estimular su polla por sobre aquellos confines de ropa. Con algo de inseguridad, Sherlock comenzó a frotar aquel bulto con suavidad, gimiendo por la sensación que aquella acción le brindaba más a él que a John, que se limitaba solamente a gruñir quedamente contras sus labios. Sherlock parecía haber aprendido los movimientos de aquellos gloriosos labios y comenzó a imitarlos, consiguiendo que sus labios por fin se conectasen de manera apropiada para disfrutar plenamente de aquel beso que, si bien les estaba dejando sin aire, no querían finalizar. Pero aquello no duró mucho tiempo más así pues, con lo irresistible que había resultado ser Sherlock para John, no tardó en querer sentir más de aquel exquisito ser que temblaba como un indefenso gatito bajo la lluvia. Llevó su mano a la entrepierna de Sherlock, sintiendo de manera casi imperceptible cómo aquel hermoso chico estaba igual de duro que él, pero la respuesta de Sherlock fue sin dudas algo que no esperaba.
— Ungh — chilló Sherlock con suavidad, apartándose de inmediato de los labios de John, completamente sonrojado, con la respiración agitada y los labios rojos y brillantes. Miró a John con cierto reproche mientras mantenía sus piernas juntas y sus manos cruzadas cuidadosamente sobre su entrepierna. John frunció el ceño, sin comprender nada. Hacía un momento estaban comiéndose a besos, tocándose sin descaro alguno, y al siguiente Sherlock le miraba como si fuese un violador. Sherlock, por más desarmado e indefenso que se sentía en aquel momento, logró notar cómo es que tras ese ceño fruncido que John le mostraba, había una pizca de preocupación. No quería hacerle creer que le había hecho daño, que tenía algún tipo de problema psicológico o que aquello se trataba ya de un trauma, por lo que rápidamente aclaró: — No... No pienses mal, es sólo que yo... Jamás... jamás había hecho nada de esto... — reveló, bajando la mirada, avergonzado por su notoria inexperiencia.
— Lo sé — afirmó John de forma casual, tomando un poco del agua que quedaba en su copa que tras ese trago quedó vacía. Sherlock alzó la mirada, entre confundido e incrédulo.
— ¿L-Lo sabes? — preguntó Sherlock. John soltó una suave risa en lo que a Sherlock le pareció un intento por aligerar la tensión que parecía decidida a instalarse entre ellos.
— Sí. Lo sé porque besas realmente mal, encanto — respondió John sin tapujos, riéndose de nuevo. Se relamió los labios y Sherlock no supo si reír o avergonzarse por aquella crítica, pero al final optó con dedicarle una suave sonrisa a John.
— Pero lo cierto es que tus labios son tan exquisitos que me importa un carajo si te pasas toda la noche mordiéndome — admitió John, guiñándole de nuevo un ojo. Sherlock se sonrojó de forma encantadora ante aquellas palabras, escuchando de nuevo a John decir, esta vez con la misma aspereza con la que minutos antes le había hecho tiritar: — Quizá no sepas besar, pero sí que sabes exactamente dónde tocar — se recargó contra el respaldo del sillón y separó sus piernas sin preocupación alguna, mostrando a Sherlock que a pesar de aquella abrupta separación y burlas, John seguía notablemente duro.
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Sherl
Teen FictionSherlock está perfectamente bien estando solo, pero tras la insistencia de Irene y Molly de que tener una pareja lo hará más "feliz", Sherlock termina por ceder, sin saber lo que lo espera en aquella cita a ciegas.