CAPÍTULO 35

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VICTORIA

*AL FINAL DEL CAPITULÓ ANTERIOR.

Me maquillo frente al espejo sin ganas. El chico que anda detrás de mi para arriba y para abajo se llama Orlando. Aurelio quiere tenerme vigilada y aunque Orlando es amable no lo quiero cerca, ya que si a alguien hay que serle fiel, no es a mi en este lugar.

— Te ves maravillosa. —dice el moreno entrando. Carga un arma en la cintura y se que es el recuerdo de que si intento lo mas mínimo, estoy muerta antes.

Llevo un vestido que se ciñe a mi cuerpo de color rojo brillante y el cabello recogido en una coleta. Me maquille tapando los golpes en la cara que apenas comienza a desaparecer. Le cruzo por el lado a Orlando.

— Me he dado cuenta de que eres de pocas palabras. —dice y no respondo.

Me siento en el borde de la cama y agachandome para ponerme los zapatos.

— No tengo nada que decirle a ninguno de ustedes. —digo poniéndome de pie.

Veo como él sonríe viendo mi aspecto y abre la puerta.

En cuanto la abre comienzo a escuchar música...

¿Mariachis?

— Mientras más rápido te acostumbres es mejor para ti. —me recomienda.

Río con ironía.

—Los años donde las mujeres se acostumbraban a que las maltrataran ya murieron. —digo fríamente.

—Te lo buscaste. Aurelio puede ser muy benevolente contigo si cooperas una vez mas. —dice poniendo las manos a cada lado de su cintura.

—No necesito su benevolencia, él necesita la mía. —digo parándome en los zapatos de plataforma logrando que me mire. No puede evitar pasear sus ojos por las facciones de mi rostro, por las curvas de mi cuerpo y finalmente en mis ojos.— Ademas es lo mismo que le dicen a todo al que tienen secuestrado.

El ríe y no se porque me recuerda a Sebastián haciendo que sienta una punzada en el estómago porque probablemente no voy a volverlo a ver... No volverá a apodarme nombres idiotas... No volverá hacerme reír y...

Quiero llorar.

La música se hace más fuerte y hay luces que se reflejan en el cristal de la puerta que lleva al jardín. Escucho la gente hablando y antes de que podamos salir Aurelio aparece en el salón. La piel se me eriza y siento la rabia contenida dentro de mi. Me giro quedando a unos pasos de él. Lleva una camisa negra y vaqueros del mismo color. Parece que se le van a salir los ojos.

— Yo me retiro. —dice Orlando saliendo por la puerta dejándonos solos.

— ¿Que estamos celebrando? —pregunto cruzada de brazos.

Él da varios pasos hacia a mí y como siempre me siento en peligro.

— Tú llegada rancherita y el golpe que acabo de dar. —dice orgulloso.

Mi corazón se acelera.

— ¿Que golpe diste? —pregunto intentando permanecer tranquila cuando mis miedos suben por todos lados.

Él me mira como si buscara algo en mi rostro. Doy varios pasos hacia él, pongo una mano en su pecho despacio queriendo que el toque salga lo mas natural posible, y la mano se me queda dura cuando siento el frío de su piel.

— El ministro está bombardeando y destruyendo todo a su paso. —dice serio— Ayer hundieron uno de los barcos que iban a Italia. Tiré una bomba, hay muchos muertos.

NOSOTROS (II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora