La advertencia y un beso

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La advertencia y un beso






— No deberían estar aquí. —habló ese hombre y su voz sonaba como si hubieran pasado años de que no la usara.


Snape no bajó su varita sin importar que aquel personaje no pareciera tener intención de atacarnos.


— ¿Quién es usted? —le interrogó interponiéndose entre el extraño visitante y yo, su actitud protectora me molestó un poco pero al mismo tiempo agradecí que lo hiciera pues el ojo sano del hombre buscaba mirarme tras de Snape.

— Ese chico está herido.


Bueno, su sentido de deducción no era demasiado brillante. Dio un paso hacia mí intentando acercarse pero Snape se lo impidió casi clavándole la varita en el pecho.


— Eso no le importa. —siseó amenazante—. De un paso más hacia él y le aseguro que tendré que cavar su tumba aquí mismo.

— No pretendo lastimarlos. —dijo retrocediendo con docilidad—. Pero no deberían estar aquí.


Como dije, no era muy brillante sacando mejores conclusiones.


— ¿Qué quiere decir?

— Este bosque es peligroso, deben salir de este lugar cuanto antes.

— Nos iremos cuando yo lo considere oportuno. —aseveró Snape sin amedrentarse.

— Bien, quedan advertidos.


El hombre dio media vuelta empezando a alejarse mientras arrastraba su pierna lisiada.


— ¡Espere! —no supe qué me impulso a hablar justo cuando por fin nos librábamos de él pero era la primera persona que veíamos, no iba a dejar que se fuera sin decirnos más.


El hombre se giró sonriéndome, no voy a decir que me gustó su sonrisa porque mentiría, al contrario, había en ella cierta malicia, como si esperara a que yo me decidiera hablar. Pasé saliva mientras ignoraba la mirada de advertencia de Snape.


— ¿Usted puede decirnos dónde estamos?

— No.

— ¿No lo sabe?

— No puedo decirlo.

— Pero dijo que debíamos salir de aquí ¿cómo llegamos al poblado más próximo?

— No hay poblados próximos.

— Entonces podría señalarnos hacia dónde queda Londres.


El hombre bufó como si mis preguntas le divirtieran pero no pensaba darme por vencido, alguna información tenía que sacar de él.


— ¿No va a darnos un modo de salir de aquí?

— Saldrán cuando tengan que salir, justo como llegaron... pero cuídense del invierno.


Snape y yo nos miramos sin comprender pero cuando volvimos a fijar nuestra vista en el visitante ya había desaparecido. El Profesor revisó bien los alrededores y parecía como si aquella persona jamás hubiese estado por ahí. Reforzó los hechizos de seguridad no solamente para notificarnos la presencia de un intruso sino también para paralizarlos, e incluso así, antes de regresar a sentarse a mi lado continuó manteniendo su varita en mano.


— ¿Qué querría decir con lo de cuidarnos del invierno? —pregunté intentando hacer conversación pero también preocupado por aquellas palabras, se suponía que estábamos en plena primavera.

— Me temo que lo sabremos cuando ya lo tengamos en nuestras narices, Potter. Este sitio no es tan normal como aparenta, es probable que no compartamos el mismo tiempo ni espacio que Hogwarts.

— ¿Por eso me preguntó si había soñado con Voldemort?

— Sí, creo que no estamos en su mundo. —aseveró preocupado—. Lo cual confirma mis sospechas de que nuestro viaje no sea una de sus trampas.

— ¿Y qué cree que sea?


Snape se encogió de hombros sin responderme. Supuse que al igual que yo, él tampoco tenía idea de qué o quién fue lo que nos llevó a ese lugar.


— ¿Porqué no descansa un poco? —le propuse al verlo algo fatigado—. Me quedaré despierto un rato y vigilaré.

— ¿Para que se ponga a conversar con desconocidos?


Por un momento creí que Snape estaba reprendiéndome pero al mirarlo noté que la comisura de sus labios se estiraba un poco intentando reprimir una sonrisa. Aquel desconocido se borró de inmediato de mi mente, me giré hacia Snape decidido a retomar el momento interrumpido.


— Creo recordar que dejamos una conversación pendiente.

— ¿Ah sí? —cuestionó fingiendo no entenderme pero cuando se giró hacia mí nuestros rostros quedaron tan cerca que pude verme reflejado en sus irises.


Guardamos silencio sin apartarnos ni un poco, yo sentía mi corazón acelerado y la sangre de mi cuerpo correr como un río embravecido. Miraba sus ojos y luego sus labios y me sentía hipnotizado por ellos. Cada uno de mis pensamientos me gritaba que era una mala idea, que me retirara y olvidara lo que mi cuerpo sentía. Por fortuna en el transcurso de mis dieciséis años de vida había adquirido una peculiar habilidad para ignorar mis razonamientos.


— Le aposté a adivinar la persona con la que usted creía que saldría.


Snape respiró profundamente, noté que sus ojos también miraban mi boca y hasta se había olvidado de vigilar a nuestro alrededor, lo cual, sinceramente, ya no me importaba. Podían atacarnos seres más aberrantes que los Dementores pero yo no podría dejar de mirarlo y sentir tanto calor ardiente en mi cuerpo.


— ¿Y quién sería, Potter?

— Creo que piensa que yo debería salir con usted.


Snape rió de manera espontánea y de inmediato sentí que mi estómago revoloteaba enloquecido, nunca le había escuchado reír pero toda mi sangre respondió elevándose varios grados más de temperatura. Creí que terminaría en combustión espontánea si no lograba apagar ese fuego que me quemaba tan deliciosamente.


— Potter, no le conocía ese sentido del humor. —admitió Snape dejando de reír pero permaneciendo con una suave sonrisa en sus labios que me enloquecía aún más—. En realidad yo me refería a su mejor amigo, Ronald.

— Bueno, perdí cinco galeones. —susurré encogiéndose de hombros pero sin molestarme, estaba demasiado ensimismado mirando los labios de Snape y admirando lo lindos que lucían sonriendo—. Pero no importa, porque ahora sé que usted ve más de mí de lo que ven los demás.

— Precaución, Potter, que luego se queja los juegos rudos.

— Quien sabe... podrían terminar gustándome.

— Potter...

— Profesor, para que se entere, que ahora sí estoy ofreciéndom...


Ni siquiera pude terminar la frase, Snape se apoderó de mi boca besándome con ansiedad. Ay, juro por mi nombre y cada una de las respiraciones que me quedan en la vida que jamás había sentido tantas cosas y tan intensas al mismo tiempo. Creo que si hay un antes y un después en mi existencia es ese beso.


Snape no fue muy suave, ni yo esperaba que lo fuera, me besaba como si quisiera comerme vivo y eso fue excitante en extremo. Su aliento era embriagante y robaba el mío con absoluta facilidad, ese beso superaba todas mis expectativas. Fue ardiente y seductor, su boca se amoldaba muy bien a la mía y nuestras lenguas se hacían el amor enviándonos descargas de placer a cada fibra de nuestras pieles.


Sentí sus brazos rodeándome para apretujarme más a su cuerpo, ni siquiera me importaba el oxígeno que podía faltarme, si Snape quería fundirme a su cuerpo, me uniría a él eternamente. Sé que suena prematuro, era nuestro primer beso, pero puedo asegurar que algo en mi alma me decía que no había que buscar más. Fui afortunado, al primer intento encontré mi destino.


Snape gemía extasiado dentro de mi boca y no podría describir cómo me hizo sentir aquello. Podía percibirlo buscando más, succionando mi boca como cuando exprimes el jugo de esa fruta que calma tu sed con un sabor inacabable. Entonces su pierna se introdujo entre las mías frotándose en mi vientre.


Ya estaba tan duro como una piedra, no voy a negarlo, pero la sensación de tener a Snape restregándose contra mi cuerpo me produjo un intenso estremecimiento que mis dedos se aferraron furiosos entre las telas de su túnica, quería rasgársela y tocarlo todo.


Cuando su mano tocó mi vientre tuve que suspender el beso, hundí mi rostro en el cuello de Snape y grité. No podría definir qué fue lo que me pasó pero era demasiado que asimilar, el placer subió hasta límites que rozaban la locura, necesitaba descargar tanta emoción y mi cuerpo empezó a agitarse. Sentí mi magia desbordar sin control a nuestro alrededor.


— Potter. —me susurró apartando su mano de mi dura erección para acariciar suavemente mi cabello—. Relájate, respira hondo.


Yo le escuchaba muy lejos, mis oídos zumbaban y sólo oía claramente mis gemidos desesperados y mi cuerpo vibrando en busca de más contacto físico con Snape.


Volvió a besarme, pero en esta ocasión fue más tranquilo y logró que mi ansiedad menguara. Mi respiración fue normalizándose poco a poco consiguiendo oxigenar mi cerebro.


— ¿Te sientes mejor? —me preguntó cuando rompió el beso y buscó nuevamente mis ojos—. Perdona que te haya detenido pero no debemos ser bruscos, recuerda que tu tobillo debe quedar inmóvil


Asentí y aun respirando agitado me recosté sobre su pecho. Pude escuchar su corazón latiendo casi al mismo ritmo que el mío y desde mi posición vi que él estaba igual o más excitado que yo, su pantalón dibujaba una gran protuberancia que casi hizo que volviera a descontrolarme.


No dijimos nada más, nos quedamos abrazados el resto de la noche. Y esa fue la noche más dulce que había vivido hasta entonces. No hicieron falta palabras ni más besos. Cumplí mi fantasía de entrelazar mis dedos a los suyos y Snape no se retiró ¿hay una caricia más significativa que esa? No lo creo, él sentía lo mismo que yo.


Desperté al llegar el alba y aún antes de abrir los ojos sentí la imperiosa necesidad de sonreír. No recuerdo haber despertado antes tan feliz, seguía abrazado de Snape y éste me acariciaba suavemente mi mejilla. Volteé a mirarlo apoyando mi mentón en su pecho sin dejar de sonreír.


— ¿Y bien, Profesor Snape, no piensa darme un beso de buenos días?

— Supuse que a la luz del día llegaría el arrepentimiento. —me dijo, pero no mostró ninguna preocupación real por sus palabras, incluso me sonreía también y su voz sonaba, aunque sea difícil de creer, suave como una caricia.

— ¿Arrepentirme? No veo porqué, me gusta el cambio que ha dado nuestra relación.

— Potter, eres tan joven. —suspiró, no como un lamento sino como si estuviera tratando de recordárselo a sí mismo pero sin molestarle mi edad.

— Ya no soy un niño.

— Lo tengo claro, todo el mundo se ha dado cuenta. —afirmó casi divertido—. ¿Porqué crees que hay tantas apuestas sobre ti?

— El único que me importa que se haya dado cuenta eres tú.


Me sonrojé de inmediato, no por mi sincera confesión, ya no tenía ningún reparo en aceptar lo que sentía, pero sí por ser la primera vez que lo tuteaba. Por alguna incomprensible razón temí que Snape se molestara pero no fue así, empezó a besarme repetidamente por todo el rostro y cuello y yo fui feliz de recibir sus caricias y gemir fascinado.


Sin embargo no duró demasiado tiempo, Snape me dio un último beso en los labios antes de apartarse.


— Debemos seguir avanzando, Potter, te quitaré el entablillado y esperemos que haya funcionado.

— Funcionará, lo hiciste tú, Snape.


Snape me sonrió arqueando las cejas, y mientras me quitaba los vendajes y hechizos del tobillo no dejó de burlarse gentilmente conmigo por mi evidente coqueteo. La verdad es que no podía dejar de hacerlo y de sonreír, al paso que iba corría el riesgo de que los músculos de mi cara se quedaran así por siempre. Me iba a ver bien bonito suspirando embobado mientras maldecía a Voldemort.


— Bien, te ayudaré a ponerte de pie y veremos si puedes apoyar. —me dijo Snape, ahora sí retomando el tono serio y profesional de su voz.


Me sujetó de las manos para ponerme en pie. No dudé para nada en apoyar confiando en que todo saldría bien y no me equivoqué. Mi corazón se hinchó de orgullo, me había enamorado del jodido mago más increíble y admirable del mundo. Aproveché que estaba sano y salté a la cintura de Snape volviendo a apoderarme de sus labios.


Lo tenía claro, mi corazón quedaba rendido por Severus Snape.







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A la aventura de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora