De cuentos

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De cuentos





Tanto para Snape como para mí siempre había sido exasperante tener que quedarse sentado sin hacer nada, pero extrañamente ahora no resultaba así. Nos acomodamos junto a ese árbol, teníamos que esperar a que mis huesos consolidaran debidamente así que no nos quedaba más opción que aguardar el tiempo necesario para ello.


Snape había logrado recolectar más frutos secos y nos entretuvimos rompiendo nueces y comiendo algunas hierbas que, aunque a mí me sabían a pasto, me hacían sentir más fuerte.


— ¿Y bien? —pregunté intentando hacer una charla—. ¿Descubrió algo allá arriba? ¿Al mago de Oz, quizá?

— ¿Mago? ¿Hay un mago por aquí? —me preguntó Snape, realmente parecía intrigado con mi cuestionamiento.

— ¿Bromea conmigo, Snape?

— ¡Usted fue quien preguntó por ese hechicero! Y no comprendo cómo es que no me dijo que podía haber alguien que nos ayudara a salir de este embrollo.

— El mago de Oz no existe.

— ¿Y entonces porqué me pregunta por él?


La sonrisa me brotó espontánea, estaba acostumbrado a tener que explicarle a Ron sobre los asuntos muggles pero jamás me imaginé que eso sucedería con Snape, después de todo era mestizo.


— ¿Será posible que jamás haya leído la historia?

— ¿Es una historia? ¿Y porqué me hace perder el tiempo, Potter?

— Bueno, porque en la historia la chica es atrapada por un tornado, no precisamente como el de nosotros, pero le llevó a un mundo extraño en el que debía encontrar a ese mago para poder regresar a casa.

— Ya veo, ¿y esa chica también se rompió el tobillo?

— Más bien aplastó a una bruja con su casa.

— ¿Era un caracol o qué? Nadie lleva su casa a cuestas.

— Será mejor que no cuente nada más, no me toma en serio.


Volvió a hacerse un periodo de silencio entre nosotros, pero después de comer un par de nueces, Snape suspiró cansino.


— De acuerdo, ¿entonces usted cree que habrá un mago que nos ayudará?

— En realidad el mago no era tal, sino un tipo ingenioso que logró engañar a todo un pueblo.

— Bien, la historia se tornó interesante, supongo que yo le recuerdo al tipo ingenioso ¿cierto?

— En realidad me recuerda más al espantapájaros.

— ¡Potter! —exclamó indignado.

— No se ofenda, en realidad el espantapájaros es mi personaje favorito. Es un tipo inteligente, más de lo que él mismo creía. ¿En verdad jamás leyó el libro?

— Obvio no, no tenía tiempo para esas cosas.

— ¿Qué libros leía de niño? ¿En el colegio no le encargaban ensayos sobre esas historias?


Snape volvió a guardar silencio, desvió su mirada hacia el lado contrario y decidí respetar eso por varios minutos. Al final, fue nuevamente el Profesor quien decidió retomar la conversación.


— Fui educado en casa. —me dijo con seriedad—. Mi padre jamás permitiría que me vieran haciendo magia en una escuela normal, y para su mala fortuna fui un niño que despertó a la magia a muy temprana edad, sucedía con frecuencia, así que mejor tenerme encerrado lo más posible.

— ¿Su padre fue quien le instruyó?

— Fue mi madre. Ella prefirió no provocar a mi padre, pero se las arregló para hablarme de la magia cuando no había peligro de que nos descubrieran.

— Con los Dursley tuve el mismo problema, creo que si el tío Vernon supiera que nos hacían leer El mago de Oz en el colegio habría promovido su clausura.

— Propongo no hablar más de ello, no hay motivo.


Asentí respirando profundamente, miré el entablillado, ya no tenía ningún dolor y esperaba que cuando Snape lo retirara mi pie estuviese sano por completo.


— ¿Y entonces qué vio arriba? —seguí preguntando, no quería pensar demasiado en el condenado y traicionero tobillo.

— Montañas y más montañas, pero logré vislumbrar un pequeño sendero que debió haber sido elaborado por manos humanas, no parece muy transitado pero mañana, si su tobillo lo permite, iremos por él.

— ¿No será un camino amarillo, verdad?

— ¿Amarillo? ¿Porqué habría ser amarillo?

— Olvídelo, regresé al cuento. —reí divertido.

— Potter, yo leí una vez un cuento donde dos excursionistas quedan perdidos, al final, el más inteligente de ellos arrojó al más pequeño a los lobos.

— ¿Bromea, cierto?

— Averígüelo.

— Oh, no, prefiero quedarme en silencio.

— En realidad... —continuó con un suave titubeo en su voz—... no perdería nada por saber qué pasó con el espantapájaros.


Nunca imaginé que fuera tan fácil sonreír con Snape, pero volví a hacerlo, y con cuidado de no mover demasiado la pierna, me acomodé mirándole de frente para relatarle el resto de la historia. Fue muy placentero tener un oyente como el Profesor, quien por primera vez dejó de cuestionarme y escuchó en silencio las aventuras de Dorothy y su perro Toto.


El resto del tiempo, seguimos conversando pasando por cientos de temas posibles y hasta imposibles de imaginar tener entre él y yo. Una cosa derivaba a otra y llegamos a sorprendernos escuchándonos a nosotros mismos respondiendo preguntas más personales de lo que nos habíamos hecho jamás.


Me enteré que Snape pretendía en algún momento dejar la enseñanza, si es que no moría en la guerra. No había hecho demasiados planes al respecto por el alto riesgo que corría pero confesó que incluso pensaba salir de Londres por algún tiempo.


