Me dices que no.
Además de las miradas, está el actuar, y tú querida, eres excepcional en esto.
Acercándote a mí te encuentras y cuando lo haces yo acciono por igual, aunque con más trabas.
Me pones nerviosa, lo sabes y disfrutas.
Aquella vez, ¿había necesidad de tocar? Solo fue capricho de estar cerca.De llamarme y verme obedecer con fluidez ante tu voz.
Has notado cómo el nerviosismo me carcome cuando de hablar en voz alta se trata, pero cuando escribo solo fluyo e inauguro la apertura de mi corazón. Te consta.
Me ves al frente, sin mirar a nadie, sin mirarte a ti. ¿Lo encontraste bien?
Insististe y volviste a llamarme.
Querías que te mirara, siendo al final cuando vuelvo a encontrarte, y la incógnita transforma tu rostro.
¿Será que aún le gusto?
Será porque me asusto.
Porque después, saliendo de mi revoltijo, cuando por fin vuelvo a dar la cara, que me llamas a acercarme.
Me dejas dirigir, comentar e insinuar. Bromeas conmigo, chistes locales de los que solo tú y yo conocemos significado.
Sabes el contexto, sabes lo que siento y lo que escondo cuando te miro, lo sabes y aún así me inspiras a suspirar cuando te encuentras cerca, cuando me dedicas miradas y palabras que hacía los demás no van.
Son solo para mí, ¿eso es un sí?
Si te vuelvo a encontrar, ya sin tener que aguantar, sin disimular y con toda la intención de mirarnos, ¿me detendrás para hablar? ¿lo vas a confesar?