Querida:
He llegado a mi límite.
Ahora ya volví a estar en casa después del accidente, pero ¿qué ha cambiado? Nada.
Sigue sin estar.
No llego aquí y no te veo como cantas canciones de "Vicente Fernandez" a todo pulmón mientras barrías, o regabas las plantas.
Tampoco puedo ver la cocina sin pensar en aquellas veces que me enseñaste a cocinar comida de tu país, como me enseñaste a hacer tortillas hechas a mano a pesar de que yo no comía tortillas. No podré volver a verte cocinar esas deliciosas gorditas con salsa verde suficientemente picante para no hacerme llorar.
No podré ir a la habitación sin recordar como al llegar de las juntas de ONU, llegabas a dormir directamente mientras roncabas, que belleza era verde en esos momentos.
No podré verte darle chanclazo a Michoacán y a Veracruz por juntarse para hacer travesuras.
No podré verte nunca más...
Sólo en mi mente, cuando cierre los ojos.
Sólo en mis sueños, los que más deseo que sean verdad.