A su vez, yo acepté por primera vez en mi vida que también evitaba imaginar un futuro lejano, por lo menos no para mí, pero rogaba que pudiera haberlo para mis amigos. Deseaba que ellos tuvieran una vida después de la guerra sin tener que soportar las consecuencias de mi amistad.


Snape me escuchó en silencio, mirándome juguetear nervioso con mis dedos mientras intentaba no mostrarme deprimido o temeroso por mi futuro. Pero para él no podía pasar desapercibido aquel sentimiento. Ahora ya sabía que compartíamos la misma resignada inquietud.


— No sé si soy el indicado para decirlo, Potter, pero no debería ser tan pesimista.

— No lo soy. —aseguré volteando a mirarlo con una tranquila sonrisa—. Pero hasta hace muy poco tiempo no lograba encontrar ningún aliciente, algo que me estuviera esperando más allá de la batalla.

— Tiene a su novia ¿no?

— ¿Novia? —resoplé sorprendido por la pregunta.

— Creí que la señorita Weasley...

— ¿Ginny?

— ¿Hay otra Weasley? Porque si me dice que su amigo ha estado en el dormitorio equivocado todos estos años entonces va a tener problemas, Potter.


Reí abiertamente imaginando la cara que pondría Ron cuando le contara el comentario de Snape. O bueno, no, mejor no le diría nada. No creía poder reproducir lo que sentía en esos momentos.


Quedamos en silencio otros pocos minutos aunque ninguno de los dos lo sintió incómodo. El sol había caído ya cuando Snape encendió nuevamente la hoguera, colocó los hechizos de protección a su alrededor y regresó a sentarse junto a mí. Era sorprendente cómo es que sabía que estábamos en una situación de incertidumbre en ese lugar y sin embargo no lograba dejar de sonreír por ver a Snape actuando tan sereno y congeniando conmigo.


— No me ha respondido, Potter. —siseó en voz baja mientras le tocaba ahora él ser quien jugueteara con sus dedos, no pude evitar desear unir mis dedos a los suyos y que se enredaran entre ellos.

— ¿Respondido? ¿Qué cosa? —cuestioné sinceramente confundido, la imagen de nuestros dedos enlazados me había distraído lo suficiente como para sentir mi cerebro flotar como idiota.

— Si Ginny Weasley ya es su novia. Se barajan varias apuestas si he de decirle.

— ¿Y cuánto apostó usted? —pregunté sin ofenderme.

— ¿Cree que tengo tiempo para andar especulando sobre cotilleos entre adolescentes? —cuestionó con los labios fruncidos pero yo no dejé de mirarlo incrédulo hasta que lo vi bufar para sí mismo—. Cinco galeones. —admitió gruñón—. No tuve más remedio que hacerlo, Minerva es irritantemente insistente cuando se lo propone.

— ¿La Profesora McGonagall? Nunca me lo hubiera creído de ella.

— ¿Y entonces? ¿Ya es su novia? —insistió Snape.

— Lo lamento, Profesor, pero me temo que perderá su dinero. Amo a Ginny como una hermana nada más, y sé que por un tiempo tuvo sentimientos por mí pero los superó, ¿no sabía que sale con Dean?

— Todo mundo apostaba a que lo hacía para darle celos.

— ¿Y usted también apostaba por eso?

— En realidad creo que me está haciendo ganar dinero extra, Potter. Mi apuesta era a que si saldría con alguien sería con...


Snape guardó silencio y volvió a esquivar la mirada intentando recomponer su postura seria y formal, pero yo me armé de valor y me incliné aún más hacia él buscando su mirada y sonriendo con picardía.


— ¿Con quién?

— Con nadie, Potter. —volvió a gruñir, quiso ponerse de pie pero se lo impedí reteniéndole por el brazo.

— Apuesto esos cinco galeones que ganó a que sé a qué persona iba a nombrar.


Snape volvió a mirarme desistiendo de marcharse, no sabía qué le impulsaba a continuar con ese peligroso juego pero sonrió seguro de ganarlo. Sin embargo, los matorrales a su derecha se removieron ruidosamente lo que nos puso a los dos en guardia.


— No se mueva, Potter. —me advirtió Snape—. Yo me encargo.


No pensaba moverme pero de todos modos no estaba cómodo quedándome sentado. Rogué para que se tratara de un animal, Snape se haría cargo de él sin ningún problema, y tal vez pudiéramos cenar algo más consistente que nueces y bayas.


Pero no fue tanta nuestra suerte. Vi cómo de entre los matorrales emergía la figura de una sombra del tamaño de un hombre mediano, parecía encorvado y arrastraba una de sus piernas provocando un ruido tenebroso al arrastrar las hojas a su paso.


— ¡No se acerque más! —ordenó Snape con aquella voz que podría hacer congelar la sangre más temeraria, aunque a mí ahora me provocaba otras sensaciones—. Le advierto que no sabe con quién se está metiendo.


El hombre no hizo caso de las palabras de Snape, parecía que no le hacían ningún efecto, sin embargo, cuando el Profesor colocó su varita en guardia, la sombra se detuvo.


— ¿Quién es usted? —imperó Snape con poder.


El hombre no respondió de inmediato, fue entonces que las ramas de los árboles se movieron con un suave viento y la luz de luna hizo blanco en su rostro. Era una cara deforme por lo que parecían cicatriz sobre cicatriz, la piel era oscura con manchas rosáceas de aspecto húmedo, tenía la cuenca vacía de un ojo y su nariz daba la impresión de haber sido tasajeada pues faltaba la mitad de ella.


— O-oh —jadeé tras de Snape—. Parece que el cuento de Oz se ha transformado en Walking dead.







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A la aventura de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora