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Claude le escribía una carta a su hermano, Anastacius le había insistido que le enviara una carta una vez que haya logrado convertirse en el concubino de la emperatriz

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Claude le escribía una carta a su hermano, Anastacius le había insistido que le enviara una carta una vez que haya logrado convertirse en el concubino de la emperatriz. Una vez que terminó la guardó en un sobre y la selló.

—Felix.

— ¿Si su majestad? —El caballero reverenció ante él.

—Toma, asegúrate de que esta carta le llegue a mi hermano. —Le entregó una carta con su sello real.

—Enseguida su alteza. —Cuando el caballero abrió las puertas de los aposentos del príncipe se encontró con un criado. —Su alteza, la emperatriz lo llama a su oficina.

—Entonces no la haré esperar.

Se levantó de su asiento y caminó hacia la oficina de la emperatriz. Antes de hacerse anunciar escuchó la voz de un criado que estaba dentro de la oficina de su señora.

— ¡Su majestad, el gran duque Rylan Roth de Winchester le manda saludos y le obsequia las mejores sedas de todo el imperio de Oriente!

—"Que nombre innecesariamente largo." —Pensó Claude, para luego indicarle al guardia que lo anunciara.

—Su majestad, disculpe que la moleste. —Ingresó el guardia a la oficina de su emperatriz. — El príncipe Claude se encuentra afuera de su oficina.

Navier sonrió.

—Haz que pase. —El guardia reverenció ante su señora y se retiró.

—La emperatriz le permite ingresar.

Claude no se hizo de rogar e ingresó. Reverenció ante la soberana y caminó hacia ella.

—Mi señora. —Tomó su mano de la mencionada para besar el torso de esta. —Es un honor estar aquí con usted.

—Príncipe Claude, por favor tome asiento.

El té recién servido acompañado de distintas galletas, postres y pastel adornaban la mesa que estaba al lado de Navier.

—Majestad, se ve algo agotada. —Claude tomó la mano de la soberana de Oriente.

— ¿Majestad?

Claude había ignorado al criado, incluso había tomado la mano de la emperatriz a propósito. El señor del criado era pariente del emperador, también habían más damas en la oficina, no podía esperar a que todos se enteraran de que él ahora estaba con la emperatriz. No podía esperar a ver la cara del desgraciado emperador.

—Dile que le agradezco, pero que sus saludos bastan.

—Sí que se esfuerza, ¿no? —Habló la dama de compañía.

—Sin duda. —Sonrió.

—Disculpe la interrupción, su majestad—Ingresó el guardia que anteriormente había anunciado a Claude. —Pero Lady Rashta desea verla.

¡𝑴𝒂𝒋𝒆𝒔𝒕𝒂𝒅 𝒅𝒆́𝒋𝒆𝒎𝒆 𝒂𝒎𝒂𝒓𝒍𝒂!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora