41. Calorías

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—¿No vas a beber? —preguntó Winston.

—Mejor no. ......

No soy un buen bebedor.

—Es vino de ciruela, casi sin alcohol —dijo Winston.

—¿De verdad? —Al sumergirse así en las aguas termales, realmente le apetecía un trago.

—Por supuesto que puedes pedir leche si quieres.

El tipo se estaba burlando de él otra vez.

Hunter recogió con desagrado una pequeña taza de porcelana y dio un sorbo.

El vino era realmente ligero, con el dulzor de las ciruelas, y la refrescante sensación de que se deslizaba por su garganta hizo que sus pulmones se abrieran de repente en general.

—Ah ...... —Hunter cerró los ojos y exhaló.

¡Fue tan reconfortante!

Volvió a poner el vaso en el barco, pero éste se desvió y el vaso cayó al agua con un ligero golpe.

Entrecerrando los ojos, Hunter metió la mano en el agua y tanteó perezosamente la pequeña taza.

Pero se deslizó por la mitad del agua sin ser tocada.

—Eh ...... a dónde fue ......

Hunter estiró los brazos, pescó, y en el momento en que agarró algo ...... ¡se estremeció!

¡Maldita sea!

La cosa en su mano parecía temblar.

Estaba muerto.

Hunter trató inmediatamente de retirar su mano, pero Winston la sujetó.

La palma de su mano estaba totalmente presionada.

—Lo ...... lo ...... lo sien....

¡Se acabó! ¡Se acabó! ¡Ahora Winston tendría que matarlo!

Hunter cerró los ojos con fuerza, temiendo que el otro le diera un fuerte puñetazo.

Estaba tan nervioso que no podía ni hablar.

—¿Estás tratando de medirlo?

Los ojos de Winston, que habían estado cerrados, se abrieron lentamente, pero no había ningún indicio de mohín en su rostro.

—Yo ...... yo ...... —Hunter sólo quería golpearse a sí mismo.

—¿Estás nervioso? —Winston giró la cara hacia un lado, como si quisiera captar la expresión del rostro de Hunter.

Al sentir que el grandullón que tenía en la palma de la mano parecía saltar y rebotar, Hunter se asustó tanto que ni siquiera pudo emitir un sonido con la boca abierta.

—¿Es más grande que el tuyo? —La voz de Winston tenía una frialdad aleccionadora que hacía juego con el calor del agua de las termales.

Hunter asintió inmediatamente con la cabeza, ¡no quería comparar tamaños entre sí en absoluto!

—¡El tuyo ...... es más grande!

—Antes no creía que tus manos fueran pequeñas, pero hoy me he dado cuenta de que ni siquiera puedes sostenerlo.

¡Para!

La cara de Hunter estaba tan roja que goteaba sangre.

Tiró de la mano hacia atrás con todas sus fuerzas, pero perdió el equilibrio y cayó al agua con estrépito.

El agua caliente le entró por la nariz y la boca, ahogándole y mareándole con la tos.

Sin embargo, Winston se levantó, recogió la toalla, se levantó y siguió caminando.

¿Puedes no burlarte de mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora