𝑷𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒐

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«Chicago, lunes, 29 de diciembre, 19.00 horas»

El sol se había puesto. De todas formas, era normal que lo hiciera de vez en cuando. Tendría que levantarse y encender la luz.

Sin embargo, le gustaba la oscuridad, el silencio y la tranquilidad que proporcionaba. Permitía que un hombre pudiera ocultarse por dentro y por fuera. Ese hombre era él. Oculto por dentro y por fuera. Todo se lo guardaba para sí.

Sentado a la mesa de la cocina, miraba fijamente las brillantes balas que había fabricado. Todas hechas por él.

La luz de la luna se abrió paso a través de la cortina que cubría la ventana e iluminó de soslayo el montón reluciente. Cogió una bala y la sostuvo a contraluz; observó ambos lados dándole varias vueltas. Pensó en el daño que podría causar.

Sus labios se curvaron. Sí, sí. El daño que él podría causar.

Entrecerró los ojos en la oscuridad mientras sostenía la bala a la luz de la luna. Escrutó la impronta que su molde artesanal había reproducido en la base del proyectil, las dos letras entrelazadas. Era el signo de su padre, y antes lo había sido del padre de este; el símbolo de la familia.

La familia. Depositó con mucho cuidado la bala encima de la mesa y palpó la cadena que adornaba su cuello hasta rodear el pequeño medallón; aquello era todo cuanto le quedaba de la familia. De Leah.

Aquel medallón había sido suyo, lo llevaba engarzado en el brazalete y tintineaba con cada uno de sus movimientos. Tenía grabadas las iniciales en las cuales ella había basado su fe.

Repasó su trazo una a una. WWJD.

Exacto. What Would Jesus Do? ¿Qué haría Jesús?

Contuvo un momento la respiración; luego dejó escapar el aire.

Probablemente jamás habría hecho lo que él estaba a punto de hacer.

Extendió el brazo hacia la izquierda, sin mirar, y asió el borde del marco de fotos. Incapaz de enfrentarse al rostro que lo miraba tras el cristal, cerró los ojos; pero enseguida los abrió, la imagen más reciente que albergaba su mente era demasiado angustiosa para soportarla. Nunca había creído que su corazón pudiera romperse de nuevo. Sin embargo, cada vez que la miraba a los ojos, inmortalizados para siempre en la fotografía, era consciente de su error. Un corazón podía romperse una vez y otra.

Y una mente podía reproducir imágenes lo bastante horribles para hacer enloquecer a un hombre. Una vez y otra.

Con la mano izquierda sopesó la fotografía en el sencillo marco plateado y la comparó con el ligerísimo medallón que sostenía en la derecha.

¿Estaba loco? Y si lo estaba, ¿tenía eso alguna importancia?

Evocó vívidamente el momento en que el juez de instrucción retiró la sábana que la cubría. El hombre había considerado que la imagen era demasiado horrible para verla en directo, así que la identificación tuvo que efectuarse por circuito cerrado de vídeo. Evocó vívidamente la mirada del ayudante del sheriff cuando el cadáver quedó expuesto. Expresaba compasión. Y repugnancia.

No podía culparlo. Para un sheriff de un pequeño pueblo, encontrar los restos de una mujer que había puesto fin a su vida no era algo que ocurriera todos los días. Ella había cumplido su propósito. Sin pastillas ni cortes en las muñecas. Su Leah no había dado gritos velados de auxilio. No. Había puesto fin a su vida con determinación.

Había puesto fin a su vida con un cañón del calibre 38 contra su sien.

Sus labios esbozaron una sonrisa desganada. Había puesto fin a su vida como un hombre. Y, como un hombre, él había aguantado el tipo mientras asentía. Sin embargo, la voz que brotó de su garganta le resultó ajena por completo.

- Sí, es ella. Es Leah.

El juez de instrucción asintió una vez para indicar que lo había oído. Luego volvió a cubrirla con la sábana y ella desapareció para siempre de su vista.

Sí, un corazón podía romperse una vez y otra.

Volvió a depositar el marco sobre la mesa con suavidad y cogió la bala. Con un pulgar acarició el signo estampado que había pertenecido a su padre mientras con el otro repasaba el trazo del signo de Leah. WWJD. ¿Qué haría Jesús en su lugar?

Seguía sin saberlo. Pero sí sabía lo que Él no haría.

No permitiría que un violador dos veces convicto rondara por las calles y atacara a mujeres inocentes. No permitiría que aquel monstruo volviera a violar. Y tampoco permitiría que la víctima se deprimiera hasta el punto de decidir que su única escapatoria era quitarse la vida. A buen seguro, no permitiría que aquel violador se librara por tercera vez de la justicia.

Había rezado para obtener sabiduría, la había buscado en las Sagradas Escrituras. «Dejadme a mí la venganza, dijo el Señor», leyó. A Dios correspondía dictar la última sentencia en aquel juicio.

Notó que Leah lo observaba desde el marco y tragó saliva.

Él tan solo ayudaría a Dios a dictar la sentencia final un poco antes.

Hola, hola de nuevo!!!Pues como verán esta es una nueva historia, o mejor dicho adaptación de este libro que sinceramente me encantó y me atrapo desde la primera vez, así que quise compartir esta historia con ustedes para que también puedan disfru...

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Hola, hola de nuevo!!!
Pues como verán esta es una nueva historia, o mejor dicho adaptación de este libro que sinceramente me encantó y me atrapo desde la primera vez, así que quise compartir esta historia con ustedes para que también puedan disfrutarla tanto como lo hice, esta es una historia con nada mas y nada menos que Chris Evans, el personaje que nos ha robado el corazón en múltiples ocasiones, así que decidí traerlo nuevamente para que le de vida a uno de los personajes que verán en el proceso de esta historia, me encantaría que le dieran una oportunidad a esta historia como se la dieron a las demás, verán que no se arrepentirán, así que son invitados a emprender este nuevo viaje, no olviden dejar sus votos y comentarios a lo largo de este trayecto, y sin más que agradecerles por brindar una nueva oportunidad, ahora si me despido y nos leemos en los próximos capítulos! 

𝑨𝒍𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏 𝑻𝒆 𝑶𝒃𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂 - 𝑪𝒉𝒓𝒊𝒔 𝑬𝒗𝒂𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora