Capítulo 32

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Después de comer solo. Jungkook atravesó el bosque en dirección a Villa Park. Jimin había insistido en irse a su casa después de salir de la iglesia y sin dar el brazo a torcer el lo había acompañado. Una vez que cruzó la verja de entrada había regresado a su propia casa.

Ahora volvía sobre sus pasos de nuevo. Porque no soportaba saberlo en peligro y tenerlo fuera de su vista. Sólo habían transcurrido diez días desde que se conocieron y ya se había reducido a un lamentable estado de Alfa dominado por su lobo.

Había ido a ver Silas y éste le había dicho lo suficiente para convencerlo de que no sabía nada sobre ningún ejemplar específico de la colección de Ho-Seok. Él simplemente esperaba hacerse con algunos tesoros a muy bajo precio. Silas no era el asesino.

Jungkook iba avanzando en silencio por el sendero cubierto de hojarasca, con el instinto de un sigiloso cazador. En cierto punto el camino trazaba una marcada curva y quedaba tapado por unos espesos matorrales. Al doblarla tuvo que detenerse en seco, justo a tiempo para no chocar con Jimin.

El Omega en cambio se abalanzó sobre él y Jungkook lo sujetó para que no cayera, pero refrenó pero el impulso de estrecharlo entre sus brazos. La presión del pecho del Omega contra su torso era un deleite que recordaba muy bien. La lujuria, el deseo y aquella necesidad primaria que sólo aquel testarudo Omega resucitaba, lo estremecieron.

Jimin debió notar su reacción. Conteniendo el aliento se puso rígido y dio un paso atrás.

- Disculpa- dijo jadeando y tratando de en dominarse. Lo miró a los ojos mientras se arreglaba la chaqueta.

- Me dirigía a tu casa- le dijo Jimin ya más sereno.

Jungkook notó que Jimin lo miraba un instante a la cara. Él miraba el sendero tras el Omega... no había traído ninguna escolta.

Tuvo ganas de soltarle un regaño, pero se contuvo con un esfuerzo que lo dejó como una bestia enjaulada. Al menos iba a verlo a él. Después de lo ocurrido por la mañana en la iglesia, seguramente debía darse por satisfecho.

Se hizo a un lado y le indicó que avanzará con un gesto, luego echó andar detrás pisándole los talones, a la espera de que le explicara porqué quería verlo. ¿Para decirle que había entrado en razón?¿ para reconocer que obraba mal yendo solo por ahí y que agradecería su protección?

Llegaron al límite de la arboleda de su mansión y salieron hacia el soleado césped.

- Venía a preguntarte- dijo Jimin- sí te importaría dejarme mirar en el anexo y las bodegas. Están llenos de mobiliario y es posible que el escritorio se me pasará por alto cuando lo revise ése domingo.

Jungkook lo miró ,pero Jimin seguía rehuyendo su mirada. Al cabo de un momento, resopló.

- Sí es lo que deseas, adelante- con una ceja levantada Jungkook lo animó a avanzar- aunque tendrás que excusarme. Tengo otros asuntos que reclaman de mi atención.

Tras dedicarle una altanera inclinación de cabeza, Jimin se encaminó al anexo.

Jungkook lo miró hasta que hubo entrado, antes de dirigirse hacia la casa. Allí atravesó la cocina y le dio escuetas instrucciones al mayordomo para qué vigilara el anexo. Después de eso se retiró a la biblioteca, con la estricta prohibición de que fueran a molestar.

Una vez en el anexo, jimin, logró por fin respirar libremente. Con los nervios todavía alterados, se quedó parado en medio del silencio, esperando calmarse.

¿Qué estaba ocurriendo?. En cuestión de unos días su vida había pasado de monótona a imprevisible, de mundana a apasionante, de rutinaria a intensa.

 Educando un Omega Donde viven las historias. Descúbrelo ahora