V: Recapacitando, es mejor volver a casa.

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Él no tenía la culpa, lo sabía, pero, desde hace unas semanas, una duda le angustiaba: ¿y si en realidad él había sabido que aquello pasaría y había asistido deseando que pasara? Después de todo, ¿acaso aquellos chicos tan populares no eran un poco "extraños", además de tener un círculo estrictamente cerrado de amistades? ¿Se había dado cuenta de aquello y se había obligado a sí mismo a pasarlo por alto?

Cuando se hallaba en un estado tranquilo (como cuando resolvía los ejercicios de química que dejaba el profesor) pensaba que aquello era una gran tontería, pero, en momentos como aquel, consideraba la posibilidad de que quizás, y solo quizás, fuera la verdad que lo atormentaba. Ya no estaba seguro de lo que creía, ya no estaba seguro de lo que sentía, ni siquiera estaba seguro de quién era en realidad.

Tal vez, y solo tal vez, en el fondo él sí había deseado que algo sucediera...

Hundido en un pozo profundo, sin modo alguno de salir, su alma se agitaba como un ave enjaulada.

Hundido en un pozo profundo, sus manos tanteaban el vacío sobre su cabeza y, apoyándose en la pared, trataba de salir por su propia cuenta. Sin embargo, cada vez que lo intentaba, unas garras se posaban sobre sus hombros y lo hundían hasta el fondo...

En la facultad, todos creían que él no debía estar ahí. Lo sabía por las miradas que le lanzaban cuando caminaba por el pasillo, por el modo es que se apartaban de él para evitar tocarle, por sus susurros cuando creían que no les escucharía, por sus sonrisas de desprecio y los escupitajos que le lanzaban, por las veces que mascullaban "puto" al verle y apretaban el paso al notar que él había escuchado el insulto.

No solo los chicos del club le habían destrozado su alma en pedazos, sus compañeros de clase también lo estaban haciendo, y lentamente, a pesar de que él no tenía la culpa ni era un "puto". Le consideraban un ser despreciable que había estado a punto de destrozar el honor de su prestigiosa universidad masculina y había usado las instalaciones para actos perversos. A veces olvidaban que él había sido en realidad la víctima y que los culpables habían desaparecido. Tal vez eso se debía a que ignoraban que él no formaba parte de ese grupo antes del incidente ni después de él... Quizás era porque los culpables estaban muy lejos y los chicos necesitaban alguien en quien descargar su desprecio.

Estaba acurrucado sobre la hierba cuando las aves, alarmadas, volaron de los árboles y una lechuza gritó.

Se sentó inmediatamente, sabía lo que eso significaba ya que solo una cosa podía inquietar a esas horas a los pájaros: alguien estaba cerca.

Hundido en un pozo profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora