—¡Su majestad!
Laura, la criada de la emperatriz, irrumpió en los aposentos de la regente con una gran sonrisa adornando su rostro. Su cabello pelirrojo parecía brillar con la emoción que la embargaba.
—Laura, ¿qué ha sucedido? —preguntó Navier, la emperatriz, con curiosidad al ver la evidente excitación de su doncella.
—El caballero del príncipe Claude ha venido con un regalo por parte del príncipe —informó Laura, apenas pudiendo contener su alegría.
—Oh, entonces haz que entre.
Las grandes puertas de los aposentos se abrieron con un crujido solemne, y pronto Felix, el caballero del príncipe, apareció en el umbral. Llevaba consigo una caja de color bordó, que sostenía con ambas manos como si fuera un tesoro. Al ver a la emperatriz, hizo una reverencia profunda.
—Su majestad, el príncipe Claude me ha enviado para entregarle un obsequio —anunció Felix con voz firme y respetuosa, mientras avanzaba hacia la emperatriz.
Navier observó con atención cómo el caballero se acercaba y depositaba la caja en una mesa cercana con sumo cuidado. No tardó en abrirla, y al levantar la tapa, un murmullo de admiración escapó de las bocas de sus criadas que estaban al acecho.
Dentro de la caja, descansaba un vestido de un exquisito color violeta oscuro, acompañado de unos aretes del mismo tono, resplandecientes como pequeños fragmentos de un atardecer. Los ojos de Navier se iluminaron al contemplar el regalo, y levantó la mirada hacia Felix.
—El príncipe me ha dicho que estaría muy agradecido si utilizara el vestido y los aretes en el banquete de ceremonia de Año Nuevo —dijo Felix, transmitiendo fielmente el mensaje de su señor.
—Dile que con gusto los utilizaré —respondió Navier, esbozando una sonrisa que denotaba tanto gratitud como un toque de emoción.
El escudero asintió, y tras hacer una última reverencia, se retiró de los aposentos con la misma solemnidad con la que había llegado. Laura y Eliza, otra de las criadas, se acercaron inmediatamente hacia la emperatriz, sus ojos brillando de entusiasmo.
—¡Es precioso! —exclamó Laura, incapaz de contener su admiración al mirar el vestido.
—Estoy de acuerdo —dijo Navier, dejando que una sonrisa se extendiera por su rostro.
Aunque no era la primera vez que recibía regalos, había algo en los obsequios del príncipe Claude que los hacía especiales, llenos de un amor y sinceridad que se sentían casi palpables.
Navier volvió a mirar hacia la caja y vio una pequeña nota cuidadosamente doblada en una esquina. La desdobló con delicadeza y leyó en voz baja:
"Majestad, mi amada emperatriz. Espero que el vestido y los aretes sean de su agrado; los diseñé pensando en usted. Prometo visitarla pronto junto con otra sorpresa.
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¡𝑴𝒂𝒋𝒆𝒔𝒕𝒂𝒅 𝒅𝒆́𝒋𝒆𝒎𝒆 𝒂𝒎𝒂𝒓𝒍𝒂!
Historical FictionClaude ama tanto a Navier que es capaz de besarle los pies para obtener su atención. ➳ prohibido copias/ adaptaciones ➳créditos al autor original de emperatriz divorciada