Los delirios del girasol.

ENTRADA III

La puerta era verde. Un verde muy verde y cuando digo mucho es que era más verde que las hojas de los árboles. De hecho , ni siquiera creo que los árboles de todo el mundo pudieran poseer una claridad tan natural como era la de aquella puerta.

Sus ventanas , también verdes como la esperanza y la naturaleza , no pegaban para nada con el amarillo de sus paredes , aunque para ser sinceros , teniendo en cuenta que hablamos de una "casa" no tiene ningún sentido que sea de dicho color ¿ Que loco pintaría su casa de amarillo y las ventas y puertas de color verde ? Si , exacto , solo Vincent Van Gogh.

Cuando su mano hizo deslizar la puerta con sus dedos mugrientos y retocados con tonos colorados se pudo oír en oídos de todo el vecindario como le hacía falta una buena pasada de aceite en sus engranajes. Parecía ser que allí vivía un hombre sin preocupación de las sensaciones de su exterior , sólo las suyas y la de los girasoles.

-Pasa. - me dijo tocándome la espalda. -No tengas vergüenza. -me empujó hacia el exterior.

Curiosamente , bueno , aunque era evidente por el exterior , también las paredes del interior estaban pintadas con colores sólidos. ¿ Blanco como las demás casas ? Ni en broma , esta casa tenía más amarillo que todos los rayos del sol que calentaban los campos. "Maldita sea" pensé "Tiene una obsesión".

Me guié por su andar particular y pude ver mientras le seguía un montón de cuadros colgados en las paredes. Pude averiguar que no solo había pintado girasoles , sino también cuadros azulados con tintes tristes , en los que parecía gente de mirada perdida. También paisajes de olivos , campos rústicos y amaneceres oscuros en los que se veía a la gente andar con su propia sombra.

Me guió hasta unas escaleras. No olvidaré como el aliento me falló con cada uno de aquellos escalones la primera vez que los subí. Me revolvía entre mi propio dolor ahogado , me dolían las costillas y con ello cada respiración era como recibir el flechazo de un mongol.

Él , sin miedo a meter a un completo desconocido en su hogar me miraba con cara alegre. No tenía ningún miedo de mi , aunque supongo que en mi estado ni una anciana de noventa años lo tendría , parecía que me habían atropellado cien caballos.

-Sube , sube.

Me agarró el brazo y tiró de él hasta que por fuerza tuve que tragarme de una sentada todos los escalones , seguramente fue lo mejor , pues en vez de cien flechas de dolor había sido un cañonazo en el abdomen , más doloroso pero al mismo tiempo más rápido.

-Esta es mi habitación. - me dijo abriendo una puerta.

Entré medio cojo y con una mano en el agujero del que me había saco la pequeña piedra negra. Asomé mis ojos y analicé el interior del cuarto del pintor. Estaba bastante ordenado para el caos que había engullido los pasillos de la vivienda. Aún así , aunque mis ojos aprobaran el orden de la estancia , mi nariz olfateó el mal olor que allí había , pude reconocer con facilidad que el olor era por alcohol.

No porque fuese un gran bebedor ( que no lo sabía ) pero es que al menos cinco botellas descanban en la mesilla de noche , eran el vaso de agua que todos posaban en la mesa pero con un toque alcoholizado.

-Absenta amigo. - sonrió. -Mi gran amor. -dijo acercándose a la mesilla. -Mis grandes amores. - corrigió agarrando todas las botellas. -Nunca te dirán que haces mal , solo te darán los besos que tu les dés. Eso y una buena resaca , si es cierto.

Me senté en la cama , paseé mis dedos por las sábados rojas y noté como mi cuerpo me pedía a gritos que descansara mil años sobre ellas. Estaba dolido , tenía el cuerpo destrozado y un mareo creciente que golpeaba todos los puntos existentes de mi cabeza.

-Procura descansar. - me dijo cerrando la puerta.

Y allí estaba yo , habiendo despertado en un campo de girasoles , envuelto en su amarillo y con el calor del sol tocando mis párpados cansados , sin saber quien era , que era o lo que había sido y ahora me tocaba encontrar respuesta a las preguntas más fáciles que podía hacerse un hombre ¿ Cual es mi nombre ?