Él

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Bajó de su caballo de un salto, entrando a paso firme a aquella prisión. Había bastantes prisioneros; algunos sí que cometieron crímenes por mas pequeños que fuesen, pero había un par que simplemente estaban ahí porque al alfa no le agradó la forma en que estos le contestaron. Pronto muchos serían esclavos y servirían para hacer trabajos forzados y demás cosas que nadie en aquel lugar haría, como llenarse las manos de excremento de caballo.

–Apartate, mierda... –gruñó bajo manteniendo su ceño fruncido mientras apoyaba su larga hacha en el suelo, posando su mano al final del mango de esta- Tráeme al mocoso... Al de putas pecas, sí, ese, imbécil –miró de reojo al guardia bastante irritado mientras hacía una mueca de hastío–.

Si bien el pelirrojo seleccionó a un par de sus prisioneros de su última incursión para trabajos forzados, tomaría quizás a uno o dos para que fuesen sus esclavos personales. Sus putas.
Uno había llamado fuertemente su atención. Un omega pecoso, algo enano -o al menos así lo veía él-, hermosos cabellos rubios junto con unos ojos igual de preciosos y hasta cierto punto hipnotizantes color esmeralda, labios carnosos, con una figura realmente perfecta; cintura pequeña, caderas proporcionalmente grandes, y un trasero... Un jodido y apetitoso trasero que estaba seguro se iba a follar.

-¡Suéltame! ¡Me estás lastimando! -gritó con fuerza mientras pataleaba al ser prácticamente cargado por los guardias-.

-Deja de gritar, jodido omega... Aquí se hace lo que yo desee y ordene... -caminó hasta el menor y lo tomó sin delicadeza de los cabellos- Escúchame... Me vas a servir... Serás mi esclavo personal... Y harás lo que yo diga, ¿Entendiste? -frunció suave el ceño mirándolo a los ojos mientras hacía una pequeña mueca-.

Podía notar como el pecoso lo miraba confundido, extrañado, podía verlo en aquellos bellos ojos. Suponía -y es que estaba más que claro- que era por sus ropajes; no estaba vestido como cualquier guardia o soldado de aquella ciudad ni de cualquier otra... Al menos no cristiana. Jamás negaría sus raíces, por lo que jamás usaría ropa que no fuera vikinga; nada de cotas de mallas pesadas encima suyo ni mucho menos relucientes armaduras de plata u oro, sólo pieles y cuero.

-¿Servirte? Jamás serviré a un jodido pagano... ¿Cómo es que un demonio como tú vive entre cristianos de buen corazón como si nada? -frunció el ceño mientras sentía lágrimas caer por sus mejillas. Estaba asustado, y más aún después de escuchar y ver al hombre frente a él- Nunca te voy a servir, idiota -.

-sonrió de lado notoriamente fastidiado antes de jalar con fuerza los cabellos del rubio hacia atrás, mirándolo fijamente a los ojos- Dije que harás lo que yo diga... ¡¿Entendiste, mocoso de mierda?! -gruñó alto estando molesto, lo que menos tenía era paciencia para soportar la insolencia de aquel omega-.

-cerró sus ojos con fuerza escuchando aquel grito con su cuerpo temblando, el miedo lo había paralizado totalmente e intentaba poder razonar mejor- N-no eres nadie. Nadie más que un simple pagano, yo sólo le sirvo a mi señor, el único y verdadero Dios -su voz fue tomando fuerza poco a poco mirándolo fijamente a los ojos- No eres más que uno de esos infieles bárbaros... -.

Aquello definitivamente había quedado con la poca o nula paciencia que aún tenía. Lo soltó de manera brusca antes de golpear con fuerza su nuca, dejando al menor inconsciente.

-No pude haber elegido a un omega más contestón porque no lo hay... Lo llevaré conmigo, mientras tanto... Quiero que les den instrucciones de lo que tienen que hacer -gruñó cargando sobre su hombro sin delicadeza al pecoso, prosiguiendo a caminar hasta la salida de aquel calabozo-.

Dejo caer con cuidado al menor sobre el caballo, procurando que este no sintiera de golpe el peso, no importandole como se encontraba el omega. Acomodó leve al otro haciendo mueca de desagrado para luego subir el tomando las riendas, haciendo que el caballo comenzara a caminar.

𝐌𝐲 𝐬𝐭𝐫𝐞𝐧𝐠𝐭𝐡 𝐢𝐬 𝐲𝐨𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora