CAPÍTULO 14

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SAMUEL

*al final del capítulo pasado.

Abro la puerta entrando en el salón iluminado por velas, ella deja el encendedor de lado y se envuelve en una manta en la alfombra junto al fuego.

El cabello rizado le cae en la espalda obstruyendo la vista del tatuaje que tanto me gusta. Su cabello a crecido, poco pero ha crecido, ya no está tan cerca de sus hombros, ahora está mas cerca de sus tetas.

Dejo las bolsas sobre el suelo llamando su atención cuando escucha el ruido, ella sonríe y levanto una ceja.

— ¿Y esto? —pregunto refiriéndome a las velas.

Ella ríe y abre las bolsas con comida, me tarde media hora buscando un maldito restaurante colombiano para ella.

— Velas. —dice con ironía.

Rodeo los ojos sentandome en el suelo.

— Se que son velas, no soy idiota. —digo.

Ella encoge los hombros y se lleva a la boca la cena, comienzo a comer mientras miro el fuego delante de nosotros.

Me siento patético, teniendo una cena delante de las velas y el fuego de la chimenea. Típica escena cliché de novela romántica, es una estupidez toda la situación y odio que me guste tanto.

Le doy un sorbo a la copa de vino y a través del cristal veo como ella me mira embelesada, y debo admitir que amo que me venere tanto.

—Si sigues mirándome así vas a gastarme. —me burlo sirviendo me otra copa de vino.

Ella rodea los ojos.

—No se de tanto crédito ministro. —se burla.

Hasta su voz me prende cuando se trata de ella.

— Claro —digo y sigo comiendo.

— ¿Me prestas tu teléfono? —pregunta mirando el fuego.

Frunzo el ceño cuando la idea de que vaya a llamar a Pablo o a cualquiera que no sea yo.

— Te dije que quiero tu atención, no voy a quedarme mirando como hablas por teléfono con otros. —declaro y ella se gira a mirarme.

—¿Celoso? —pregunta.

—Quisieras.

Ella rodea los ojos y me mira con ese reto infinito en sus ojos que me declara la guerra una y otra vez.

— No voy a llamar a nadie, solo prestamelo. —dice.

Frunzo el ceño y llevo la mano a mi bolsillo sacando el iPhone, ella extiende la mano y toma el móvil. Me quedo mirando el plato y a los pocos segundos comienzo a escuchar la melodía que opaca el sonido de la leña que se quema en la chimenea.

Cosmic Love —dice el nombre de la canción y se pone de pie.

Me quedo mirándola desde el suelo mientras canta la canción y baila sobre la alfombra con los pies descalzos, el cabello le baila cada vez que se mueve, el albornoz se le ciñe al cuerpo y ella cierra los ojos mientras canta y baila.

Desde abajo mientras la miro me doy cuenta que ella es edición limitada, nadie se le compara, la perfección femenina predomina en ella como un ser mitológico no antes visto por una bestia que está completamente embelesado.

NOSOTROS (II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora