੭* ‧₊° Siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, ya sea en medio del desierto o en medio de una gran ciudad. Y cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierden completamente su import...
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Llegaste a la entrada de tu adorada Mondstadt con cansancio. Los encargos te quitaban la energía, pero no querías perder las jugosas recompensas del Gremio.
— ¡Bienvenida de regreso, señorita _______! — Saludó cordialmente Lawrence, uno de los Caballeros de Favonius alzando su mano hacia su frente, como un saludo militar.
— Gracias — Sonreíste o eso intentaste hacer, ya que parecía una mueca.
Caminaste por el no tan largo camino hacia el gremio, mientras saludabas a los ciudadanos de la gran Mondstadt.
— ¡_______! — Te llamaron llamando tu atención, era la pequeña Flora, la dueña de "El lenguaje de las Flores".
— ¡Flora! Que gusto verte, ¿qué tal? — Te agachaste a su altura para luego acariciarle la cabeza.
— Todo bien como siempre! Hoy tuve muchas ventas ya que se acerca San Valentín — Sonrío amablemente — Así que . . Quería darte un pequeño regalo — Saco de su pequeño mantel una hermosa cecilia — Es para ti, espero que te guste — Volvió a sonreír, tú imitaste su gesto.
— Muchas gracias linda — Dijiste aceptando la flor y volver a acariciar su cabeza, a lo que ella rió.
— De nada! Nos vemos luego — Se despidió con la mano y regresó al lugar de siempre.
Llegaste a la recepción del Gremio y reclamaste tu recompensa con Katheryne como todos los días, pero al parecer la recepcionista tenia algo más para darte.
— Antes de que se vaya . . — Comenzó a tomar algo y tú la miraste con curiosidad — Le han dejado una carta — Te entregó la nota con amabilidad —
— Gracias Katheryne — Sonreíste.
— Ad Astra Abyssosque — Dijo por último y sonrío.
Te sentaste en la fuente de entre algunas de las tiendas de la ya mencionada nación. Abriste la carta con curiosidad y comenzaste a leer, tu sonreíste al saber de quien era.
" Te espero en la catedral, ¡no faltes! "
— Venti ~
Suspiraste cansada, pero te alegraba saber que tu gran amigo Venti te esperaba para charlar contigo.
Te levantaste de tu no tan cómodo asiento y caminaste hacía la gran catedral con calma, mientras saludabas a cualquiera que pasaba a un lado tuyo, no te fastidiaba, pero si era cansado tener que decir solo "Hola" y "Ten un lindo día"
Cuando ya estabas a la mitad de las largas escaleras hacía la catedral y a la gran estatua de Barbatos sentiste como tu estómago comenzó a doler, pero . . ¿Por qué era así? ¿Acaso comenzabas a sentir algún tipo de atracción hacía Venti? ó ¿Algo te cayó mal? Pensabas ya un poco nerviosa.