22. TLAKOTLI, JANIRI, VELEN, ANKER, OTROS.

8 2 0
                                    


A pesar de la creencia popular, los materialistas no son todopoderosos. Al contrario, tienen muchos límites con sus habilidades.

Un ejemplo claro es su alcance. Las habilidades materialistas tienen un alcance de hasta 30 metros de distancia, por lo que no pueden afectar a ningún objeto que se encuentre más lejos. Tampoco pueden controlar todo al mismo tiempo, usualmente tienen que enfocar su atención en el objeto que quieren modificar.

La gente también cree que los materialistas pueden matar a las personas con sus habilidades, pero se ha demostrado que no, sus poderes no pueden matar a ningún ser vivo de forma directa; un Titiritero no puede detener el corazón de una persona, los Misterios no pueden deformar a alguien hasta la muerte. Es como si Katastroff hubiera puesto estos límites para evitar un genocidio.

—Teoría Materialista I, de los Archivos Generales.

Esta historia es memoria de una madre que, durante horas, tal vez días, estuvo quieta, y de repente, como si la hubieran despojado de su alma, como un animal salvaje siendo destripado, dejo salir desde el mismo centro de toda vida, de la vida misma que ella había engendrado, un desgarrador y lastimero grito. Ese tipo de grito que reverbera en el alma, que te pone a cimbrar, que te pone a temblar por el miedo del mal que se le puede hacer a una persona. El tipo de grito que abre esa clase de heridas que jamás sanan; la muerte de un hijo.

Aquí yace el grito de todos aquellos que, acurrucados, descansan eternamente; aquí permanece el grito de todos los que sobrevivieron. En este lugar se reúne su indignación, su protesta; su dolor y sus suplicas. Aquí escuchas el grito mudo que no pudo salir de las miles de gargantas, el grito que asfixia, el grito que clama por un poco más de vida.

Aquí yace, aquí yace.

—Poema del suceso.

JANIRI

Zemtedi 27 de payeles de 4323. Un cólico me punza con tal fuerza que tengo que detenerme discretamente junto al muro para no caer. Hoy en la mañana, mientras orinaba me llegó mi periodo. Ayer ya me lo veía venir, es como si un sexto sentido me estuviera avisando. Hoy estoy muriendo. Quiero mandar todo al carajo. Me siento malhumorada y frustrada sin razón aparente. Algunos de mis colegas se dirigen al auditorio conmigo, otros van para el comedor o el gimnasio donde pusieron pantallas, al parecer, Marlina quiere darle un anuncio a todo el complejo.

—¿Estás bien, Jan? —Kameron coloca una mano delicadamente en mi cintura.

—Sí, no te preocupes. Es un pequeño cólico, pero ya está pasando. —No es cierto, siento otro tirón que me deja entumida. Solo quiero ponerme en posición fetal y echarme a llorar por el dolor.

A pesar de ello, obligo a mis piernas a caminar. Es irónico que las materialistas tengamos que pasar por el periodo cuando no podemos tener hijos ya. Ojalá Katastroff hubiera pensado un poco más en nosotras. Hay cuchicheos en medio de toda la multitud. Algunos hablan sobre la marcha de Tlakotli que tendrá lugar hoy, otros rumorean sobre el anuncio de Marlina, pero los más preocupantes son los que hablan de las recientes medidas contra los estudiantes.

—Ya era hora que los gobiernos hicieran algo con todos esos holgazanes —le dice una mujer de unos treinta y tantos frente a nosotros a un hombre que podría ser su padre.

—¿No crees que fue demasiado radical? —le replica su compañero.

—¿Radical? Para nada. Incluso creo que la decisión fue demasiado benévola.

Estoy a punto de lanzarme contra ella, solo me detengo por la mirada reprobatoria de Kameron y porque otro cólico me golpea con toda potencia. Más que nada por el cólico. Respiro profundamente para contenerlo lo mejor que puedo. Escucho un susurro a mi espalda.

RECUERDOS DE SANGRE Y PLOMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora