03

1.6K 201 48
                                    

Una vez que terminó la fiesta de té, Navier junto con su concubino caminaban por el jardín

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez que terminó la fiesta de té, Navier junto con su concubino caminaban por el jardín.

—Mi amada emperatriz, ¿se ha divertido en su fiesta de té? —preguntó Claude mientras la escoltaba.

—Así es. Gracias a ti. —respondió con una sonrisa.

— ¿Gracias a mí? Yo no he hecho nada encomiable.

—Cuando mencioné el tema de la dama de compañía para la amante del emperador, todas se negaron y lucían incómodas. Pero luego te mencionaron a ti y el estado de ánimo de todas mejoró.

— ¿Una dama de compañía para una esclava fugitiva? —murmuró. —Pero si ella es una concubina de bajo rango no tiene por qué tener una dama de compañía, con que las criadas se hagan cargo de ella es más que suficiente. Bueno, al menos así funciona en Obelia.

— ¿En Obelia no todas las concubinas tienen damas de compañía? —preguntó, no sabía que las cosas allí eran diferentes.

—No. Todo depende del poder que tenga la concubina. Si es una concubina que de una casa noble va a tener más privilegios que una concubina que es una esclava fugitiva. Aunque por supuesto si es la favorita del emperador está sobre las demás.

Navier le realizaba preguntas a Claude sobre todas las dudas que tenía sobre Obelia, el príncipe la escuchaba atentamente y le respondía todo lo que ella deseaba saber.

Más tarde llegaron las damas de compañía de la emperatriz a buscarla. Después de todo Navier tiene que hacerse cargo de su reino. Claude le ofreció acompañarla a sus aposentos y ella no se negó.

Luego de dejar a su majestad en sus aposentos, Claude caminó hacia su cuarto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego de dejar a su majestad en sus aposentos, Claude caminó hacia su cuarto. A pesar de ser un concubino también era un príncipe, tenía que cumplir con sus deberes. Tiene que hacerlo por su pueblo y familia.

Claude caminaba tranquilo por los pasillos cuando se encontró con el emperador Sovieshu Vikt.

—Su majestad. —saludó Claude.

—Príncipe.

A pesar de que Sovieshu no lo había insultado, Claude notó el tono furioso del emperador. Decidió no darle tanta vuelta al asunto y por esta vez le dejaría pasar el tono descortés que utilizó al dirigirse hacia él.

¡𝑴𝒂𝒋𝒆𝒔𝒕𝒂𝒅 𝒅𝒆́𝒋𝒆𝒎𝒆 𝒂𝒎𝒂𝒓𝒍𝒂!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora