Playboy ꒱ SeungIn

꒰ Epílogo ꒱

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Las cosas habían empezado a marchar bien para Jeongin al estar de nuevo en Daegu. A veces, los recuerdos lo atormentaban; pero prometía dejarlo pasar y concentrarse en su futuro.

Había conseguido trabajo en una hermosa cafetería llamada: «Magic Shop». Esta era muy bonita y acogedora. Su dueño, llamado Namjoon, era muy amable con él, al igual que las personas que acudían regularmente. Esas también se habían encariñado mucho con él. Pero, al llegar la noche, cuando regresaba a la soledad de su nuevo apartamento (porque ni loco iría con sus padres de nuevo). Deseaba tener los brazos de Seungmin alrededor de su cintura y oír su voz susurrarle cosas tan bonitas todas las noches; aunque le costase un mundo admitirlo, extrañaba mucho a Kim Seungmin. Sus caricias, su forma de ser. Definitivamente, Seungmin había dejado una marca permanente en su piel que no se borraría con facilidad.

—¿Qué estás haciendo en estos momentos, Minnie? —se preguntó a sí mismo, observando la luna brillar desde su ventana. Pensó que, tal vez, Seungmin lo extrañaba de igual manera e iría a buscarlo; pero nunca fue a buscarlo. Quizás, era momento de olvidar lo que una vez fueron los sentimientos hacia Kim.

Y así pasaron los meses en donde Jeongin vivió en Daegu. Claro, porque luego regresó a Seúl con la intención de —por mínima que sea— volver a ver a Seungmin, y lo hizo. Cuando volvió a establecerse como trabajador en una pequeña cafetería, lo vio, tan atractivo como siempre con aquel artículo de oro reluciendo en su dedo y sonriendo al chico que estaba sentado frente a él, quien se sorprendió al verlo.

—Hola, Jeongin, tanto tiempo, ¿no? —preguntó Jisung, sin darse cuenta de la notoria tensión entre Kim y Yang.

—Sí, mucho tiempo. ¿Qué van a pedir? —Sacó la libreta y tomó el lápiz que descansaba en el bolsillo de su pantalón de uniforme, para anotar la orden de la pareja. Luego, se alejó para ir a pedirla a la cocina. Sintiendo mareos cuando los vio sonreír y besarse con amor.

Y, si hubiera dirigido su mirada a Seungmin unos minutos antes, pudiera haber leído a la perfección el suave: «Eres hermoso» que este emitió.

Sin embargo, Jeongin volteó y se fue de allí rumbo a la cocina con un sentimiento creciendo en su pecho.

Tal vez era envidia. Después de todo, Jisung se había quedado con la persona que él amaba. Pero descartó esa opción. No era envidia lo que sentía, era más venenoso y recorría sus venas buscando obtener lo que necesitaba.          

Venganza.           

Un sonido irrumpió sus pensamientos. Era su celular. Al verificar quién lo llamaba, su cara de sorpresa era digna de una foto; sin embargo, contestó.

—Hey, estoy en uno de los baños para que Jisung no me oiga hablar contigo. Me preguntaba si podíamos vernos uno de estos días. Necesitamos hablar de tantas cosas y… ¿Jeongin? ¿Estás allí? ¿Me oyes? —La voz de Seungmin sonaba tan lejana. Jeongin seguía perdido en sus múltiples pensamientos vengativos que apenas y podía pronunciar una palabra.

—Lo siento, el antiguo Jeongin no puede contestar ahora. ¿Por qué? Oh, porque está muerto —dijo antes de colgar la llamada. Lanzó su celular por la ventana. Sí, poco le importaba aquel artefacto. Si quería empezar su plan, debía borrar contacto con todos.

A la mierda la gentileza.

¿De qué sirve ser una buena persona en este mundo? Todos te usan a su propio beneficio y luego te dejan a un lado como un juguete viejo. No, Jeongin ya no iba a ser ese tonto enamoradizo que se dejaba de todos.

Ahora, él iba a cambiar.

Él iba a poner las reglas en su juego.

No dejaría que nadie vuelva a jugar con su corazón de esa manera. Se escondería bajo una máscara de chico malo para que no lo lastimaran de esa ni de ninguna manera.

Él quería venganza.

Y la iba a obtener.

Pero, ve con cuidado, querido Jeongin.

Existe el karma.

Y no dudará en cobrar.

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