parte única

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El ruidoso e insoportable sonido de la alarma proveniente del teléfono del príncipe Henry retumba con fuerza contra los tímpanos del primer hijo de Estados Unidos, Alex, quien gruñe con molestia mientras aprisiona su almohada entre los brazos e intenta apretar su oído aún más contra la tela.

—Apaga esa mierda —masculla, sus palabras casi inentendibles por el sueño y sus labios casi juntos mientras deja escapar un profundo suspiro.

—Buenos días para ti también, cariño —la vos de su novio lo hace despertar lentamente, junto con el beso matutino que Henry deposita dulcemente sobre su mejilla.

Alex parpadea confusamente al dejar de escuchar la molesta alarma, restriega sus ojos con los nudillos para apartar las pequeñas lágrimas y lagaña acumulada en sus pestañas.

—Buenos días —Murmura aún con su cabeza entre las sábanas y su voz ronca por ser las primeras palabras que pronuncia en el día.

Aunque luego frunce las cejas en un gesto de confusión y saca su labio inferior en un puchero exagerado para opinión del rubio.

—¿Ahora qué quieres? —su tono es molesto, pero Alex divisa la sonrisa que adorna sus facciones. Se abraza al torso de Henry quien está sentado a su lado y coloca su cabeza sobre las rodillas del contrario.

—Lo que pasa es que no me diste mi beso aquí —golpea dos beses sus labios con la punta de los dedos. Y, realmente, a Henry le parece un niño pequeño. Algo que no debería ser dulce, pero que logra derretirle el corazón.

—Tonto —murmura con cariño antes de inclinarse a besarlo, sus manos sostienen las mejillas del moreno al tiempo en que sus dedos dejan caricias sobre su rostro. Alex sonríe cuando el cabello rubio y algo largo de su pareja le cosquillea en la frente. Entrelaza sus dedos en las suabes hebras y lo jala con delicadeza.

—Vamos, Días, a desayunar —ordena al separarse de su cuerpo, le deja un último beso sobre la frente y palmea repetidamente la parte superior de su cabeza.

—Ve tú —entierra su rostro en el estómago de su pareja cubierto con una remera de pijama verde.

—Lo haría si me dejaras levantar y no estuvieras sobre mi siendo un vago total —comenta obvio.

—Claro, pero cuando me pongo sobre ti para hacer otras cosas no te quejas. Es más, creo que te gusta demasiado por tus gemid... ¡OYE! —chilla al sentir un fuerte jalón en su pelo.

—Entonces cállate, cariño —acaricia con la yema de sus dedos el lugar adolorido de su cuero cabelludo y sonríe cuando el moreno se separa con un prolongado bufido.

—Eres insoportable —farfulla colocándose de manera fetal bajo todas las frazadas que impiden que el frío habitual de Londres los congele por las noches.

—Sé que me amas —Henry termina de atar los cordones de sus zapatillas antes de ir a paso cansado hasta la puerta del baño.

—Eso no quita que seas un obtuso insoportable por las mañanas.

—Como sea —hace un gesto con la mano para quitarle importancia a las palabras de Alex—. Espero verte cambiado cuando salga, debemos irnos.

—Sí, papá —el rubio entrecierra los ojos en su dirección antes de serrar la puerta blanca a sus espaldas.

Alex quita perezosamente las mantas de sobre su cuerpo, maldiciendo por lo bajo cuando el frío abraza su torso desnudo y su piel se enchina cuando un estremecimiento recorre su columna vertebral.

Desliza sus piernas fuera de la cama hasta llegar a apoyar la planta de sus pies contra la alfombra gris que cubre todo el piso de su dormitorio, y suelta un siseo de placer al momento en que sus dedos se hunden entre la gruesa lana.

una típica Mañana en el Palacio [RWRB OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora