Olivia Rodrigo (estúpido cupido)

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Durante miles de años el mito de cupido; el pequeño hombre en pañales que volaba por el mundo llevando amor a parejas que apuntaba con sus flechas, logrando que las personas marcadas se enamoraran perdidamente y de por vida de quien sea tengan en frente; hasta la fecha el mítico ser jamás se había equivocado al marcar a alguien, pues su mero instinto siempre acertaba dando a las personas que mejor encajaban entre si; sin embargo, los siglos le pasaban encima; a pesar de ser inmortal cada vez se volvía mas difícil tener el tiempo y la capacidad para cubrir el mundo entero de amor, un planeta sobre poblado y con demasiados problemas encima como para encontrarle a cada uno de los seres vivientes su media naranja, por lo que el hombre después de pensárselo decidió traer a uno de sus hijos, el joven de apenas cuatro mil años de nombre Alberto para que comenzara a capacitarse en la tarea, pues hasta los mismos humanos cada vez se daban cuenta de que había cada vez menos amor en sus vidas; con lo que cupido no contaba era que su heredero, tenia una pésima puntería.

UNIVERSIDAD DE NUEVA YORK

Juliette Mendoza esperaba sentada en la oficina del director mientras que movía sus pies con ansiedad, conseguir su intercambio cultural de su universidad en la Ciudad de México hasta la de Nueva York le había costado seis semestres de esfuerzo por lo que estar en esa oficina era un sueño; ya había conocido su residencia, a otros alumnos de intercambio y las instalaciones, por lo que solo le quedaba escuchar al director de su facultad para darle una cálida bienvenida como a todos los demás y después iria a su primer clase, repasaba su conocimiento del ingles una y otra vez en su cabeza, justo antes de que volviera a mirar la hora en su reloj el hombre alto y de piel oscura entro con una amable sonrisa, le estrecho la mano y en cuanto se sentó en su escritorio comenzó a dar su discurso de bienvenida, agradeciéndole por elegir su universidad y hablándole de su historia; pero antes de que pudiera continuar la puerta se abrió de golpe, dejando pasar a una mujer mayor de anteojos y ropa formal que tiraba del brazo de una chica de piel bronceada, cabello oscuro y complexión delgada.

- Profesora Hamilton, ¿esta todo bien?.- el lenguaje del hombre era tranquilo pero sus ojos demostraban molestia por la interrupción.

- Oh Director Lerman, la señorita Rodrigo podría explicarle muy bien la situación; de todas maneras le gusta hablar ¿no es asi?

La joven mencionada rio a lo bajo mientras levantaba la mirada observando curiosa y sin disimulo a la joven de cabello negro sentada en el lugar, analizo su ropa negra elegante, los anteojos apoyados en enormes mejillas y mirada confundida, le sonrió con gracia señalándole a los mayores y después fue sentada a su lado por la anciana molesta.

- Encontré esta bolsita cayendo de su mochila, y dudo mucho que se trate de harina para hornear.- coloco una bolsa transparente apenas del tamaño de la palma de su mano en el escritorio.- Después revise sus pertenencias siguiendo el código de ética y el reglamento de nuestra institución y encontré esta bolsita de maquillaje repleta de marihuana o lo que sea, expúlsela.

- Señorita Mendoza.- la joven que hasta el momento se encontraba en silencio analizando la situación se giro a verlo despejando sus ojos del contenido en el escritorio.- Vaya a clase por favor, y sea discreta.

El hombre se mostraba avergonzado, que una de las alumnas que recibía de intercambio se llevara aquel momento como primera impresión del ambiente escolar no lo dejaba muy bien parado frente a la competencia, ni frente a nadie. La chica asintió con las mejillas rosas y tomo su mochila para encaminarse a la puerta.

- A usted jamás la eh visto por la facultad, ¿ya ha tomado mi clase?.- los ojos juzgones de la profesora la veían con seriedad, mientras tanto la otra joven la miraba de arriba a abajo de nuevo.

- No, soy una de las alumnas de intercambio de México, es mi primer día.- murmuro nerviosa intentando pronunciar cada palabra de forma correcta.

- Lindo acento, dime la R.- menciono la chica Rodrigo levantando las cejas con picardía juguetona, las miradas de los adultos inmediatamente le indicaron que guardara silencio.

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