1/2; Aula De Arte

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Miércoles 26 de marzo, 1987.

Aquella noche, Benjamin había salido a una fiesta en casa del amigo de un amigo de un amigo. Aunque tuviera clase al día siguiente, bebió más de lo normal, y terminó por encontrarse con la novia del amigo del amigo del... Tras unos minutos charlando, fueron a una habitación apartada. Y ocurrió lo que ocurrió. Lo extraño era que, a pesar de intentarlo, el rubio no sentía placer en ningún momento, tan solo un sabor agridulce.

Se había pasado de copas. Cuando estaban ya finalizando, el rubio hizo algo inesperado. Sabía que iba sobradísimo, y no le importó exponerse.

—¡Jo–Joseph! —casi al instante, se dio cuenta de lo que hizo. Había gemido el nombre de un chico al que acababa de conocer, dentro del acto sexual con una chica. Por supuesto, la joven se extrañó. Lo miró extrañada, pero los dos optaron por seguir con el coito.

Al terminar, la de ojos marrones recogió sus pertenencias y se fue del cuarto. Ben se quedó allí, pensativo. Tras unos minutos, se vistió y también se fue del cuarto.



Volviendo al tema, ¿porqué cojones lo había hecho? Tenía billones de nombres que gritar, pero aulló el de un chico aleatorio con el que, sí, había tenido un encuentro algo promiscuo, pero nada más. Ni siquiera lo había besado, joder. Aparte, la chica no tenía nada que ver con el pelirrojo. Tal vez, solo era el hecho de que se había puesto infinitamente ciego.

Tras irse del cuarto, fue hacia el salón de la casa, llena de adolescentes bailando, bebiendo y charlando. Con ímpetu, subió a una de las mesas de madera, y con todas sus fuerzas gritó:

—¡Mañana a las nueve en mi casa! —chilló

Al escucharlo, comenzaron a vitorear y alabar al que iba tambaleándose como un péndulo.

Ben se bajó de la mesa, para después salir de la casa y dirigirse a la suya.





El borracho se despertó en su cama, con un punzante dolor de cabeza, producto de la infame resaca que él mismo se había causado. Eran las cinco de la mañana. Tras unos minutos revolviéndose en la cama, finalmente se decidió a levantarse. Quedaba una hora para tener que hacerlo, pero decidió aprovechar e ir a dar un paseo por la calle.

Se quitó su pijama, y lo cambió por lo primero que encontró. Luego se puso unas deportivas, junto a una chaqueta tono beige. Se peinó como pudo y al fin salió del hogar. Sus tíos casi siempre estaban trabajando y su hermana seguía dormida, así que no cuidó el no hacer ruido.

A paso lento, salió del hogar. Caminó por unos cuantos minutos hasta llegar a la entrada del parque, donde se detuvo a sacar su adictivo equipaje de Malboro. Sacó uno, luego lo prendió. Al parecer, que la nicotina frecuentara sus pulmones lo ayudaba a afrontar la resaca.

Siguió su camino mientras daba caladas de vez en cuando, divisando el clima. Estaba nublado, y aún parecía de noche. En cuanto vio un banco próximo, se dejó caer sobre él. La madera estaba carcomida, y crujía con cada movimiento que él diera. A pesar de ello, a él le pareció cómodo.

Tras terminar su cigarrillo, lo aplastó contra el suelo. Al instante, sintió cómo sus ojos se cerraban casi automáticamente. En los primeros segundos en los que esto ocurrió, intentó mantenerse despierto. Pero, tras diversos de ellos, cedió ante aquel tortuoso sueño. Cayó como una pluma sobre la madera, cambiando su posición sentada a posición fetal, y se acurrucó contra lo que para él era un suave colchón, apoyando su cabeza sobre dos tablas deformes. Justo entonces cerró sus ojos, y se dejó llevar por el sonido de los grillos estridulando.







Joe estaba dando el desayuno a su hermano pequeño, mientras veían caricaturas en la vieja televisión. Sus padres trabajaban desde la tarde hasta la madrugada. Por ello, mientras sus padres dormían, al pelirrojo le tocaba llevar a su hermano al colegio, para luego ir él al instituto.

𝐁𝐞𝐡𝐚𝐯𝐢𝐨𝐫 - HardzzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora