CAPÍTULO 33

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SAMUEL

Junio 27, Washington Estados Unidos.

Me despierto pero me cuesta abrir los ojos, los párpados me pesan y las sienes me palpitan lentamente a ambos lados de mi cabeza. Tengo la garganta seca y apenas puedo sentarme sobre la cama cuando todo es una visión borrosa.

Me estrujo los ojos con fuerza y llevo la mano a mi cuello cuando divisó la jeringa vacía en la mesita de noche que me hace tocar el punto hinchado en mi cuello. Los recuerdos de la madrugada llegan a mi mente como imágenes cargadas de oscuridad y bofetadas de realidad. Me pongo de pie de golpe e intento estabilizarme cuando un mareo me toma por sorpresa.

Cierro los ojos soltando un gruñido mientras mi cuerpo drenado de lujuria, se llena con una rabia pura que procede a la... ira...

¡Maldición! ¿Qué diablos hizo?

Su voz aparece en mi cabeza como una vana ilusión auditiva.

<<—Te amo.>>

<<Te amo... y si me amas a mi no me buscaras.>>

Mis ojos viajan a el Iphone, la GLOCK y unos sobres blancos sobre la mesa de noche. Tomo el arma en mi mano y la reconozco al instante. Es la que le regale. Algo dentro de mí comienza a arder, las venas se me comienzan a hinchar y la respiración me falla. Todos los sentidos se me acumulan en la garganta cuando comienzo a leer las cartas que me nublan la mirada con una ira llena de odio.

Siento el bullicio dentro de mí, los demonios gruñen y las bestias rompen cadenas.

<<¿¡Qué hiciste Victoria?!>>

La rabia me traga y termino arrastrando todo lo que estaba sobre la mesita de noche. La piel me calcina y los dedos me tiemblan, todo me tiembla. Me meto en la ducha y visto para irme al comando con una rapidez que solo me llevara a lo que quiero negar en mi cabeza, salgo dando zancadas hasta el salón y los guardaespaldas están en sus puntos; paso de largo y entro en la cocina esperando desmentir la mierda que mi cabeza se esta montando.

Mis ojos viajan por toda la cocina, el comedor y todo el maldito pent-house. No esta por ningún lado. Mi pecho se aprieta y Bryant se acerca con mi móvil en la mano.

—Señor. —dice pasándome el móvil— El capitán D'Angelo y el señor Sebastian han estado llamando repetidamente durante toda la mañana.

La furia me carcome y cada una de esas letras se repiten en mi cabeza. Una y otra vez.

—¿Qué hora es? —pregunto exasperado. Aun sigo sin ubicarme, sea lo que sea que hay en mi sistema es fuerte.

—Las 11 de la mañana señor. —dice.

Le arrebato el móvil subiendome en el ascensor, algo por dentro me pega en el pecho, el aire se ha tornado espeso y tengo ese sentimiento de que algo... algo no está bien.

<<¡Obvio que no!>>

Me subo en el coche y piso el acelerador queriendo sacar de mi cabeza la película de terror que se está armando y que solo lleva a un ataque de rabia inminente. Trago saliva de forma brusca y me bajo del coche entrando en el comando.

Ignoro los <<Buenos Días>> y las miradas de todos cuando camino en dirección a la oficina que...

Su perfume sigue en el aire, algunas de sus cosas siguen sobre el escritorio y todo es rastro de ella pero no esta su presencia. Todo me arde, no puedo mantener la calma.

NOSOTROS (II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora