𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟘𝟙

55 7 0
                                    

«Chicago, miércoles, 18 de febrero, 14.00 horas»

- Tienes compañía, ____ . -Owen Madden apuntó a la ventana que daba a la calle, donde un hombre con un grueso abrigo permanecía de pie con la cabeza ladeada, interrogante.

____ Ruzek le dirigió un breve gesto de asentimiento y el hombre entró en la cafetería donde ella se había resguardado de las protestas coléricas de la sala del tribunal y del aluvión de preguntas al que la prensa le había sometido al atravesar sus puertas. Bajó la mirada al plato de sopa mientras su jefe, John Alden, ayudante ejecutivo del fiscal del Estado, se sentaba en un taburete, a su lado.

- Café, por favor -dijo, y Owen le sirvió una taza.

- ¿Cómo sabías que estaba aquí? -le preguntó ella en voz muy baja.

- Lois me ha dicho que aquí es adonde sueles venir a comer.

«Y a desayunar y a cenar», pensó ____. Si no se llevaba comida precocinada para prepararla en el microondas, siempre acudía a la cafetería de Owen. La secretaria de John conocía bien sus hábitos.

- La emisora local ha interrumpido la retransmisión antes del veredicto y de la reacción -dijo John-, pero no te has librado de la prensa. Ni de Zoe Richardson.

____ se mordió la parte interior de la mejilla, la ira la corroía al recordar el micrófono que la rubia platino sostenía ante sus narices. Le habían entrado ganas de metérselo por...

- Richardson quería saber si el hecho de perder acarrearía consecuencias para la oficina.

- Sabes que un resultado no lo es todo. Tienes el mayor índice de condenas de la oficina. -John se estremeció-. Caray, qué frío. ¿Quieres explicarme qué ocurrió allí dentro?

____ deshizo el moño que mantenía su pelo bajo control; el dolor de cabeza era el precio que le tocaba pagar por tener sus rizos a raya. Al retirar las horquillas, sus tirabuzones brotaron como accionados por sendos resortes; de repente supo que acababa de convertirse en Annie la Huerfanita, aunque no tenía ningún perro llamado Sandy, ni tampoco ningún padre adoptivo que velara por ella. ____ tenía que cuidarse sola.

Se masajeó el cuero cabelludo con gesto cansino.

- No ha habido unanimidad. Once miembros del jurado dicen que es culpable; uno, que es inocente. El número tres. Vendió hasta el alma por el dinero del «acaudalado industrial Jacob Conti». -Recitó literalmente la descripción que la prensa había hecho del padre de Angelo Conti, el hombre que ella sabía que había corrompido el proceso e impedido que una familia afligida obtuviera justicia.

La mirada de John se ensombreció y su mandíbula se tensó.

- ¿Estás segura?

Ella recordó cómo el hombre que ocupaba la silla número tres había evitado mirarla a los ojos cuando el jurado entró ordenadamente en la sala, tras cuatro días de deliberación, y cómo los otros miembros del jurado lo observaban con desdén.

- Sí, estoy segura. Tiene niños pequeños y un montón de facturas que pagar. Es el objetivo perfecto para un hombre como Jacob Conti. Todos sabemos que Conti estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de salvar a su hijo. Si te preguntas si puedo probar que el número tres aceptó dinero de Conti a cambio de romper la unanimidad del veredicto -agitó la cabeza-, la respuesta es no; no puedo.

John apretó el puño sobre el mostrador.

- Así que, para decirlo con pocas palabras, no tenemos nada.

____ se encogió de hombros. El cansancio estaba empezando a hacer mella. Demasiadas noches en blanco antes de que aquel juicio llegase a su punto culminante. Y tampoco aquella noche podría dormir. Sabía que, en cuanto posara la cabeza en la almohada, en sus oídos resonarían los gritos atormentados del joven marido de Paula García mientras el jurado se disolvía y el hijo de Jacob Conti abandonaba la sala en libertad. Por lo menos hasta que lograsen volver a procesarlo.

𝑨𝒍𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏 𝑻𝒆 𝑶𝒃𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂 - 𝑪𝒉𝒓𝒊𝒔 𝑬𝒗𝒂𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora