3. The girl who lost everything

688 72 123
                                    

LA CHICA QUE LO PERDIÓ TODO

───⊱✿⊰───

La mano de Emma temblaba incontrolablemente cuando tocó la manija de la puerta de entrada. Sin perder más tiempo, la abrió, y la verdad le hubiera gustado no hacerlo.

Al abrirla una voz aterradora comenzó a reírse como si de una persona loca se tratara. A Emma se le cortó la respiración cuando vió a Amelia y Thomas siendo retenidos por dos personas que se vestían exactamente como los que quemaron el campamento el año pasado: mortifagos.

Ninguno podía hablar, pero hacían el intento para poder hacerlo.

—¡Oh! Miren quien a llegado —exclamó una mujer—. Nuestra invitada de honor. Nos empezábamos a preguntar dónde estarías.

En cuanto la castaña intento avanzar otro de los hombres la retuvo, obligándola a soltar su varita en cuanto la tomó de las manos.

—Justo detrás de ti, pequeña Walk, Nott, el padre de tu amigo —rió la mujer—. ¡Ahora sí, comencemos!

—¿Qué hacen aquí? —cuestionó la castaña con la voz entrecortada.

—Veras, Walk —habló un mortífago. Su voz se le hacía tan familiar a Emma—, al ser la novia de Potter eres de lo más preciado que tiene y… que mejor que ver sufrir a su novia. Después de todo, él haría todo por ti.

—Que ingenuos —sonrió la mujer—. Creyendo en el amor. El amor no existe, Miller. Pero el pequeño Potter cree que sí, y tú también, ¿no es así? —dijo, acariciando la mejilla de Emma.

La castaña alejó su rostro de la mujer bruscamente.

—Eso fue muy grosero —fingió llorar—. Disculpate.

Emma no respondió. No hizo ningún sonido. No se movió. No hizo nada.

—¿No lo harás, Walk? —no obtuvo respuesta nuevamente—. Entonces haré que lo hagas. Nott, sueltala.

El hombre la soltó, y en menos de un segundo la maldición cruciatus había caído sobre Emma. La castaña había olvidado en el inmenso dolor que se sentía: le fue imposible guardar silencio mientras estaba arodillada. A sus oídos les llegaba las súplicas de sus padres y las risas de todos los mortífagos en la sala.

—Ahora verás tu perfecta vida derrumbarse —informó la mujer—. ¿Últimas palabras?

—H-hija, nos-sotros lo lamentamos m-mucho —esa era la voz de Thomas. Emma no pudo evitar guardar sus lágrimas al escuchar la voz tan destrozada de su padre. Nunca lo había oído así—. Dile a Pot-ter q-que te c-cuide.

Emma no pudo responder. La maldición seguía sobre ella, y formular palabra era prácticamente imposible.

—Dai-daila —esa era Amelia— recuerda que t-te amamos m-mi pequeña. S-siempre lo h-haremos.

—Ahora —ordenó la mujer.

Un destello verde de luz cegador llegó hasta los cristalizados ojos de Emma. En menos de un segundo, el ruido sordo de los cuerpos inertes golpear contra el suelo se hizo presente. Emma gritó mucho más fuerte de lo que hubiera querido.

Emma y la Orden del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora