1/9; Fin De Algo

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—¿Por qué te han metido
aquí? —interrogó Joe.

—Abuso de drogas, intento
de asesinato... —respondió
el rubio, con dejadez—
Sin embargo, el juez dictó que
yo no estaba cuerdo.



Ya serían las cuatro de la mañana. Ben no podía dormir, pues le carcomía el remordimiento.

Y es que pensaba mucho. Tal vez, demasiado. Pensaba en que había sido su culpa. Todo el tiempo, él había tenido la culpa. Pensaba en como él había obligado a Joseph a quedarse en aquel cubículo, mientras los demás lo buscaban a él, no al ojimarrón. Pensó en que, si no hubiese tenido problemas con esos bandazos, Joe no habría sufrido ningún daño, y nunca se hubieran conocido.

Pensaba que él era nocivo para el pelirrojo.

Pensaba y pensaba, hasta que una voz femenina detuvo sus pensamientos.

—¿Benjamin? —era la joven enfermera de antes.

Al instante, el rubio se incorporó en la cama. Se sentó sobre el respaldo, limpió sus lágrimas y sonrió a la chica.

—Sigo despierto. —sonrió

—Eso pensé—la chica se acercó a la cama, y se sentó en el lateral—. Verás, sobre el estado de tu amigo... Aún no a despertado.

—¿Saben cuándo va a despertar? —Interrogó el ojiverde.

La chica tragó saliva.

—Por lo menos, en un mes. —Puso una mano en su cuello, nerviosa.—Pero, quién sabe... Podrían ser días, meses, años...—tragó saliva—Décadas. Parece ser que le dieron un golpe fuerte en la cabeza.

—Y...—Ben trató de contener su voz, ya descompuesta.—¿Sobre el estado del cuerpo? ¿Qué le hicieron?

—Para empezar, tiene varios hematomas de grado alto. Su tabique no está roto, pero está algo dañado. Pero eso no es lo peor... —Bajó su mirada.—Tiene... Tiene cuatro costillas rotas. También, podría sufrir cefaleas de por vida, por lo de la cabeza.

No podía ser. No, a Joseph no. ¿Por qué a él? A cualquier otro menos a él, pero, ¿Por qué a él? No había hecho nada para merecer semejante maltrato. Ben comenzó a sollozar de nuevo. Sabía que todo era su culpa, y quería que no fuera cierto. Quería que todo fuera una horrible pesadilla, y que, al despertar, Joey lo recibiera con uno de sus chistes malos, o uno de sus tiernos besos.
¿Por qué? ¿Por qué a él? Sus manos, que ahora permanecían frías, se posaron en sus ojos, y taparon parte de su rostro.

La enfermera, que se compadeció del rubio, acarició su claro cabello, mientras que el otro no cesaba su llanto.

—Hay una buena noticia—anunció la de cabellos azabache—. Mañana tu familia vendrá a visitarte. También tus amigos.

Esto no frenó el llanto del rubio, ni mucho menos; lo empeoró.




Viernes 11 de noviembre, 1987.

Un dolor terrible en los laterales de su frente acechó a Joe. También oyó a varias personas hablar, distorsionadas por eco. Cuando intentó abrir los ojos, una luz cegadora se lo impedió. Entonces, sintió algo que tocaba su rostro. Era un respirador.

Movió su cabeza levemente, y, abriendo los ojos poco a poco, pudo ver una aguja con suero clavada en su brazo. Al girar sus ojos, pudo ver su vestimenta. Una bata de hospital. Y, aunque acababa de despertar, un mareo no lo dejaba en paz. ¿Estaba en un hospital? No,

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⏰ Última actualización: Jun 28, 2023 ⏰

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𝐁𝐞𝐡𝐚𝐯𝐢𝐨𝐫 - HardzzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora