Capítulo 3

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*Estoy de vuelta, Eris*

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*Estoy de vuelta, Eris*

Es lo último que escucho al abrir los
ojos. Un techo color lila, con pequeñas estrellitas plateadas es lo que me encuentro. Aún sigo procesando lo que acaba de pasar, si es que de verdad paso. 

Todo lo que deseo ahora es que los demonios del pasado no vengan a mí, a arruinar, lo que por 7 años me fue obligado a soportar en silencio.

Me levanto despacio, sintiendo todo moverse a mí alrededor. Intento con lentitud alejarme, de la suave cama en la que me encuentro, sintiendo como poco a poco, el mareo va desapareciendo. Al mirar a mí alrededor, solo puedo encontrar todo tipos de objetos y accesorios rosa.

Camino hacia lo que recuerdo como el baño, y aquí, no es rosa, solo unos pocos lugares rosa, pero no todo, y eso me alivia en gran parte. Al posicionarme frente a él espejo mediano, sobre un lavamanos, veo mi reflejo sobre el cristal, una chica baja, piel blanca, largas pestañas negras, al igual que el cabello, que llega hasta más abajo de los hombros, un rostro adornado con unos ojos en forma felina, negro, un negro intenso. Con ojeras bastante pronunciadas, nariz fina, y unos labios carnosos, carente de color.

El aspecto perfecto, para saber todos los años que pase en ese lugar. Tan cambiada, irreconocible, dejando una marca de sufrimiento imborrable de mi mente y corazón.

- Eris - con una tranquilidad aterradora, me giro, encontrándome frente a Rubén, él, me observa como esperando una pregunta. - Ya está la cena, pedimos comida china - dice con una sonrisa despreocupada, sigue observándome.

- ¿Qué sucedió? - pregunto con la voz ronca.

- Te desmayaste - responde negando. Me veo en el espejo por última vez, para salir del baño. Al bajar las escaleras con Rubén detrás, me encuentro en el comedor 4 personas, Ciro, Dante, y dos mujeres, una se ve joven y la otra un poco mayor.

- Buenas noches - digo como si nada, tomando asiendo entre Dante y la chica joven.

Narrador omnisciente

Al bajar Eris, cuatro pares de ojos se concentran en ella, su padre, Ciro sin embargo, la observa con duda, recordando en comportamiento anormal de la chica hace unas horas, preguntándose una y otra vez si fue una buena decisión haberla sacado de rehabilitación.

Sus cuidados en ese manicomio eran excelentes, los mejores médicos, los mejores psicólogos, todo era perfecto.

Ella se sienta en la mesa de una manera bastante despreocupada, sin ninguna expresión en el rostro, como si de una muñeca se tratara.

Dante, a cambio de Ciro, no puede dejar de observarla, y cuestionarse a cada segundo, la razón real de por la cual termino en el psiquiátrico, él lo veía, él podía ver todo lo que pasaba alrededor de la chica, solo que cuando fue el momento de hablar, guardo silencio. Y siempre se arrepintió de ello.

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