N.º 3

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–¿Daniel Crawford?
Giro con el pedazo de fotografía aún en sus manos.
Un adolescente desgarbado estaba de pie junto a la puerta, vestido como un misionero mormón, con una camisa blanca almidonada, corbata oscura y pantalones plisados.

–Hola –dijo Dan, saludándolo con un gesto de la mano–. ¿Eres mi compañero de habitación?

–Eso parece, si –dijo con más seriedad que sarcasmo–. Félix Sheridan –agrego el chico–. ¿Te asusté?

–No, no, yo solo... Encontré esta foto... Al menos creo que es una foto; podría ser una postal o algo así, supongo. Cómo sea, alguien se dejó llevar con ella y el resultado es bastante raro –Dan levantó la fotografía y se encogió de hombros.

Quizá no era la mejor forma de romper el hielo, pero nunca había sido muy bueno causando primeras impresiones–. ¿Tu también recibiste una? Quizás es parte de una búsqueda del tesoro o algo así.

–No, no recibí nada como eso –Felix parpadeo; sus ojos eran de un tono azul blanquecino–. Recibí el paquete de información para estudiantes nuevos, instrucciones de seguridad de la residencia y la lista de materias.

Pero todo eso me llego por correo hace algunas semanas. –Si, yo también lo recibí –Dan se encogió de hombros nuevamente, incómodo con la situación–. Solo preguntaba; no tiene importancia.

Volvió a poner la fotografía en el cajón y lo cerró. seguramente podía arreglárselas para pasar el resto del verano sin volver a abrirlo. –podría escanear la foto e investigarla, si quieres . Es muy fácil: Solo tengo que hacer una búsqueda de imágenes inversa. Aunque en realidad, ahora que lo pienso, me recuerda un poco a...

–Gracias, pero no es necesario –interrumpió Dan, deseando no haberlo mencionado–. Oye, ¿No hay una fiesta de bienvenida o algo así a la que deberíamos asistir?
–Si me dejaras terminar... –dijo Félix calmadamente y espero un momento extra incómodo antes de continuar–. Iba a decir que me recuerda a algunos de los retratos que encontré abajo.

–¿Hablas en serio? ¿Que quieres decir? –Dan no pudo evitarlo; el comentario había despertado su curiosidad.

–Hay una oficina abandonada en la planta baja –explico Félix–.
Creo que pertenecía al director del viejo manicomio o algo así. Hay documentos, fotografías y otras cosas, y cualquiera puede entrar y verlas. Hay un cartel que dice que es una zona prohibida, pero el candado de la puerta está roto.

–¿Realmente entraste?
El no solía romper reglas, y basándose en lo poco que sabía de su compañero de habitación hasta ese momento, hubiera creído que el tampoco.

Feliz asintió.
–vengo de ahí, en realidad. No mire con mucho detenimiento, pero estoy bastante seguro de que había algunas fotografías como la tuya.

No es mía, pensó Dan con un escalofrío. Solo soy el chico desafortunado que la encontró.
–Tal vez deberías verlo con tus propios ojos, pero debo advertirte: el lugar es bastante perturbador, por decirlo de una forma amable.

Sin embargo, Félix no parecía perturbado. En todo caso, allí de pie, bloqueando la entrada, parecía estar desafiándolo.

Pero Dan tenía otras cosas en que pensar.
–Entonces...¿La fiesta? –dijo.
Felix entro y se fue a buscar uno de los blazers azules en el ropero.
–Si, claro –se unió a el en la puerta–. ¿Has visto muchas chicas?

En nuestro piso parace haber solo pocas. Pero apuesto a que habrá más en esta fiesta, ¿No crees, Daniel?

Dan permaneció mirando a su compañero, tratando de conectar de forma coherente todo lo que sabía sobre el con una única persona. Se pregunto si todos en este curso tendrían personalidades tan contradictorias.

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