ENTRADA XII

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Sabía que había notado en mi bolsillo los latidos de aquella piedra , como si el cuento que narró el sobrino de Wilbert fuese cierto. Podía entonces creer en la posibilidad de que fuese real y yo , un hombre corriente fuese el amor eterno de la poderosa diosa griega.

Pese a lo mencionado , estaba claro que la razón y la lógica rechazaban todos los cuentos fantásticos o leyendas , siendo meras historias recogidas por el hombre. Dejando claro así la inexistencia de Nix y su historia de amor.

Tal vez , en ese punto , después de despertar en un mundo que no conocía y en un cuerpo que ni siquiera veía como mío , podía hablar de que quizás mi existencia no era más que un cuento de hadas como el de Nix.

Sin embargo , a pesar de todo, las sensaciones que sentí con aquella piedra al escuchar su historia eran reales. Tan reales como el sueño que tuve con aquella mujer de pecas volcánicas. Si podía sentir que me gustaba y me atraía ¿ Como podía ser fruto de mi imaginación ?

¿ Acaso aquel sueño no era mi imaginación sino un recuerdo de mi vida pasada ?

Después de hablar con Anna , fué lo único que pensé. Necesito saber quien es esa mujer. Necesito saber si es real o no. Y necesito saber , en caso de que sea real , si me está buscando por los confines del mundo.

Necesitaba de alguna manera volver a soñar con aquella mujer , tocar su cabello rojo y deslizar los dedos por sus mejillas hasta enredarme irremediablemente en su mirada.

Harto de absenta y el humo de los cigarros , emprendí mi travesía al exterior del burdel , paseando entre tropiezos por las calles de Arlés , tan sólo iluminadas por las débiles farolas. Bajé cuestas y subí cuestas. Bajé escaleras y subí escaleras. Anduve por aquí y por allá. Un poco más allá y luego un poco hacia la derecha.

Me encontraba ya en la casa amarilla , preguntándome ¿ Cómo he llegado aquí ? Estaba tan borracho que había recorrido media ciudad en uno solo de mis parpadeos. Al menos esa sensación tenía en mi alcoholizada mente.

Agarré el pomo de bronce con mis dos manos y tiré de él con toda mi fuerza. Me caí de culo , me recompuse y volví a tirar. Me caí de nuevo y con ya dolor en mis dos nalgas decidí buscar otro punto de entrada.

Bordeé la casa amarilla , paseando mi mano por las paredes viejas , dándome cuenta de que las ventanas azules eran la parte más nueva de la misma. Vincent había cambiado las ventanas para evitar la entrada del invierno en sus pasillos pero cambiando las ventanas no podía evitar que el frío se colase por las grietas de las paredes.

Aquella casa era como muchos fueron , son y serán. Pensar que cambiando una parte de nosotros ( las ventanas ) podemos arreglar algo que está en nuestra piel y lugares más recónditos ( las paredes ). Cambiar una parte de nosotros estéticamente no hará que la esencia de nuestro ser mejore o empeore lo que vivamos. Solo nos engañaremos un poco más hasta creernos nuestra propia mentira.

Llegué a la parte trasera de la vivienda , en la que había un pequeño jardín del que no me había percatado de su existencia. Era normal pensé ( y pienso ) ya que estaba infestado de arbustos más grandes que el tronco de un árbol. Sin pena ni gloria me adentré en aquél bosque inconcluso llevándome algunas ramas con espinas un poco de mi sangre.

Me topé de bruces con una puerta corredera de cristal , tapada con unos cartones por la parte interior. Puse mi empeño en tirar de la puerta y desaté un torbellino de polvo que entró desde mi nariz hasta mis pulmones. En mi vida podré volver a ver tanto polvo reunido. Fué algo espectacular , no podré olvidarlo.

-El hogar de Don Vincent Willem van Gogh. - susurré para mi mismo. -El museo de los girasoles.

No es por alardear pero estuve allí , rodeado de la inmensa cantidad de girasoles que Van Gogh había pintado. Solo eran para decorar y con suerte vender. No pensaba en aquellos girasoles como un arte económicamente preciado , si no que se reflejaba en ellos.

Cuando estaba feliz ( si lo estaba en verdad ) pintaba los girasoles dentro de un jarrón. Cuando estaba triste los pintaba tirados en el piso , rotos y pisados. También los pintaba de esa manera cuando me conoció , reflejándose en sus pinturas como una flor de sol.

Reflejaba la naturaleza , como él le había dicho a Paul pero no podía escapar del sentimentalismo que tanto se había arraigado en su estilo. Provocaba en la naturaleza el despertar de todas las emociones.

Dejando de lado el pequeño museo de Vincent Willem van Gogh me sacudí las piernas , quitándome pedazos de arbusto y luego con cuidado las espinas que habían hecho sangrar mi rodilla. Después subí por las escaleras , pasé por el pasillo y abrí de un portazo la habitación de invitados.

Quería dormirme , incluso sabiendo que me costaría porque estaba enloquecido por el alcohol. Quería dormir para verle de nuevo. Quería mirarle a los ojos , contar de nuevo sus pecas , acariciar su cabello y preguntarle de una vez ¿ Quién eres ?


Los delirios del girasol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora