Sustraídos
Mi nombre es Harry James Potter... aunque eso ya deben de saberlo, y si no es así entonces deberían considerarse en problemas. ¿Qué estoy diciendo? Claro que, a estas alturas, ya deben saber cómo me llamo. En fin, quizá no es un buen comienzo no saber si debo o no debo poner mi nombre pero estoy algo nervioso escribiéndoles, y también muy emocionado. Además, todo el mundo empieza así las historias ¿o no? Así que, pues eso.
Bien, les contaré una historia que nadie conoce. Ni siquiera se la he confesado a mis dos mejores amigos, aunque Hermione una vez intentó filtrar veritaserum en mi bebida durante una cena. Ella no es tan discreta como aparenta, al contrario, ha hecho incluso más intentos que Ron, quien llegó a amenazarme con llenar de babosas mis calcetines, lo que podría ser incluso más desagradable que despertar desnudo en una plaza pública (no pregunten, esa es otra historia). Ellos en una ocasión se aliaron para hacerme creer que proclamarían una nueva ley que obligaría a confesar nuestros más preciados secretos.
Puede que sea extraño que lo diga y no los culpo si no me creen pero como ya lo había mencionado, esos dos son mis mejores amigos.
Todo empezó una mañana de sábado. Yo debía presentarme a las ocho de la mañana en el despacho de Severus Snape, nuestro Profesor de Pociones, fundador y miembro honorario del club "Ridiculicemos a Harry Potter", y seguramente tenía ya varias medallas al mérito por conseguirlo. En fin, desde hacía dos meses habíamos retomado las clases de oclumancia. Fue una de esas grandiosas ideas de Dumbledore, el Director del colegio, para que me ayudara en la lucha contra Voldemort, otro mago que se disputaba el título del que más ideas para matarme ha tenido. O sea, es que la propuesta de Dumbledore parecía destinada más a mi muerte que a mi sobrevivencia.
Yo creía, ilusamente, que ese día sería uno más de mi rutina. Desde hacía dos meses que me escabullía a escondidas de todos para ir a las mazmorras a recibir mi tortura. De acuerdo, quizá exagero un poco. Mi relación con Snape seguía siendo crispante provocando que mi gastritis se agudizara cada fin de semana, sin embargo tampoco era tan mala como el año anterior.
Miré con envidia a mis compañeros, ellos podían seguir durmiendo hasta muy tarde. Pero de nada valía quejarme así que con toda la pereza del mundo saqué mis piernas de esa tibia cama frotándome el rostro con ambas manos intentando despejar mi mente. No me pregunten si lo conseguí porque aún sigo dudando si es normal tener una mente como la mía.Además, las noches eran cada vez más difíciles de disfrutar, pasaba más tiempo concentrándome para dormir que durmiendo.
Me harté de lamentarme, lo que se me da bastante bien, lo de hartarme y lo de lamentarme, ambas cosas.
Fui a la ducha y sin esperar a que saliera el agua tibia me metí bajo la regadera, casi salté hasta el techo cuando la frialdad tocó mi espalda pero el fin logré despertar. Al regresar a mi dormitorio mis amigos continuaban durmiendo. Ron incluso abrazaba a la almohada con una enorme sonrisa. Prefería no imaginar lo que estaba soñando o no podría desayunar nada.
Esa mañana escogí usar unos jeans negros y un suéter azul oscuro, no necesitaba nada más para recibir las esperadas críticas de Snape acerca de lo mal que se me daba la oclumancia, las pociones y un largo etcétera.
Si no fuera porque Dobby siempre dejaba un par de tostadas en la mesa junto a la puerta de la sala común, saldría sin tomar un bocado. Fui saboreando mi comida con toda tranquilidad, aún tenía los suficientes minutos para llegar hasta las mazmorras.
Cuando di vuelta al último corredor antes del despacho de Snape le vi esperándome en la puerta, tragué duro el último pedazo de tostada antes de llegar hasta él.
— ¿No habrá entrenamiento hoy? —le pregunté, no pude contener una esperanzadora sonrisa al ver al Profesor ataviado con su capa de viaje.
— Buen día también para usted, Señor Potter. —siseó sin importarle verme sonrojado por mi falta de educación al no saludar, intentaré encontrar un hechizo que evite que mis mejillas ardan en su presencia—. Por lo visto se olvidó que hoy saldríamos del colegio.
Debo reconocer que demoré más de un par de segundos antes de recordar el mensaje que Snape me hizo llegar durante la cena.
— Lo lamento, iré por mi capa ahora mismo.
— No hay tiempo, tendrá que venir como está.
Sin esperarme, Severus Snape se alejó por el corredor. Suspiré resignado a que siempre sería así y fui tras de él. En esos meses nunca había logrado complacer a Snape. El Profesor continuaba siendo sarcástico, hiriente y despectivo, aunque si tenía que ser sincero, admito que últimamente su tolerancia era un poco, tan sólo un poco, más amplia.
Mientras subíamos las escaleras hacia el vestíbulo y luego mientras las bajábamos por los jardines, me pregunté cómo era que Snape conseguía caminar tan rápido sin tropezarse con su larga capa. Cuando yo usaba la del colegio tenía que irla pateando para no terminar enredándomela en los pies, claro que con menos gracia que un pato saliendo del estanque.
Pero Snape parecía dominarla con la mente. Bueno, quizá así fuera.
Llegamos hasta los límites del colegio en un área muy cerca del lago donde podíamos continuar con las sesiones. Tuve que admitir en secreto que me agradaba la idea de no estar encerrado en las mazmorras.
— ¿Porqué tenemos que hacerlo a la intemperie? —cuestioné intrigado por el cambio de escenario.
Snape me miró como sopesando si valía la pena gastar energía en responderme. Finalmente respiró hondo, supuse que siguiendo alguna sugerencia de Dumbledore por no contestar como le gustaría.
— Aparentemente el señor Director considera buena idea que respiremos aire fresco.
— ¿En serio? —cuestioné incrédulo.
— Por supuesto que no, Potter. —dijo arqueando los ojos—. Estamos aquí para usar las herramientas que nos proporciona la naturaleza, ya lo verá cuando empecemos ¿está listo?
— ¿Cómo voy a estar listo si no me ha dicho lo que haremos?
— ¿En realidad piensa que eso haría una diferencia?
Pensé en protestar pero tuve que admitir que Snape tenía un buen argumento, lo importante era saber responder de acuerdo a mi capacidad para improvisar pues los estudios no se me daban muy bien.
Saqué mi varita al mismo tiempo que Snape y de inmediato sentí cómo una fuerza muy poderosa intentaba penetrar en mi mente. La reconocí de inmediato como Snape, al principio de las sesiones se me complicó impedirle entrar debido a lo incómodo de ser violentado en mi privacidad, y en realidad, ahora me era más difícil conseguir el mismo resultado pero por percibir esa fuerza demasiado conocida.
Era como si mi propia mente se resistiera a obedecerme y simplemente quisiera brindarse sumisa a que Snape la recorriera a placer. ¿Se oyó tan escalofriante como me pareció?
Esa nueva sensación no la había comentado con nadie, ni siquiera con Snape, era vergonzoso admitir que la intromisión ya no me resultaba ofensiva sino seductora, y quizá eso mismo me ayudaba a bloquearme con más fuerza, era una paradoja complicada que a veces ni yo entendía. Lo único que quería era impedir que Snape siquiera sospechara de mi perturbadora situación.
De pronto, noté algo extraño, como una sombra acercándose amenazadora por la derecha de Snape y eso me desconcentró. Estuve a punto de permitir que Snape percibiera mis más íntimos secretos pero fue el mismo Profesor quien se retiró.
— ¿Así es cómo piensa combatir contra el más grande hechicero, Potter?
— Es que... —titubeé mirando distraído hacia donde había visto la sombra pero que ya no estaba—... me pareció ver algo.
— Exacto, era una de mis distracciones. —respondió aburrido—. O si gusta, puedo mandarle una lechuza notificándole cuáles serán.
— No es necesario ser sarcástico. —gruñí entre dientes—. Además, el más grande hechicero es Dumbledore y con él no lucharé.
— Le conseguiré un autógrafo de su ídolo cuando terminemos, ahora es necesario que se entrene para atajar las traiciones, no relajarse por las lealtades de sus oponentes, créame, no las habrá.
— Ya lo sé. Mejor continuemos.
— Es lo único coherente que ha dicho en este día, Potter.
Snape volvió a atacarme con un Legeremens y otra vez apareció esa sensación tan suave como la seda. Tenía que resistirme, supuse que debía ser normal el deseo de rendición, la idea era precisamente conseguir que el oponente mostrara sus pensamientos por su propia voluntad. Esa idea me ayudó a seguir construyendo murallas para alejar a Snape y su cautivador avance.
Volví a ver esa sombra amenazante sobre Snape pero en esta ocasión me obligué a ignorarla, fue muy tonto del murciélago usar la misma trampa dos veces ¿o no? Sin embargo, a pesar de que sabía que sólo intentaba distraerme, mi corazón retumbaba angustiante, a cada segundo parecía más real.
Luego, algo más, uno de los árboles empezó a agitarse con un viento que no estaba ahí. Escuché las ramas crujir con fuerza, era como un tornado amenazante. No podía imaginar cómo es que Snape lograba hacer eso.
— ¡Potter! ¡¿Qué está haciendo?!
— ¡Lo que usted me ordenó! —grité por encima del ruido que hacía el viento, ¡vaya preguntas que hacía Snape! ahora ya no era sólo un árbol, era todo a su alrededor, incluso el agua del lago se agitaba violentamente.
— ¡Yo no le ordené destruir Hogwarts! ¡Deténgase!
— ¡No, usted está tratando de engañarme! ¡No lo voy a dejar entrar en mi mente, Snape!
— ¡Potter, que se detenga!
Apenas iba a gritarle que yo no estaba haciendo nada cuando repentinamente sentí que Snape rompía el hechizo para intentar detener el viento. Sin embargo, éste actuó en su contra succionándole desde la parte más amplia hasta el vértice que desembocaba en medio del lago.
— ¡Profesor! —le grité empezando a asustarme, o Snape era demasiado extravagante con sus pruebas, o se lo estaba comiendo un huracán. Me decidí por lo más obvio.
— ¡Llame a Dumbledore, Potter!
Pero aunque lo escuché, no pude obedecerle ¿les había dicho que tengo una grave compulsión a no escuchar a mis mayores?
Sin siquiera detenerme a pensar en las consecuencias me lancé hacia el tornado intentando alcanzar a Snape. Sin embargo, fui absorbido también y pronto ya no tuve control de mi propio cuerpo. De acuerdo, tampoco me caracterizo por mis grandes ideas.
Quise formular algún hechizo pero nada funcionaba. Todo a mi alrededor se oscureció cuando ambos caímos al lago. La corriente era tan fuerte que pensé que me ahogaría. El agua entraba dolorosamente por mis fosas nasales, y ni siquiera tenía a la mano un manojo de branquialgas que ayudaran.
Si eso no parece lo suficientemente alarmante, el agua a mi alrededor cambió sintiéndose, si es posible decirlo, seca. Empecé a toser, el tornado que primero fue de viento, después de agua, ahora era arena. Mis enemigos suelen ser bastante bipolares pero esto era el colmo.
Y de pronto, me vi nuevamente arrastrado por los aires, libre del remolino, pero en caída libre hacia la ladera de una montaña.
Quise sacar mi varita para evitar el golpe pero apenas tuve tiempo de lograr aminorar la caída, no fue suficiente y al tocar suelo mi tobillo derecho se torció. Alcancé a escuchar el tronido de mis huesos rompiéndose y el dolor taladrándome hasta el cerebro.
Finalmente quedé tendido sobre una superficie terrosa, todo el cuerpo me dolía, pero sobretodo mi tobillo roto. Quise incorporarme pero el dolor se intensificó de tal manera que tuve que morderme los labios para no gritar. No entendía qué había pasado, porqué terminé en ese lugar.
Pensé en Snape, lo había perdido de vista en cuanto caímos al lago, por un momento temí que hubiera muerto y ese simple pensamiento me perturbó tanto que hasta el dolor del tobillo parecía menor. Fui sintiendo poco a poco como la visión se me nublaba hasta que finalmente quedé inconsciente esperando despertar en mi cama, antes de ir a esa sesión de entrenamiento... antes de que aquel misterioso tornado succionara a Severus Snape.
¿Y ahora qué explicaciones iba a darle a Dumbledore por haber perdido a su espía favorito?8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8º8
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A la aventura de amarte
FanfictionLo que parecía era un día cualquiera, marcará la fecha en que el rumbo de la historia de Harry Potter dará un giro inesperado. Es el momento de conocer su más grande secreto. Snarry