lo siento mucho;; 18

1.3K 110 10
                                    

La vida para Rodrigo Carrera parecía sombría, durante toda su adolescencia pensó que sería imposible encontrar a la persona con la que estaba destinado a pasar toda la eternidad. ¿Cómo podría su alma gemela encontrarlo si no podía decía absolutamente nada? Se quedaría dolor de por vida.

18 años.

-¡Feliz cumpleaños, Rodrigo!- gesticuló su familia acompañado con lenguaje de señas, su hermana menor sosteniendo el pastel de chocolate, su favorito.

-Se quedó tan sorprendido que se quedó sin habla- bromeó su hermana mayor, después de tanto tiempo se habían acostumbrado a bromear. Rodrigo la golpeó en el brazo riendo y sacándole el dedo del medio.

-Corina...- amenazó su madre. -Mirá tu muñeca, ¿Qué es?- incitó su madre emocionada con una sonrisa, una vez más acompañándolo con gestos. El ojiverde negó con la cabeza. -Rodrigo, por favor, este es un momento muy importante para un madre- «y para mí también» pensó, «pero nunca encontraré a alguien, aseguro que si levanto esto no habrá...»

Quedó la frase en el aire cuando su hermana menor levantó la tela de su pijama color caramelo revelando la piel de su muñeca.

-¡Priscila! No tenías que hacer eso, era su desición mostrarlo- reprendió su madre, que de igual manera fisgoneó. -Oh, mí bebé- lo abrazó. -Ésta es una señal.

"Lo siento mucho"

¿Era posible encontrar a alguien? Ahora lo era. Y lo emocionaba, lo asustaba pero era un romántico sin remedio dispuesto a lo que sea.

2 meses después.

Se encontraba en el autobús de vuelta a su casa, a un par de cuadras para ser exacto. Miraba hacia la ventana sumido en sus pensamientos, su audífono apagado le ayudaba a enfocarse en sus pensamientos acallando el ruido urbano. Su pie balanceándose de arriba hacia abajo mientras imaginaba escenarios posibles.

Cuando estuvo en la parada correspondiente se puso de pie tomando su mochila y colocándola sobre sus hombros mientras encendía el aparato siendo abrumado por el ruido. Bajó los escalones que lo acercaban al suelo y apenas tuvo un pie en la acera este arrancó.

Caminó por la banqueta agarrando las tiras de su mochila mirando hacia el suelo. Sintió un impacto a los pocos minutos, cayendo en seco.

-Lo siento- su corazón se paralizó, ¿Sería posible? -tanto- dijo después de una eternidad.

Se desanimó e hizo un gesto restándole importancia al asunto regalándole una sonrisa. -Soy Isaías- extendió la mano tintada con su frase. Rodrigo la tomó de vuelta.

Gesticuló un "Rodrigo" buscando que él entendiera.

-¿No podés hablar?- preguntó el chico frente a él apenado. -Eso está bien... Quiero decir, no importa- le sonrió.

Ese momento trajo un cambio en la vida de Rodrigo, había conseguido un amigo incondicional, Isaías aprendió lenguaje de señas y Rodrigo aprendió a fastidiar al ojimiel.

𝐆𝐑𝐄𝐄𝐍 » rodrivan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora