IV

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Cuando Luke llegó a su cuarto de la residencia ya eran pasadas las once y media. Se había entretenido demasiado, primero buscando su móvil en la oscuridad (móvil que, por los golpes, había quedado completamente destrozado), luego  cuando de pronto se vio metido en una conversación para nada incómoda con Michael.

Luke no entendía lo que estaba pasando. Para él nunca era fácil hablar con gente, sus inseguridades hacían que su voz temblara y se sintiera más frágil que de constumbre. Con Michael, sin embargo, parecía distinto. Hacía mucho tiempo, quizás demasiado, que Luke no socializaba así con alguien, y eso le asustaba un poco; una parte de él le decía que debía hacerse amigo de Michael, que era agradable, simpático y parecía una buena persona, pero otra se echaba hacia atrás rápidamente, con carteles que anunciaban peligro al darse cuenta de lo que podía significar crear una amistad nueva para él. La experiencia acompañaba esos pensamientos, y todo se volvía borroso y confuso.

Con estos pensamientos en la cabeza, y mientras escuchaba por sus cascos No vuelvas a Japón de Carlos Sadness, Luke se durmió. Aquella noche, tuvo un sueño agitado, probablemente debido a que se estaba comiendo la cabeza como nunca. En su sueño, lo perseguían unos gatitos adorables, de pelaje suave y apariencia inocente. Al principio, los gatos fueron amistosos con él y sólo querían jugar, pero al rato, se empezaron a volver hostiles, queriendo arañarle, haciéndole heridas por todo el cuerpo, y persiguiéndole. Una preciosa metáfora de como se sentía respecto a todo. Que los gatos tenían mechones violeta y ojos verdes no era algo que Luke fuera a admitir.

Cuando se despertó, con pulso agitado y sudor en la frente, vio que eran más de las 12 de la mañana. Agradeciendo al culpable de que fuera fiesta ese día y se hubieran suspendido las clases, se levantó de la cama y fue en dirección al baño. Al entrar, tapó el espejo con la toalla de manos para no ver su reflejo, se desnudó y se metió en la ducha. Seguía pensando todo el rato en lo que había ocurrido la noche anterior con Michael, en cómo sin darse cuenta ya había formado un vínculo con ese chico del pelo lila y de presencia ligeramente imponente, a pesar de que él no quería vincularse con nadie.

Tras ducharse y vestirse cogió las llaves de la habitación, el ipod y la cartera y se dirigió al centro para comprarse un móvil nuevo (había renunciado totalmente a intentar encender el antiguo) y comprar algo de comida para el piso. Bajo las escaleras de la boca de metro a toda prisa, rezando porque el tren llegara pronto y no tuviera que esperar más de 5 minutos. Para su suerte, llegó justo a la vez que el metro, y corrió a meterse dentro antes de que se cerraran las puertas. Como para variar, el metro iba lleno y no había donde sentarse, así que se apoyó en la pared de al lado de la puerta y conectó los auriculares al ipod, dejando que la música le llenara los oídos y la cabeza y le dejara olvidar a cierto muchacho de pelo lila.

******

Dos horas después Luke contaba con un nuevo móvil en su bolsillo (se había encargado ya de guardar el número de su madre y colocar la tarjeta de memoria que tenía en el anterior móvil para poder escuchar música), dos libros de literatura inglesa en la mano derecha y un dolor de estómago que lo estaba haciendo replantearse muchas cosas, como por qué no había desayunado algo antes de salir. Así, con paso rápido y mirada al suelo, Luke entró a la cafetería que solía frecuentar en busca de algo de comida y un café.

Esperando en la cola, sacó su móvil nuevo y empezó a trastear con él, en búsqueda de una aplicación donde pudiera descargar libros gratuitamente. Los libros estaban muy caros. Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que alguien le llamaba hasta que dicho alguien le golpeó el hombro con los dedos.

-"¿Luke?"

- "Ho-hola."

Definitivamente no tenía la suerte de su parte. Michael.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2015 ⏰

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